Seamos nosotros mismos

lunes, 31 de octubre de 2016
Hay personas que solo quieren que se las busque, pero no buscan.

Gente que solo quiere ser feliz y no lucha por serlo.

Hay quien quiere tener una carrera pero no quiere luchar por conseguirla.
Hay quienes quieren todo sin dar nada.
Hay quien quiere ser libre, pero se ata a los demás.
Hay quien considera que no existe el amor pero, sin embargo, está enamorado hasta las trancas.
Hay quien quiere ser vegetariano, pero no decirle adiós a la carne.
En definitiva, hay personas que quieren, piensan o esperan algo que en realidad no es lo que hacen o quieren hacer. Normalmente, hacemos todo lo contrario a lo que queremos hacer, nos cerramos. En lugar de dar un paso hacia delante lo damos hacia atrás.
Si extrañamos a alguien, hablémosle. Si somos carnívoros, pues reconozcámoslo. Si somos vegetariamos, decidlo con orgullo. Si queremos ser algo, luchemos por serlo.

ES NUESTRO MOMENTO. TENEMOS QUE VIVIRLO Y DISFRUTARLO, Y SI TENEMOS QUE ARREPENTIRNOS DE ALGO, QUE SEA DE LAS COSAS QUE HEMOS HECHO, NO DE LO QUE PODRÍAMOS HABER HECHO.


Si queremos ser felices, joder, seámoslo. Seamos nosotros mismos y sigamos nuestros principios, sueños y metas. Ya vale de encerrarse, de no avanzar, de frenarnos nosotros mismo por lo que puedan pensar los demás o por si nos equivocamos.

Escrito por @srtadesquiciada

Relato "Un café y un polvo" Parte 13 (Capítulo 39)

jueves, 27 de octubre de 2016
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PARTE 13. SORPRESAS INESPERADAS. CAPÍTULO 39. TODOS LOS SECRETOS SE VUELVEN OSCUROS.

"¿Recordáis el primer secreto que empezasteis a guardar? Ese que decidisteis no contarle a nadie. Esos secretos infantiles sobre no decir que eras tú la que se había terminado las galletas, la que había pintado la pared con rotuladores o la que había roto tal o cual cosa... Esos secretos que contábamos de una manera muy discreta... (No, yo no he sido la que se ha comido las tres galletas que quedaban en el bote para merendar) y nosotros éramos felices porque creíamos que sabíamos ocultarlos...
Esto me trae a la memoria una anécdota de mi hermano pequeño, hace ya bastante. Por el día del padre le habíamos comprado un reloj a nuestro padre, bueno se lo había comprado mi madre, ya sabéis, lo nuestro eran esas tarjetas adorables que regalan los niños. Y le dijimos a mi hermano que guardase el secreto. Y él, muy contento, fue a decirle a mi padre que el regalo se ponía en la muñeca y que era un reloj, pero que no podía decirle lo que era.
Un buen secreto, como lo guarda un niño.
¿Nadie ha vivido nunca la situación de que un niño coja el teléfono y te diga que es alguien con quién, justo en ese momento, no quieres hablar? Es entonces cuando le dices que diga que no estás. Y el niño, muy feliz, dice por el teléfono "Dice (tu nombre) que no está", mientras tú quieres que te trague la tierra y le arrebatas el aparato.
Comparad aquellos dulces secretos con los de ahora, todas esas cosas que nos carcomen por dentro y que queremos vivir solos. Ahora, incluso las pesadillas y los miedos se vuelven secretos.
Cory Doctorow decía "Todos los secretos son profundos. Todos se vuelven oscuros. Está en la naturaleza de los secretos"
Pensándolo unos segundos... volvemos todos nuestros miedos, profundos y oscuros. Los alimentamos del secreto, de la oscuridad, del silencio. Y crecen, se expanden, te devoran... quizá Cory Doctorow tenía razón. Y quizá, solo quizá... los secretos los inventamos los seres humanos para debilitar a los nuestros, hasta que nos creímos nuestros propios secretos... y estos se alimentaron de nosotros"

MARTINA
Alba había conducido todo el viaje callada, no había dicho ni una sola palabra desde que habíamos dejado a Lu en casa. Creo que no hacía más que pensar en lo que había pasado. Aunque durante los análisis, había estado pegada a Lu y parecía que había sacado una vena que no había visto antes, y, para qué negarlo, me había encantado. Me gustaba su manera de ser dulce, parecía insegura, como si algo en la bondad le diese miedo. Posé mi mano izquierda sobre su muslo y apreté ligeramente. Como un recordatorio de que estaba allí. Ella me miró. Sonreí.
-Va a salir bien.- dije mirándola a los intensos ojos azules que tenía.
- Es muy joven, Martina. Y por lo que nos ha contado, me temo que saldrá positivo. No me gustaría que lo tuviera. - suspiró - No he querido decírselo porque creo que no es el momento, pero pienso que sería lo mejor.
- ¿Por qué? Quizá ella quiera tenerlo... - Noté como agarraba con rabia el volante al escuchar mis palabras.
- Es una locura. Tiene 16 años, joder. Y… y el padre es un puto niñato al que conoció hace… ¿unos pocos meses? ¿Cómo coño va a pensar querer tenerlo? Que piense en terminar sus estudios y no en follar tanto - Aparcó el coche con un frenazo más fuerte de lo normal y salió de él, casi sin mirarme, hacia su casa.


