Ir a: Inicio Capítulo 17 "Un café y un polvo"
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CAPÍTULO 18. UN CAFÉ TE RECARGA LAS PILAS, UN POLVO TE DA FUERZAS PARA COMERTE EL MUNDO.
"-El café está vomitivo.
-A mí me gusta, me recarga las pilas. Es lo mejor que hay cuando uno se despierta o está cansado o disgustado.
-Gilipolleces. Lo mejor es un buen polvo por las mañanas; así te levantas con fuerzas para comerte el mundo. Ni cansado ni porras, te entran ganas de follar otra vez - me miró burlona - fíjate lo que te digo. Quien dice otra dice varias - rió seguramente viendo como mis mejillas volvían a encenderse."
-A mí me gusta, me recarga las pilas. Es lo mejor que hay cuando uno se despierta o está cansado o disgustado.
-Gilipolleces. Lo mejor es un buen polvo por las mañanas; así te levantas con fuerzas para comerte el mundo. Ni cansado ni porras, te entran ganas de follar otra vez - me miró burlona - fíjate lo que te digo. Quien dice otra dice varias - rió seguramente viendo como mis mejillas volvían a encenderse."
ALBA
Me lié un “cigarrito” y me dirigí hacia el hospital. Sería absurdo perder tiempo buscando a las niñas que, a saber donde mierda estaban. No creo que el cabrón les hiciera algo en mitad de un parque y a plena luz del día.
Me lié un “cigarrito” y me dirigí hacia el hospital. Sería absurdo perder tiempo buscando a las niñas que, a saber donde mierda estaban. No creo que el cabrón les hiciera algo en mitad de un parque y a plena luz del día.
La sesión de Doris no me había servido para nada ya que los problemas iban creciendo y mi ansiedad, mi preocupación, crecían con ellos. Lo único que conseguí de ella fue una buena follada y olvidarme de sentir durante 2 horas. Por supuesto, conseguí también este dolor en toda la zona superior de la espalda, entre los omóplatos, y que se extendía hacia los hombros, me suponía moverme con cierta dificultad y me recordaba que no debía seguir alimentando esos sentimientos de los cuales intentaba huir.
Mientras caminaba al encuentro de mi madre, el porro y ese dolor me aclararon las ideas, o eso creía. Mis obligaciones estaban claras, mi familia estaba clara; con Martina pondría tierra de por medio, ella sería mi debilidad y eso es lo que nunca he querido tener, debilidad por alguien.
Pasé por el hospital. Mi tío, hermano de mi madre, me informó que el médico ya había pasado y que le había informado que seguía estable dentro de la gravedad, que teníamos que esperar. Mi tío, tan cabezota como su hermana, me dijo que quería quedarse allí aquella noche también, que solo necesitaba que me quedara una media hora para que le diera tiempo a ir a pegarse una ducha, comer algo y cambiarse de ropa. Y que yo necesitaba descansar.
En esa media hora interminable, pude contar cuantos sandwich de queso había en la máquina expendedora y cuantos bocadillos de jamón serrano con apariencia de estar completamente secos y que seguramente te ahogarías con el primer bocado que le dieras. Hice mil y una combinación de menús “sandwich de jamón y queso y una Coca-Cola, bocadillo de tortilla de patatas con un Aquarius de naranja,...” En fin, mil gilipolleces para no pensar en lo que mi mente siempre acababa pensando, el dolor de espalda que me complicaba la mayoría de las posturas que tomaba.
En esa media hora interminable, pude contar cuantos sandwich de queso había en la máquina expendedora y cuantos bocadillos de jamón serrano con apariencia de estar completamente secos y que seguramente te ahogarías con el primer bocado que le dieras. Hice mil y una combinación de menús “sandwich de jamón y queso y una Coca-Cola, bocadillo de tortilla de patatas con un Aquarius de naranja,...” En fin, mil gilipolleces para no pensar en lo que mi mente siempre acababa pensando, el dolor de espalda que me complicaba la mayoría de las posturas que tomaba.
