Relato: "Mi promesa" Capítulo 1

martes, 25 de agosto de 2015
Era de noche, una noche de invierno, lluviosa y fría. Había vuelto a discutir con mis padres una vez más. Parecía haberse vuelto una rutina y me encontraba de nuevo tras la puerta de mi habitación, encogida, con lágrimas que hacían arder mis ojos provocando un escozor caían por mis mejillas, con el corazón a mil queriendo salir de mi pecho y huir. Intentando no volver a hacerme daño, autolesionarme, aunque era un poco tarde. Minutos antes por culpa de la rabia y coraje que sentía dentro de mí, mi cuerpo parecía moverse solo, como si alguien lo manejara y cuando me di cuenta, ya pegaba puñetazos a la pared de mi cuarto; esto provocó que en mis manos hubiera sangre, sangre que salía de mis nudillos consecuencia de que todo me estaba volviendo a superar, me volvía a dominar.

Nunca he sido capaz de soportar las palabras de mi madre. Nunca creo poder soportarlas; no es sencillo que mi madre me diga "lo mejor era no haberme tenido" y esperar que esté bien. Sus palabras se me quedaron clavadas con letras de fuego en el corazón como si de un tattoo se tratase. Sólo tenía ganas de liarme a porrazos con todo de nuevo, dejarme dominar de nuevo por lo que tanto intentaba alejar de mi vida, nada podía ser peor ya, o al menos eso creía...

En realidad sí podía ser peor. Tocaba volver a clase donde yo no era muy popular que digamos. Nada más entrar por la puerta del colegio ya se veía a la gente murmurando sobre mí. Las madres creían que era buena niña y me llevaba bien con sus hijos; en cambio, sus hijos me veía como objeto de burlas, como si de un juguete se tratase, era su forma de desaburrirse, de pasar entretenidas las horas de clase. Me amargaban, me hacían sentirme una basura, no saben lo que es ver desaparecer una persona de autoridad, padres o profesores, mientras te dan collejas. Me quitaban el dinero de mi almuerzo, me insultaban entre otras cosas y me amenazaban con que si decía algo todo sería peor y tenía miedo de que fuera real. Solo quería que acabara todo, que acabara ese curso e ir al instituto. Ahí es cuando a lo mejor podría estar mejor y con suerte tener algún amigo, una nueva etapa donde no me conocían, donde podría intentar empezar de cero.

Pasó el curso y todos los días la misma historia; pero al menos lo aprobé todo. Rellené mi nueva matrícula; me iba a hacer más mayor, iba a ir al instituto y ahí a lo mejor sería respetada. Y lo conseguí, no volví a lesionarme desde la última discusión con mis padres. Llevaba dos meses sin hacerme daño a mí misma, era algo bueno, empezaba a recuperar la confianza en mí.
Pasado el verano empezaba mi nueva etapa; empezaba el instituto y conocería a gente nueva por fin, gente que a lo mejor no me veían como un bicho raro.

Entré por la puerta del instituto, todo estaba plagado de gente de mi edad dirigiéndonos a las pistas del instituto donde serían asignados nuestros grupos con la presentación del director primero. Empezaron a nombrar:

- Yo soy Antonio Prado y soy el tutor de primero A. Conforme os nombre bajáis las escaleras y cuando acabe nos vamos juntos a clase: Alcántara María del Carmen, Berenguez Antonio, Calles Cristina, Calles Sergio...

En ese grupo iban las ''pijas'' de mi anterior clase que lo celebraron con saltos y abrazos.

- Buenos días. Soy Carmen Largos y seré tutora de primero B...

Así fue saliendo la gente hasta que llegó a primero E donde salió mi nombre y por suerte nadie de mi anterior clase. A lo mejor tenía razón y aquí iría cambiando mi suerte.
Seguí a mi tutor Andrés Bruno, cabe decir que era joven y apuesto, tenía a todas las chicas hablando de él mientras le seguíamos a nuestro aula. Y ahí fue cuando me empezaron a hablar las chicas de clase. No me lo creía, me hablaban a mí, a esa chica a la anteriormente la veían objeto de burla, un bicho raro; quien lo pensaría.
Quedamos para ir todas juntas a clase el día siguiente, incluso se habló de quedar esa tarde para conocernos; por primera vez me sentía bien. Y los chicos eran también agradables, creo que era la primera vez que me sentía muy a gusto rodeada de gente, que era la primera vez que no me sentía sola con gente cerca.

A la mañana siguiente iba con mis compañeras a clase; conocimos al resto de profesores y en el recreo tuve un encontronazo con mis antiguos compañeros pero me defendieron. Por una vez en mi vida alguien dio la cara por mí, en ese momento me sentí enorme, llena y completa, sentí que había encontrado mi lugar.
Los días fueron pasando y me hablaron de una red social, “Twitter". No tenía ni pajolera idea de lo que era y bueno, me lo intentaron explicar...
- Es una red social en la que escribes como te sientes en 140 caracteres - dijo Priscila.
- También puedes compartir vídeos y fotos - dijo Vero.
- Y te sigue gente y tú la puedes seguir para ver que escriben - dijo Laura y entre risas continuó diciendo - pero por la calle no, que sería acoso.

Pensé en hacerme una cuenta de ésas pero sabrían que muchas veces sólo pienso en sangre deslizándose por mis manos procedentes de mis nudillos, o que no me gustan los chicos precisamente. Pero un día hablaron de las cuentas anónimas, cuentas en las que no saben quien eres y esa fue la cuenta que yo me hice: una anónima.

Pasados unos días creé mi cuenta. Al principio, tras la vuelta de las discusiones en casa, sólo escribía cosas negativas: "quiero desaparecer" o "vuelta a las noches llorando y sin dormir". Pero una de las noches recibí un mensaje, una chica con cuenta anónima también me decía que me entendía, que sabía lo que sentía pero que hacerme daño a mí misma no me iba a servir. Me ayudó con mis problemas, estaba siempre hablando conmigo, era increíble y podía contar con ella. Me hizo ser más positiva, ver las cosas de otro modo; pero un día desapareció por así decirlo. Me dejó un par de mensajes en los que me decía: “Lo siento. Me han castigado. Te escribo desde clase para decirte que no creo que pueda volver a conectarme en largo tiempo pero quiero que sepas que la vida sigue y que tú puedes estar bien. Te lo mereces, vales mucho aunque tu creas que no. Ojalá haya más gente como tú en el mundo. Sigue luchando y recuerda: si en cinco meses no has vuelto a lesionarte, no tienes que volver a hacerlo. Te echaré de menos".

Con eso es como si algo se rompiera, como si a Pinocho le arrebataran a Pepito Grillo, como si al día le quitaran el sol o a la noche las estrellas. Pero ella creía en mí y ahora tenía que seguir adelante y así lo haría, por ella, por mí.


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Escrito por @srtadesquiciada

3 comentarios:

  1. Buff hacia mucho que no escribia aqui. Muy chulo el relato esta muy bien escrito, enhorabuena

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  2. Muy bueno cuando hay más?? Felicidades engancha desde el principio lo recomiendo a tod@s esperó que tenga muchos más capítulos!! Yo deseando leer el segundo y los que vengan!!

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  3. gracias por leerme, espero que os siga gustando lo que escribo y escribir sabiendo que hay gente a quien le gusta es un placer. muchas gracia por leerme de verdad :3

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