Cogí tranquilamente el bolso. Si empezaba a enfadarse ahora, sería una larga noche. No creo que hubiese dicho nada malo, Lucía podía perfectamente elegir tenerlo y Alba no podría impedírselo. Salí del coche y entré en casa. Oí unos fuertes golpes en la cocina. Dejé el bolso en la entrada y me dirigí hacia allí.
Alba sacaba el lavaplatos haciendo un estruendo enorme cada vez que algo golpeaba la encimera.
- Vas a romper la vajilla. - Dije serenamente.
- Mejor la vajilla que la cabeza de mi hermana - gruñó - ¿Qué te preparo de cenar? ¿Una tortilla francesa? ¿Unas pechugas de pollo? - Abrió la nevera y husmeó que más había - Creo que mañana sin falta, habrá que ir a saquear el supermercado - Prosiguió dando manotazos a todo lo que veía en el frigorífico - Puedo hacerte un bocadillo de salchichón, o mortadela… - me miró esperando alguna respuesta - Lo siento, pero la carta gastronómica de hoy acaba aquí - me guiñó un ojo.
- Café, por favor. ¿Qué vas a cenar tú?
- ¿Solo un puto café? Te hago una tortilla francesa que es poca cosa y entra bien.
-Alba, libertad...- me había acercado a ella y la abracé por la espalda, cogiéndole las manos. Notaba su respiración y eso me calmaba, aunque en estos momentos fuera agitada. Podía sentir como a ella también le agradaba aquel gesto, adoraba como era capaz de relajarse con un abrazo. - Tranquila, preciosa.- No sé si era la primera vez que le decía algo cariñoso, pero cómo se deslizó la palabra por mi boca y el efecto que tuvo en ella, me fascinó. La giré, recogí el mechón rebelde que siempre se le escapaba y mi mano acarició su mejilla. Era preciosa, increíblemente guapísima. Decidí repetírselo.- Preciosa.- dije sonriendo.
- Joder, de acuerdo. Pero no me engatuses con moñerías - abrió de nuevo la nevera y se cogió una manzana - No me mires con esa cara. La manzana es para mí. Hazte el café como a ti te guste. Me voy al sofá.
-Aún son las nueve.- dije ignorando lo del café. Lo cierto es que no me apetecía comer ni beber nada. Cogí un vaso y lo llené de agua. Me dirigí al salón. Estaba sentada en el sofá, mirando la tele mientras daba mordiscos a la manzana. Tenía la piel más increíble que había visto nunca, brillaba bajo la luz del salón. Me di cuenta de que hacía muchísimo que no me fijaba en ella detenidamente. Me fijé en cómo el pelo moreno y liso le caía sobre la piel desnuda de sus hombros, me quedé absorta con su manera de sentarse, de suspirar, de cómo su pecho ascendía y descendía con cada inspiración y espiración que realizaba.- ¿Sabes lo que me apetece?
- ¿El qué?
-Bailar.- Sí. Me apetecía bailar con Alba, bailar salsa. Rozarla, acariciarle y moverme con ella.
- ¿Ir a bailar ahora? En serio, estás como una puta cabra. Yo no me muevo de casa.
-En realidad…- salí disparada hacia el cuarto, subiendo las escaleras como si mi vida dependiera de ello. Saqué una cajita de mi cajón de la mesilla y la abrí. Allí estaban. Los cogí y bajé tan rápido, que casi me tropiezo y me caigo. Entré precipitadamente en el salón. Alba me miraba como si me hubiera vuelto loca. Me acerqué a ella y dejé caer lo que había cogido, delante de ella, sobre una mesita de cristal que había.


-¿Qué coño te pasa? Estáte quieta de una puta vez.- Yo esperaba impaciente a que mirase lo que había ido a buscar. Ella al ver que esperaba su respuesta, se incorporó mejor en el sofá y los miró. Conseguí descubrirle un gesto de curiosidad. Se acercó un poco más a la mesa y leyó. Levantó la mirada hacia mí. No supe descifrarla. ¿Le había gustado lo que había visto? ¿Pensaría que estaba loca? Seguramente pensaría lo segundo.
- ¿Me estás pidiendo que me case contigo? - dijo burlona mientras empezaba a reírse nerviosa - Estos billetes y reserva de hotel, ¿qué coño son?
-Un regalo de mi padre, por mi cumpleaños… a estas alturas si todo hubiera salido según los planes de mi familia, estaría casada con Mateo. No pensaba utilizarlos… pero, el viaje es a final de verano. Y quiero ir contigo.