Mi tío regresó y tras una brevísima conversación, decidí pasarme por el Mercadona que había a la derecha del hospital y comprar unas bebidas. Pensé en pasarme por casa de Martina, que por más que quería quitarle razón a sus últimas palabras, no podía. Ella tenía razón en todo lo que dijo, iría a disculparme y a llevarme a mis hermanas de allí. Ya buscaría algún hostal donde quedarnos esa noche.
MARTINA
Sonó el porterillo, me levanté de la cama y miré el reloj, eran las cinco y media, serían Lucía y Almu.
-¿Sí?- dije descolgando el telefonillo. La voz de Alba sonó al otro lado, estaba sorprendida y seguía molesta, pero abrí. Me dirigí a la puerta y la dejé entreabierta, no sabía si vendría cabreada y no quería arriesgarme a que siguiera destrozando todo lo que encontraba a su paso en esas situaciones, incluida yo. Me fui a la cocina, necesitaba un café.
-Heyy nena, que entro ¿eh? - la escuché decir mientras cerraba la puerta tras de sí.
-De acuerdo.- dije en voz alta para que me oyera desde ahí.
-Yo… bueno… he venido... - entró a la cocina y me enseñó una bolsa con unas bebidas - Ehmm, ¿nos tomamos algo mientras llegan mis hermanas? porque veo que no están; a la mocosa no se le oye - me sonrió intentando romper el hielo de la última discusión.
La miré fijamente, y le devolví la mirada. Asentí.
-Está bien..- dije quitándole la bolsa.
-De puta madre. Traje ron y Coca-cola que es lo que tú bebes aparte de ese asqueroso café.- Reí.
-No está asqueroso, y bebí aquello porque es lo que me dio Gabi.- sonreí burlonamente.
-Es verdad, asqueroso no, vomitivo.
-A mí me gusta, me recarga las pilas. Es lo mejor que hay cuando uno se despierta o está cansado o disgustado.
-Gilipolleces. Lo mejor es un buen polvo por las mañanas; así te levantas con fuerzas para comerte el mundo. Ni cansado ni porras, te entra ganas de follar otra vez - me miró burlona - fijate lo que te digo. Quien dice otra dice varias - rió seguramente viendo como mis mejillas volvían a encenderse. - Y por cierto, entonces ¿no te gusta el ron cola? ¿pero no fue lo que pediste la noche que me querías comer el ...
-Sí, lo pedí. - la interrumpí. No quería escucharle decir aquello - Y no me desagrada, me gusta su sabor, es dulce. Pero no lo había probado antes de aquella noche, me lo pidió Gabi antes de ir a verte, así que luego lo pedí de nuevo para no mezclar.- ignoré el último comentario que había hecho.
-Pues es lo que hay nena. Beberemos de esta mierda - dijo sacando las botellas de la bolsa que yo había dejado en la encimera y buscando entre los armarios.
-Déjame a mí.- abrí el armario que estaba a la derecha de Alba y saqué dos vasos grandes.- ¿Estos?
-Vasos de tubo tía, no me seas burra - Asentí y saqué los vasos que había pedido.
-¿Cojo hielo?- le pregunté
-Pues claro joder, te sacan del café y no sabes ni preparar un cubata - se echó a reír.
-Si vamos a beber, contrólate, no estoy de humor.- dije sacando el hielo sin unirme a sus risas.
-Ya, tú nunca estás de humor por lo que veo - se le cortó la risa - No te preocupes que yo solo voy a esperar a que vengan estas dos y nos iremos - cogió los dos vasos y me hizo gesto para ir hacia el salón. Parecía que ninguna de las dos estaba muy allá.
-¿Qué quieres decir con eso?- pregunté mientras abría el ron y me echaba más o menos un dedo en el vaso. Vi que Alba me miraba con media sonrisa.