ALBA
Joder. Me cago en la puta. Me estaba regalando ir con ella a Tailandia. Dos billetes de avión y la reserva de la suite nupcial de no sé qué hotel de cinco estrellas. Me estaba empezando a dar un infarto, o es que mi corazón ya no daba a más para bombear la sangre necesaria a mi cerebro para que empezara a pensar con claridad.
Yo. Vacaciones. Con Martina. No me lo podía creer. Me faltaba el aire y sentí que empezaba a hiperventilar. Me quise controlar y respirar pausadamente como me enseñaron en las terapias. Funcionaba.
-¿Estás bien? - la cara preocupada de Martina, me devolvía la mirada. Se había ido a sentar a mi lado y me rodeó con el brazo.
-Un día de estos, con tus locuras, me vas a matar. Te lo juro.- una carcajada salió de sus labios.
-Eres una exagerada. ¿Lo sabías?
-Y tú una puta loca - le acerqué la manzana a la boca - Anda, dale unos mordiscos. -  me miró como para recordarme esas dichosas reglas de nuevo. - Solo te la estoy ofreciendo, no te estoy obligando.- dio felizmente un bocado, se notaba que estaba ilusionada. En un rápido movimiento se sentó a horcajadas sobre mí.
-Entonces, ¿iremos? - mis manos cobraron vida propia y comenzaron a acariciarle la espalda.
-Sí, si me prometes que intentarás comer más. Yo, en cambio, no puedo prometerte que llegues virgen a España.
-¡Hecho!- sonreía felizmente.-¡Va a ser increíble!


La besé. No pude resistirme. Era superior a mí. Esa sonrisa, se le veía feliz y eso me hacía feliz a mí. Quería besarla, sentirla con mis labios, con mi lengua. Quería cuidarla, protegerla. Lo quería todo de ella. La tenía sentada en mis piernas, a horcajadas, y la acerqué a mí con un abrazo tierno. No quería asustarla. Habíamos pasado mucho en tan poco tiempo, que no sabía cómo actuar para no ahuyentarla. Por ella había dejado vicios, ido a terapias, buscarla en una remota cabaña… La cabaña… Separé ligeramente mis labios de ella. La abracé más fuerte y apoyé mi frente a la suya. Los recuerdos me vinieron y solo quise tenerla así, entre mis brazos. Era lo que más deseaba en el mundo. Tenerla conmigo.


-Martina, quiero enseñarte una cosa.
-¿El qué? - Ella y su curiosidad constante…


Me senté mejor en el sofá, con ella encima de mis piernas, por supuesto no quería ni por un momento que se fuera de donde estaba. Cogí el bajo de mi camiseta y comencé a subirla. Martina me miraba expectante, esperaba que no pensara en otra cosa porque ya bastante cachonda estaba con ella en esa postura. La subía lentamente y con cuidado, me gustaba esa mirada de niña nerviosa que se le ponía. Le sonreí y terminé de dejar a la vista mi costado derecho. Las costillas se me marcaban, mi rostro cambió en un instante, pero no quería pensar en ello, y me acaricié tiernamente mi nuevo tatuaje. Era el nombre de Cati, colocado exactamente en el mismo sitio donde yo la herí a ella el día que iba totalmente colocada. Ahí, la quería ahí conmigo, siempre. La que me salvó la vida, la que me quiso tal y como era, la que me soportó hasta lo insoportable. La quería en mi costado, para recordarme lo que fui, y me recordara la que no quiero volver a ser. Quería compartirlo con Martina, esperaba que lo comprendiera. Levanté la vista hacia ella, no apartaba la vista del tatuaje, pero parecía haberse quedado totalmente petrificada. Incluso la sonrisa se había borrado de su cara. Noté como su respiración se alteraba. Apartó la vista y se levantó.
-Voy a por café.- dijo sin mirarme.
- ¡Martina! - fui detrás de ella - Pequeña, mírame. Creía que te gustaría.
Apretó la taza de café que tenía en las manos y que acababa de coger del armario de la cocina. Noté como se mordía el labio.
-Es bonito.- se limitó a decir.
- ¿Qué te pasa? - la rodeé entre mis brazos, no pensé en ningún momento que esa fuera su reacción - Sabes que sin ella no estaríamos ahora aquí, juntas, abrazadas...
-Sí. - se escabulló de mi abrazo, hacia la nevera, cogiendo la leche. La cogí del brazo y le hice que me mirara.
- ¿Qué coño te pasa?- desvió la vista.
-Nada, es bonito… es el sitio de su cicatriz...
- ¡Y una mierda bonito! No te gusta y punto. Pues que sepas que es permanente. Si algún día deseas tocarme, que sepas que siempre estará ahí. Y no me arrepiento. Me estoy arrepintiendo del otro.
-Sé lo que es un tatuaje. - me miró duramente. Vi como dudaba un segundo.- ¿Qué otro?
- Nada. Tómate tu puto café.- No la soportaba cuando se ponía así. De repente, tan Martina, la ternura personificada, sus palabras, sus abrazos… Y de repente, tan gilipollas y tan distante. La dejé en la cocina sola, y me subí hacia mi cuarto - Buenas noches. Apaga todo antes de acostarte.


MARTINA
El cuerpo de Cati yace sin vida en mis brazos, la chica rubia me mira fijamente. Parece más asustada que yo. Miro a mi alrededor, busco algo desesperadamente. Mis ojos se posan sobre un bulto negro en la esquina del salón.
Dejo el cuerpo de Cati sobre la alfombra y le cierro los ojos. Ni siquiera noto la tristeza, solo rabia. La rabia recorre mi cuerpo, haciéndome temblar. Me acerco despacio al bulto negro, Alba. Veo que su pecho se mueve ligeramente, está viva. El aire se escapa de mis pulmones. Está viva. Le doy un pequeño beso en los labios. Solo está inconsciente, reviso que no tenga ninguna herida y vuelvo a percatarme de la situación. El cuerpo de Cati. Cati… está muerta.
-Muerta.- Es algo irreal. Y ni siquiera pronunciándolo parece que se vuelva estable y real. La furia vuelve a extenderse y salgo de la cabaña para ver quién es el hombre.
El cuchillo que tenía clavado en una parte del cuello, está tirado en el suelo. Un reguero de sangre se extiende hasta el bosque. Cojo con rabia el cuchillo y sigo el rastro. No tardo ni dos minutos en encontrarlo, él está herido. Yo estoy cabreada. Sin embargo mi mente se ha vuelto fría, y es capaz de pensar.
Está apoyado en un árbol. Los ojos abiertos, azules, como los de Alba. Su sonrisa chulesca…
-¿Vienes a matarme, rubita? - No le contesto. Solo le miro fijamente. ¿Qué quiero hacer? Está borracho y herido. Yo estoy llevada por un sentimiento, ¿quién es más peligroso? Me acerco a él unos pasos, lo suficiente como para quedarme a unos 50 centímetros de él. Yo estoy de pie, él sentado. ¿Necesito que me ataque? Le tiro el cuchillo que tengo en la mano. -Encima considerada. - Lo coge con una mano y empieza a reírse, se ahoga entre las risas, es el sonido más desagradable que he oído nunca. En realidad, puede haber sido la propia Cati la que le matase… o puede ser defensa propia… Le miro fijamente, él está intentado levantarse. Saco el cuchillo que he cogido de la cocina antes de salir de la cabaña. Y antes de que pueda pensar con claridad, el cuchillo entra en su garganta. Sus ojos se llenan de terror y me mira. Abre la boca, pero la sangre le impide hablar. Miro como intenta coger aire mientras la sangre le inunda los pulmones. No aparto la vista. Extiende una mano hacia mí y me aparto ligeramente para que no me toque.
-Digamos que es algo justo… - me giro hacia la cabaña, no he dado ni tres pasos cuando me quedo parada.- Y no soy rubia.- pronuncio sin girarme.

Abro los ojos y me siento rápidamente en el sofá, mirando a mi alrededor, intentando ubicarme. Estoy en el salón, me he quedado dormida. La televisión, aún encendida, me devuelve una imagen de la mirada oscura de una mujer, ahogo un grito y cogiendo rápidamente el mando, apago la tele. Me quedo quieta en medio de la oscuridad de la casa, mientras mi respiración vuelve a recobrar su nivel de normalidad.
Me llevo las manos a la cabeza y las paso por mi pelo, intentando quitar los mechones que caen sobre mi cara. Un escalofrío recorre mi cuerpo y decido levantarme. Me dirijo a la cocina y abro el grifo del fregadero. El agua cae, mientras mis lágrimas recorren mis mejillas. Me mojo la cara y el cuello, intentando controlar mis propias sensaciones. Y antes de que pueda evitarlo, la bilis me sube por la garganta y vomito.
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Buzzys
Arwenundomiel

"¿Qué pasó con los sentimientos de papel?" (Carta 6)

miércoles, 26 de octubre de 2016
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                                                                             Un día de tristeza y felicidad

Diana, mi amor,

Estos días he de reconocer que estaba muy preocupada por no recibir respuesta a mi carta tras un tiempo. Mi cabeza, mi mente, empezó a pesar que te había ocurrido algo, no era capaz de sonreír,  de descansar bien por las noches... La preocupación empezó a adueñarse de mí, pero cuando hoy recogí el correo y vi que venía una carta tuya, la paz de algún modo volvió a mí y no era capaz de dejar de mirar la carta.