-No te eches demasiado no te vayas a caer redonda con la borrachera.- que provocadora era joder, eché un poco más en el vaso.
-Bueno, estamos en mi casa. ¿No? Tampoco hay mucho riesgo. - Nos sentamos en el sofá.
-¿Riesgo con lo que te has echado? - comenzó de nuevo a reírse, me estaba sacando de mis casillas - Anda dame que me eche yo, porque como me eches la misma cantidad ni me entero que es lo que estoy bebiendo.- ¿Por qué tenía aquella facilidad para ponerme de los nervios? Le acerqué mi propio vaso indicándole que lo llenara ella. Ella aceptó y echó tres dedos más de ron en mi vaso y luego echó la misma cantidad en el suyo. Me parecía demasiado, pero no dije nada. Llené lo que faltaba del vaso con coca cola y le di un trago.
- Muévelo un poquito, es que no sabes joder.- toqué uno de los hielos que salía y lo moví removiendo el contenido del vaso. Volví a beber sin contestarle nada, aquello estaba realmente rico. Di otro trago, esta vez más grande. - Vas aprendiendo nena - Ella dio un trago casi el triple que el mío y se quedó tan tranquila, se notaba que estaba acostumbrada a la bebida.
Se acomodó mejor en el sofá y justo cuando apoyó la espalda, noté como se enderezó de nuevo. Creo que no podía casi ni apoyarla aunque la muy terca lo terminó haciendo. Di otro trago y lo dejé en la mesa, me senté a su lado y le agarré la parte inferior de la camiseta. Antes de que pudiese reaccionar se la levanté y vi que la tenía roja, ¿Se habría dado un golpe? Era el mismo color de cuando te quemas con algo, pero pensé que no había podido quemarse con nada.
-¿Qué coño haces? suelta la camiseta - quiso girarse y soltarse pero le era tan grande el dolor que se tuvo que parar al instante mientras se quedaba mirándome intentando no gritar de dolor, cosa que supuse al ver como se mordía los labios. Le acaricié la parte inferior de la espalda donde no tenía la piel hinchada, me dio miedo hacerlo en la otra zona, ya que no podía ni apoyarse.
-¿Te has golpeado?- susurré en su oído.
-No es nada, déjalo - su cara había palidecido - Yo quería… bueno…
-Shh, tranquila.- la corté, sabía que no quería decírmelo. Rocé sus labios con los míos, y le sonreí.- No tienes porqué decirlo si no quieres.- cogí de nuevo el vaso y me alejé un poco de ella.
-He pensado que será mejor que nos marchemos de aquí - suspiró y dio otro buen trago a su bebida - Este problema es nuestro y no quiero meter a más gente por medio.
-Está arreglado. Y eres idiota si pensabas que os iba a dejar en la calle el lunes.
-Sí, está arreglado porque nos iremos a un hostal.
-Falso. Os iréis, pero no a un hostal. Mi padre tiene un piso cerca de aquí, apenas a veinte minutos andando, me lo ha prestado.- intenté no hacer una mueca, me había costado un fin de semana entero con mi familia en la playa. Según mi padre debía pasar un tiempo con mi madre, así que hoy cuando le había llamado para pedirle el favor me había dicho que el próximo fin de semana debería ir con ella y la asquerosa de mi hermana a la casa de la playa.
-Perdona tía, nosotras…
-Perdonada.- le corté. Me desesperaba aquella chica...
-No me estás escuchando ¿no? Que no quiero tu caridad joder. Que tengo dinero suficiente como para sacar a mi familia adelante sin tu ayuda. ¿Entiendes?
-Perfectamente.- di un trago al vaso y me terminé su contenido, ella hizo lo mismo.- Ahora vuelvo.- fui a la cocina y me eché más hielo en el puto vaso. Volví con ella y lo llené de nuevo, tal y como ella había hecho antes. Di un buen trago de nuevo y me bebí la mitad del contenido. Estaba harta de aquella tía, pero a la vez tenía algo irresistible que me atraía hacia ella. Aborrecía aquello.