Siento que estos días hayan sido tan complicados y no poder estar a tu lado para intentar que todo esto sea un poco más llevadero, para abrazarte cuando necesites llorar, para agarrar tu mano y tirar de ti cuando creas que no puedes más, porque sé que puedes continuar, eres mi luchadora, esa persona que me hace ver las cosas diferentes, un poco más sencillas.

Espero que Marcos mejore y no dejes que la muerte te merodeé, tienes que volver y Marcos también, tenéis que luchar por nosotras y por las niñas, estaremos aquí en todo momento esperándoos con los brazos abiertos. María te necesita y yo también te necesito.

Le entregaré la carta a Sofía mañana, hoy estuve en su casa y no había nadie, mañana probaré de nuevo y así hasta que de con ella.

Sé que volverás para ver a María y volverás a besar mis labios, que esperan de tu llegada, como mi cuerpo. Mis brazos querrán rodearte, mis manos acariciarte, mis dedos deslizarse por tu cuerpo, mis ojos volver a encontrarte en cada despertar.

Cariño, estás allí para demostrarle a las niñas que pueden seguir y ayudarles a seguir, solo tú puedes conseguir eso en las personas, dar fuerza y ganas de continuar, solo tú eres capaz de devolver sonrisas.

Nosotras estamos bien, mi amor, estamos en el pueblo y todo está de nuevo tranquilo. Y digo de nuevo porque al día siguiente de llegar enterraron a Pepa, la vecina de más arriba, tuvo una caída y se golpeó la cabeza. Su hija, Encarna, me preguntó por ti, me dijo que de pequeña jugaba contigo, mientras vuestros padres se tomaban algo juntos. Y pese a lo que estaba pasando, me sorprendió verla sonreír acordándose de esos momentos. Yo me preguntaba si cuando recordaba momentos nuestros sonreía igual y seguro que además de sonreír se me pondrá cara de boba.

Te adjunto una foto, a la carta, que me ha dado Encarna de cuando erais chicas. Espero que te saque una sonrisa y veas que siempre has sido preciosa

María te extraña, y empieza a quitarte el hueco en la cama, cada noche duerme en tu lado de la cama y eso hace que me sea menos duro ver que no estás al otro lado, la cama no se me hace tan enorme.

Le comenté a tu madre lo que me dijiste y dice que te tiene que dar la razón, que con tus fotos y tus letras, no puedo dejar de sonreír y se me ilumina la mirada.

Te mando unas fotos de nuestros primeros días de playa con la familia.

                                                              Elisa.

P.D: cuida esa flor, como yo quiero cuidarte a ti.
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       Carta 7
Escrito por @srtadesquiciada

Letras

lunes, 24 de octubre de 2016
Tengo la necesidad de escribir, de expresar con letras la frustración que tengo interiormente. He estado semanas sin hacerlo, y cuando lo hacía era poco y mal.
La cuestión es que no soy de las que escribo para poder encauzar, para bien, mis bajones. Prefiero no hacerlo porque no suelo exteriorizar mis sentimientos, me los reservo para mí (sobre todo si no son buenos).


Hoy me he decidido y aquí estoy… escribiendo. Y todo ello, porque he recordado una pregunta que me hicieron hace varias semanas: Si pudieras teletransportar una mano, y solo una mano, al lugar del mundo que quisieras, y pudieras tocar lo que desearas, pero sin traerlo con ella. ¿Qué te gustaría sostener en la mano?


No recuerdo si contesté. Lo que sí sé es que quiero tener ese poder en estos instantes. Necesito, casi de manera visceral, que mi mano llegara a Bilbao, o Badalona, o Burgos, o Barcelona... Es curioso, ¿no? Todos comienzan con la letra B. Supongo que necesito que llegue a algún sitio de España que empiece con esa letra. Desearía con toda mi alma entrelazar mis dedos con los de ella y no soltarla nunca. Apretarle la mano y que supiera que no está sola, que todo esto lo pasaremos juntas aunque ahora lo vea todo tan difícil.


Pero ya que me conceden ese poder, le añadiría el poder de Cerebro, el de X-men. Telepáticamente le transmitiría toda mi fuerza, todos mis ánimos para superar estos momentos. Así ya tendría el contacto piel con piel de mi mano, y esa energía para poder superar lo que se le ponga por delante.


Todavía no conforme con eso, y puestos a pedir, ¿por qué no pedir una teletransportación completa? Estar allí con ella, curarle las heridas, alimentarla en cuerpo y mente, apoyarla, animarla…


¡A quién quiero engañar! Es que no dejaría de abrazarla, de besarla, de mimarla… hasta que consiguiera esa paz interior que anhela. No dejaría de susurrarle en el oído todo lo que siento por ella, que hasta he pedido un poder imposible y me lo han concedido, solo por arroparla y que pueda apoyarse en mí, para así conseguir salir de ese agujero. No cesaría en mi intento de estar siempre a su lado, aunque para ella la palabra “siempre” sea una utopía, con el deseo de terminar siendo su refugio, aquel donde hallase esa calma y tranquilidad que tanto busca y nunca encuentra.