-¿Dónde coño se habrán metido estas dos? - miró su reloj algo desesperada, no quería volver a tratar el tema así que decidí no contestarle.
Nos quedamos en silencio un instante demasiado incómodo para mi gusto, en el que yo seguía dando sorbos a aquella bebida y Alba se intentó poner lo más cómoda posible en el sofá tratando de coger la postura idónea para que no le doliese lo que sea que tuviera en la espalda. Parece que lo consiguió y reposando la cabeza en el sofá cerró los ojos y suspiro de alivio.
-Martina, antes de que vengan las niñas, quería decirte que siento la discusión de antes. No podemos estar eternamente encerradas pero ese cabrón... - se mordió el labio inferior de rabia.
-Lo entiendo.- me limité a contestar. Me di cuenta de que me había terminado el vaso y empezaba a sentirme un poco acalorada. Me serví de nuevo, mientras ella me miraba.
-Esos colores - dijo señalando mis mejillas - ¿son porque te da vergüenza mirarme o porque se te ha subido los dos cubatas que te has metido entre pecho y espalda en solo un cuarto de hora? - sonrió
-¿Y ahora es cuando finges que importa acaso?- le pregunté.
-No, la verdad es que no me importa, pero puede sentarte mal si no estás acostumbrada y empezar a vomitar por el salón y aghhhh eso me da mucho asco - ¿se estaba burlando de mí?
-¿Qué consigues con esto? ¿Aumentar ese rollo falso de dura de mierda que llevas?
-¡Pero bueno! ¿Dónde está la niñita que no sabía ni decir la palabra follar?
-Asqueada por tu comportamiento, así está la niñita.
-¿Sabes? Creo que lo que te pasa es que te gustó follar conmigo y no sabes como asimilar todo lo que se te viene encima. Eso es lo que te pasa - Dejó de mirarme y volvió a cerrar los ojos e intentar descansar de nuevo la espalda como podía. No la soportaba.
-Pues ¿sabes lo que pienso yo? Pienso que tú estás acojonada, que no eres capaz de enfrentarte ni a tu mundo ni a ti misma, que te consideras una especie de monstruo y que para olvidarlo solo follas o bebes, utilizas a las personas para poder sentirte superior a ellas, pero asúmelo, solo eres alguien más que tarde o temprano caerá en las redes de una persona.- dije mientras notaba como la sangre hervía en mi interior. Volvió a abrir los ojos al oirme decir eso y me fulminó con la mirada.
-¿Qué coño has dicho con eso?
-Lo que has oído.- contesté.
-Me estás cabreando Martina con tus gilipolleces.
-Lo mismo digo, con tu maldita prepotencia.
-Me tienes hasta el coño. Y siempre que nos vemos haces lo mismo.
-¿Yo? ¡Eres tú la que se burla de mí e intenta picarme! Solo porque no eres capaz de admitir que sientes algo por mí ¡Lucía me lo ha contado!
Sonó el porterillo, me levanté de la cama y miré el reloj, eran las cinco y media, serían Lucía y Almu.
-¿Sí?- dije descolgando el telefonillo. La voz de Alba sonó al otro lado, estaba sorprendida y seguía molesta, pero abrí. Me dirigí a la puerta y la dejé entreabierta, no sabía si vendría cabreada y no quería arriesgarme a que siguiera destrozando todo lo que encontraba a su paso en esas situaciones, incluida yo. Me fui a la cocina, necesitaba un café.
-Heyy nena, que entro ¿eh? - la escuché decir mientras cerraba la puerta tras de sí.
-De acuerdo.- dije en voz alta para que me oyera desde ahí.
-Yo… bueno… he venido... - entró a la cocina y me enseñó una bolsa con unas bebidas - Ehmm, ¿nos tomamos algo mientras llegan mis hermanas? porque veo que no están; a la mocosa no se le oye - me sonrió intentando romper el hielo de la última discusión.