¡Me siento tan impotente al no tener todos esos poderes! Una pantalla de seis pulgadas en la mano es con lo único que cuento para todo lo que quisiera darle. ¡Puta realidad!

Ahora, y por desgracia, son mis letras las que intentan todo eso. Sé que será en un menor grado, pero espero que algo hagan... aunque solo sea dibujarle una sonrisa, esa que no debería borrarse de su rostro pero, que por el contrario, es muy difícil de ver. Esas letras que tanto amamos y que, por un motivo u otro, hemos dejado de lado sin quererlo. Letras que ahora emanan sin dificultad por mis dedos para poder dedicárselas. Letras… solo letras, que no son nada pero que para mí lo significan todo.

Escrito por Arwenundomiel

Relato "Un café y un polvo" Parte 12 (Capítulo 38)

jueves, 20 de octubre de 2016
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PARTE 12. PORQUE NADIE VIVE CON UN LIBRO DE INSTRUCCIONES.
CAPÍTULO 38. ¿QUÉ HABRÍA HECHO CENICIENTA EN MI LUGAR?

"Dicen que nos enseñan a vivir. Y para enseñarnos nos ponen de ejemplo, múltiples historias, antes de dormir. Historias sobre chicas que hablaban con ratones y fregaban suelos hasta que un príncipe decidió casarse con ella, después de haber bailado una noche; cuentos con chicas que se escapaban de casa y encontraban siete maravillosos hombres que la acogían en su casa sin pedir nada a cambio, hasta que, de nuevo , un príncipe la salvaba; relatos con chicas que raptan y se enamoran de su secuestrador, que resultan, también, ser príncipes.
Nos enseñan a vivir... A vivir... ¡Y una mierda! El otro día leí una frase que decía "Deja de criar a tus hijas como princesas, las estás mandando a la guerra con una varita mágica"
Es una realidad el hecho de que estamos indefensas ante este mundo, al que nos sacan desprotegidas, con la única ayuda de los cuentos bajo el brazo...
¿Eso es lo que se supone que debemos hacer? ¿Esperar al príncipe?
Siguen educándonos para que esperemos que alguien nos salve, en vez de enseñarnos a salvarnos a nosotras mismas.
¿Qué que es lo que habría hecho cenicienta en mi lugar? Pues hablar con ratones. Por eso he decidido que los cuentos están bien para las tardes de domingo, pero el resto de la semana, debemos coger boli y hojas y escribirnos nuestra propia novela.
Una novela donde las varitas y las espadas desaparezcan, dónde los príncipes puedan llevar vestido y las princesas puedan ser brujas."

LUCÍA
-¡A comer! - mi madre llamó desde el piso de abajo.

         Lu: “Tengo que dejarte. Voy a comer”

Dejé el móvil en la mesilla, a media conversación con Manu y bajé los escalones rápidamente. Me moría de hambre. Entré en el salón y el olor a filete empanado me invadió el cuerpo, produciéndome una arcada. Salí del salón rápidamente. Qué asco. Me dirigí a la cocina. La sartén, aún llena de aceite, me hizo cruzar a la velocidad del rayo hacia la nevera. Abrí y cogí una manzana y un plátano. Abrí el bote de las galletas y cogí un puñado.

-Lu, ¿no quieres filetes?
-No me apetecen mucho…
- ¡Pero si estabas muerta de hambre hace un minuto! Ven aquí que te toque. ¿Te sientes mal? ¿Tienes fiebre?
-Es que se me ha revuelto el estómago. Me da un poco de asco...
- ¿Asco? Espera un momento, Lu. Almu, termina de comerte el filete rápido que va a empezar la Patrulla canina en la tele.- cambiaba el peso de mi cuerpo de un pie a otro, el olor se me metía en el cuerpo. ¿Cómo podía oler tan mal hoy el aceite? Noté como una arcada volvía a subir por mi cuerpo. - ¿Te molesta el olor? Espérame en el salón, anda. Cómete la manzana, ahora voy yo.
-De acuerdo.- me encogí de hombros y fui al salón. Con la manzana, el plátano y las galletas en la mano. Me senté en el sofá del salón pequeñito, en el que no había comedor y al que no llegaba el olor de los filetes. Probablemente estarían malos. Mordí la manzana y cerré los ojos. En seguida mi cuerpo protestó, pidiendo más. Acabé rápidamente con la manzana y el plátano. Tenía un hambre atroz. Me metí la primera galleta en la boca. Qué rica estaba…

Vi como mi madre recogía la mesa del salón. Almu había terminado y se quedó sentada en el sofá con unas natillas en las manos. Era el monstruo de las natillas, ¿cómo le podrían gustar tanto? Vi como mi madre me observaba de reojo mientras terminaba de recogerlo todo. Viendo como Almu se comía las natillas, se me hizo la boca agua de nuevo.