La miré fijamente, y le devolví la mirada. Asentí.
-Está bien..- dije quitándole la bolsa.
-De puta madre. Traje ron y Coca-cola que es lo que tú bebes aparte de ese asqueroso café.- Reí.
-No está asqueroso, y bebí aquello porque es lo que me dio Gabi.- sonreí burlonamente.
-Es verdad, asqueroso no, vomitivo.
-A mí me gusta, me recarga las pilas. Es lo mejor que hay cuando uno se despierta o está cansado o disgustado.
-Gilipolleces. Lo mejor es un buen polvo por las mañanas; así te levantas con fuerzas para comerte el mundo. Ni cansado ni porras, te entra ganas de follar otra vez - me miró burlona - fijate lo que te digo. Quien dice otra dice varias - rió seguramente viendo como mis mejillas volvían a encenderse. - Y por cierto, entonces ¿no te gusta el ron cola? ¿pero no fue lo que pediste la noche que me querías comer el ...
-Sí, lo pedí. - la interrumpí. No quería escucharle decir aquello - Y no me desagrada, me gusta su sabor, es dulce. Pero no lo había probado antes de aquella noche, me lo pidió Gabi antes de ir a verte, así que luego lo pedí de nuevo para no mezclar.- ignoré el último comentario que había hecho.
-Pues es lo que hay nena. Beberemos de esta mierda - dijo sacando las botellas de la bolsa que yo había dejado en la encimera y buscando entre los armarios.
-Déjame a mí.- abrí el armario que estaba a la derecha de Alba y saqué dos vasos grandes.- ¿Estos?
-Vasos de tubo tía, no me seas burra - Asentí y saqué los vasos que había pedido.
-¿Cojo hielo?- le pregunté
-Pues claro joder, te sacan del café y no sabes ni preparar un cubata - se echó a reír.
-Si vamos a beber, contrólate, no estoy de humor.- dije sacando el hielo sin unirme a sus risas.
-Ya, tú nunca estás de humor por lo que veo - se le cortó la risa - No te preocupes que yo solo voy a esperar a que vengan estas dos y nos iremos - cogió los dos vasos y me hizo gesto para ir hacia el salón. Parecía que ninguna de las dos estaba muy allá.
-¿Qué quieres decir con eso?- pregunté mientras abría el ron y me echaba más o menos un dedo en el vaso. Vi que Alba me miraba con media sonrisa.
-No te eches demasiado no te vayas a caer redonda con la borrachera.- que provocadora era joder, eché un poco más en el vaso.
-Bueno, estamos en mi casa. ¿No? Tampoco hay mucho riesgo. - Nos sentamos en el sofá.
-¿Riesgo con lo que te has echado? - comenzó de nuevo a reírse, me estaba sacando de mis casillas - Anda dame que me eche yo, porque como me eches la misma cantidad ni me entero que es lo que estoy bebiendo.- ¿Por qué tenía aquella facilidad para ponerme de los nervios? Le acerqué mi propio vaso indicándole que lo llenara ella. Ella aceptó y echó tres dedos más de ron en mi vaso y luego echó la misma cantidad en el suyo. Me parecía demasiado, pero no dije nada. Llené lo que faltaba del vaso con coca cola y le di un trago.
- Muévelo un poquito, es que no sabes joder.- toqué uno de los hielos que salía y lo moví removiendo el contenido del vaso. Volví a beber sin contestarle nada, aquello estaba realmente rico. Di otro trago, esta vez más grande. - Vas aprendiendo nena - Ella dio un trago casi el triple que el mío y se quedó tan tranquila, se notaba que estaba acostumbrada a la bebida.