-¿Hay más natillas?- le pregunté.
- Sí, todavía quedan. Te las llevo ahora. Déjame un minuto que ponga el lavavajillas y te las llevo.
-Yo las cojo. No te preocupes.- me levanté y fui a por las natillas. Cogí un par de galletas más bajo la mirada atenta de mi madre. El olor del frito se me metió en el cuerpo y esta vez mi estómago protestó y se retorcío. Corrí hacia el baño. Apenas me dio tiempo de levantar la tapa del váter. Lo vomité todo. Joder…
-Lu, ¿estás bien?
- Sí, sí. Ya salgo. - tiré de la cadena y me lavé los dientes. Menos mal que había un cepillo de dientes para cada uno en todos los baños de la casa...  salí y me dirigí al salón. Volvía a tener hambre… menuda mierda.
- Haz el favor de sentarte un momento, Lu. ¿Desde cuándo estás así?
-Hhmmm.- Creo que era la primera vez que me pasaba. O no… no. Me había pasado hace semana y media en una hamburguesería. -Es la segunda vez, creo… quizá tenga un virus. O simplemente han sido casualidades.
- Ya. Un virus - me sonrió. - ¿Haces algo con ese chico? Se llama Manu, ¿no?
-¿Qué? ¡Mamá! - me removí incómoda en el sofá. ¿Qué coño quería decir ahora? ¿estaba insinuando que estaba embarazada? Eso era imposible… solo lo habíamos hecho 3 veces. Y siempre se había puesto condón… Joder, no podía ser.
- ¿Qué pasa, tonta? Creo que es lo más natural del mundo. Solo te pregunto si lo hacéis.
-¡Mamá! ¡por favor! - No era algo que me apeteciese hablar con ella…
- Lu, cariño. No te voy a hablar ahora de sexo. Creo que ya sabes más que yo incluso. Solo quiero que pienses si es posible que puedas estar embarazada.
-¡No! ¡No, por dios!- me levanté.- Oye, luego hablamos, hoy había quedado con Alba.
- Si no quieres hablarlo conmigo. Al menos, hazlo con ella.
-¡Mamá! Que no es eso… ¿Me llevas?
- Claro, tonta.
No hablamos en el coche, Almu iba en la parte de atrás. Darían una vuelta por el centro comercial y verían una peli. Pasaría a recogerme sobre las ocho. No hablamos del tema. No podía estar embarazada. ¿No? Era imposible… ¿embarazada yo? Era una locura.
-Gracias, mamá. Luego nos vemos. - me metí en la parte de atrás del coche y le pegué un besazo a Almu. - Pórtate bien con mamá, enana.

Llamé al timbre de la casa de Alba mientras mi madre y Almu desaparecían de mi vista.

- ¿Sí? ¿Quién es?
-¿Alba? Soy Lucía...
- ¿Lucía? - se abrió la puerta y entré en el jardín. Vi que Alba me esperaba en la puerta.
-Siento no haberte avisado… le he dicho a mamá que había quedado contigo...
- ¿Qué mierda ha pasado? Anda, entra.- Entré mientras ella se apartaba, cerré la puerta. Quería que me abrazase. Creo que nunca nos habíamos abrazado, o lo habríamos hecho una o dos veces.
-Alba… ¿Tú…? - no sabía que quería preguntarle exactamente.
-¿Lu?- Martina bajó las escaleras. Se me iluminó la cara.
-¿Martina? - hacia ella si que me abalancé. Ella abrió los brazos y me quedé un rato ahí quieta. Noté que una lágrima me corría por la mejilla y la sequé fugazmente. - Pero… ¿Qué haces aquí? ¿volvéis a veros?
- Vamos a probar a vivir… juntas.- abrí los ojos como platos.
- Pero no revueltas. Dejad de abrazaros de una puta vez y vamos al salón. Así nos explicas qué coño te pasa.
-¿Y para cuándo la boda? - comenté riéndome mientras las seguía al salón.
- Lu, no me toques tú también las narices - vi como sus ojos azules se posaron en los de Martina y sonrió. Me encantaba la idea de que estuvieran juntas… me senté en el sofá frente a ellas. - Suéltalo ya, joder. Me tienes de los nervios.- Mierda, se me había olvidado de lo que venía a hablar. Me revolví en el sofá. ¿Por qué venía a hablar con Alba? Nunca había acudido a ella… decidí mirar a Martina para soltarlo…
-Mamá cree que… es decir… bueno, a ver… que… oye, Alba ¿Tú lo hiciste con chicos alguna vez?- ¿Qué coño quería decirle? Alba miró a Martina con cara de “explícame esa pregunta que no me entero”. Martina la miró a ella como “vaya bomba nos va a soltar” y yo las miraba a ambas sin saber cómo empezar.
- ¿Me vas a pedir que te explique cómo se folla? - creo que me lo preguntaba muy en serio.
-¿Eh? No, no… yo… - palidecía por momentos. - Yo… es que… - esto era tremendamente difícil.
- ¡Suéltalo ya por el amor de dios!
-¿Puedes quedarte embarazada usando condón?- Las palabras se escaparon de mi boca y noté como los nervios me embargaban el cuerpo. Sí. Eso venía a preguntar
- Que… A ver… Me estás queriendo decir que tú ya lo has hecho y que … ¡Dios! ¿Estás embarazada? ¡Pero como se te ocurre!
-¡No! Bueno… no lo sé…- las lágrimas luchaban por salir de mis ojos mientras yo las contenía.
- ¿No sé? Pero ¿qué coño te pasa? Tienes 16 años, joder. No creí que fueras tan ton…
-Alba…- Martina cogió una mano a Alba, parándola.
-¡Yo ni siquiera lo había pensado! Joder, no pensaba que se hubiera roto el condón… ¡Es mamá la que lo ha sugerido! No puedo estar embarazada… ¡Mierda! - las lágrimas estallaron en mis ojos.
- ¿Qué mamá lo sabe? ¡No termina de salir de una y ahora la metes en otra!
-¿Q… qué?- se me quebró la voz.
Martina se levantó y se acercó para sentarse a mi lado, abrazándome. Las lágrimas caían por mis mejillas y no sabía cómo pararlas. Alba se levantó haciendo aspavientos. Eran las dos tan diferentes...
- Lu, ¿te has hecho la prueba?- la voz calmada de Martina consiguió que tomase aire.
-N...no.
-¿Te parece si vamos a hacerte análisis?- asentí, incapaz de hablar.- Y luego, si hay niño, miramos lo que hacemos. Pero no vamos a pensar como si lo hubiera cuando no es seguro. Tú tranquila. Ve a lavarte la cara, anda.- me levanté, yendo al baño, mientras hipaba por los sollozos.
- Dime una cosa. ¿Quién es el imbécil?

ALBA
-Manu...

¿Quién mierda era Manu? Un gilipollas, seguro. De aquellos que tienen el condón caducado en su cartera desde hace siglos. Coge a la más mojigata y se la cuela. Cuando me lo eche a la cara, se le quitarían todas las ganas de meter la polla donde no debe.
Unos brazos me rodearon por la cintura desde la espalda y noté un suave beso en el hombro. Siempre me calmaba, joder. ¡Qué mierda de poder tenía sobre mí!

- No me puedo creer que con 16 años y… ¡La mataría, en serio! - gruñí.
-Aún no es seguro. Y… eso no se planea, Alba. Tranquila.- se colocó delante de mí y me apartó un mechón de pelo de la cara.
- ¡Qué no folle tan joven! Y el otro debe ser un gilipollas de mucho cuidado, que hace con ella lo que quiere.
-Quizá estén saliendo juntos. - me cogió de la mano y avanzó hacia el pasillo, donde su bolso colgaba en un perchero.
- ¿Por qué siempre tienes que estar en contra de mí?
-No estoy en tu contra. Intento analizarlo de otra manera… No todo el mundo es malo...
- Me tienes muy harta, te lo advierto. Además, Lu se ha abrazado a ti. ¿Me vas a quitar también a mi familia? - sonrió.-  Regla número cuatro, no quitarás los miembros de la familia de la otra.
-Abrázala tú, señorita.- dijo riendo.
- Yo no hago esas gilipolleces - quise eludir el tema moñas con Martina.
-Estoy…- me giré.
-Abrázala.- me susurró Martina al oído, dándome un golpecito en el culo para avanzar hacia Lu. En vista de que no me movía, avanzó hacia mí, mientras me iba empujando, hasta llegar a unos centímetros que nos separaban de Lu. Ella nos miraba, expectante, como sin saber exactamente qué hacer. ¡Qué cansina era! Seguro que no pararía hasta que no lo hiciera. Y la verdad es que quería hacerlo, pero he estado tanto tiempo huyendo de estas moñadas, de estos sentimentalismos, porque realmente pienso que es de débiles, de gente que puede quebrarse con solo un roce. Y en serio, me estaba costando la vida. Pero ahí estaba yo, empujada por la niñata que me tenía loca perdida, y mi hermana mirándonos como si las dos estuviéramos gilipollas.

- Enana. Yo… bueno, ya sabes… Que todo saldrá bien, ¿vale? - me acerqué y la abracé.

Noté que al principio Lu se quedaba totalmente rígida, estaba claro que le había pillado por sorpresa. Después su cuerpo se relajó y sus brazos me rodearon mientras apoyaba su cabeza en mi hombro. No recordaba lo bien que se podía sentir abrazando a una persona a la que quieres. El abrazo no era solo el roce de nuestra piel, era algo más, era transmitirnos y decirnos todo simplemente con ese gesto. Era perdonarnos por todos estos años. Era un principio, un volver a empezar. Era… mágico. Se separó de mí y me sonrió. Su gesto ya no expresaba temor, parecía haberse… tranquilizado.
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