Se acomodó mejor en el sofá y justo cuando apoyó la espalda, noté como se enderezó de nuevo. Creo que no podía casi ni apoyarla aunque la muy terca lo terminó haciendo. Di otro trago y lo dejé en la mesa, me senté a su lado y le agarré la parte inferior de la camiseta. Antes de que pudiese reaccionar se la levanté y vi que la tenía roja, ¿Se habría dado un golpe? Era el mismo color de cuando te quemas con algo, pero pensé que no había podido quemarse con nada.
-¿Qué coño haces? suelta la camiseta - quiso girarse y soltarse pero le era tan grande el dolor que se tuvo que parar al instante mientras se quedaba mirándome intentando no gritar de dolor, cosa que supuse al ver como se mordía los labios. Le acaricié la parte inferior de la espalda donde no tenía la piel hinchada, me dio miedo hacerlo en la otra zona, ya que no podía ni apoyarse.
-¿Te has golpeado?- susurré en su oído.
-No es nada, déjalo - su cara había palidecido - Yo quería… bueno…
-Shh, tranquila.- la corté, sabía que no quería decírmelo. Rocé sus labios con los míos, y le sonreí.- No tienes porqué decirlo si no quieres.- cogí de nuevo el vaso y me alejé un poco de ella.
-He pensado que será mejor que nos marchemos de aquí - suspiró y dio otro buen trago a su bebida - Este problema es nuestro y no quiero meter a más gente por medio.
-Está arreglado. Y eres idiota si pensabas que os iba a dejar en la calle el lunes.
-Sí, está arreglado porque nos iremos a un hostal.
-Falso. Os iréis, pero no a un hostal. Mi padre tiene un piso cerca de aquí, apenas a veinte minutos andando, me lo ha prestado.- intenté no hacer una mueca, me había costado un fin de semana entero con mi familia en la playa. Según mi padre debía pasar un tiempo con mi madre, así que hoy cuando le había llamado para pedirle el favor me había dicho que el próximo fin de semana debería ir con ella y la asquerosa de mi hermana a la casa de la playa.
-Perdona tía, nosotras…
-Perdonada.- le corté. Me desesperaba aquella chica...
-No me estás escuchando ¿no? Que no quiero tu caridad joder. Que tengo dinero suficiente como para sacar a mi familia adelante sin tu ayuda. ¿Entiendes?
-Perfectamente.- di un trago al vaso y me terminé su contenido, ella hizo lo mismo.- Ahora vuelvo.- fui a la cocina y me eché más hielo en el puto vaso. Volví con ella y lo llené de nuevo, tal y como ella había hecho antes. Di un buen trago de nuevo y me bebí la mitad del contenido. Estaba harta de aquella tía, pero a la vez tenía algo irresistible que me atraía hacia ella. Aborrecía aquello.
-¿Dónde coño se habrán metido estas dos? - miró su reloj algo desesperada, no quería volver a tratar el tema así que decidí no contestarle.
Nos quedamos en silencio un instante demasiado incómodo para mi gusto, en el que yo seguía dando sorbos a aquella bebida y Alba se intentó poner lo más cómoda posible en el sofá tratando de coger la postura idónea para que no le doliese lo que sea que tuviera en la espalda. Parece que lo consiguió y reposando la cabeza en el sofá cerró los ojos y suspiro de alivio.
-Martina, antes de que vengan las niñas, quería decirte que siento la discusión de antes. No podemos estar eternamente encerradas pero ese cabrón... - se mordió el labio inferior de rabia.
-Lo entiendo.- me limité a contestar. Me di cuenta de que me había terminado el vaso y empezaba a sentirme un poco acalorada. Me serví de nuevo, mientras ella me miraba.
-Esos colores - dijo señalando mis mejillas - ¿son porque te da vergüenza mirarme o porque se te ha subido los dos cubatas que te has metido entre pecho y espalda en solo un cuarto de hora? - sonrió
-¿Y ahora es cuando finges que importa acaso?- le pregunté.
-No, la verdad es que no me importa, pero puede sentarte mal si no estás acostumbrada y empezar a vomitar por el salón y aghhhh eso me da mucho asco - ¿se estaba burlando de mí?
-¿Qué consigues con esto? ¿Aumentar ese rollo falso de dura de mierda que llevas?
-¡Pero bueno! ¿Dónde está la niñita que no sabía ni decir la palabra follar?
-Asqueada por tu comportamiento, así está la niñita.
-¿Sabes? Creo que lo que te pasa es que te gustó follar conmigo y no sabes como asimilar todo lo que se te viene encima. Eso es lo que te pasa - Dejó de mirarme y volvió a cerrar los ojos e intentar descansar de nuevo la espalda como podía. No la soportaba.
-Pues ¿sabes lo que pienso yo? Pienso que tú estás acojonada, que no eres capaz de enfrentarte ni a tu mundo ni a ti misma, que te consideras una especie de monstruo y que para olvidarlo solo follas o bebes, utilizas a las personas para poder sentirte superior a ellas, pero asúmelo, solo eres alguien más que tarde o temprano caerá en las redes de una persona.- dije mientras notaba como la sangre hervía en mi interior. Volvió a abrir los ojos al oirme decir eso y me fulminó con la mirada.
-¿Qué coño has dicho con eso?
-Lo que has oído.- contesté.
-Me estás cabreando Martina con tus gilipolleces.
-Lo mismo digo, con tu maldita prepotencia.
-Me tienes hasta el coño. Y siempre que nos vemos haces lo mismo.
-¿Yo? ¡Eres tú la que se burla de mí e intenta picarme! Solo porque no eres capaz de admitir que sientes algo por mí ¡Lucía me lo ha contado!
ALBA
“Que Lucía ¿qué?” bueno, me parece increíble que la niña esté diciéndole esas cosas a Martina. Pero que mierda se cree que es. La rabia me salía por las orejas, ya no me dolía ni la espalda del cabreo que me estaba provocando esta conversación.
-Lucía es una niñata de 16 años, ¡por favor!
-¡Pues ya sabe más que tú en estas cosas!
-No me jodas, que te crees todo lo que te va diciendo ella.
-Es más de fiar que tú Alba.-dijo mirándome fijamente a los ojos.
-Eres gilipollas como ella entonces - no le aparté la mirada - No voy a negar que me gusta follarte pero de eso a sentir algo, va un abismo.
-Me alegro porque me preocupaba que pudieras sentir algo.
El tenerla delante, el sacarme de mis casillas, el que siempre se enfrentara a mí, que tuviera la osadía de decirme las cosas a la cara me excitaba, joder, me ponía en un microsegundo cada vez que discutíamos. Y ya no podía más, mi entrepierna me tenía ya desesperada. La niña ésta me iba a dar más de un problema, lo sabía, pero aún así su atracción era más potente que el evitar esos problemas.
No pude más y me abalancé hacia ella como un lobo hambriento en busca de su boca. La espalda me dolía a rabiar pero el poder saborear de nuevo su boca lo apaciguaba todo.
-Cállate ya Martina - decía con mi boca pegada a la suya - Sabes que no siento nada y que solo busco follar para quitarme esta rabia que tengo - En contra de lo que creía ella aceptó mi boca cogiendome el rostro con ambas manos y siendo ella la que buscaba el interior de mi boca. Me hizo doblarme un poco más y eso me provocó una gran punzada en el lado izquierdo que hizo quejarme.
-Lo siento, lo siento, lo siento - me susurró rápidamente mientras me daba cortos besos en los labios y me colocaba a mí lo mejor que podía en el sofá. Me empujó lentamente la espalda para que también la reposara y esperó para ver si yo me quejaba. Al ver que no lo hacía se me sentó a horcajadas encima de mis piernas, nos miramos a los ojos con nuestras respiraciones aceleradas. - ¿Estás cómoda? - La vi preocupada por mi espalda. -No te preocupes. Solo me servirá para recordar en no caer en algo - ella arqueó las cejas no comprendiendo nada y fue a comerme la boca con un arrebato que no esperaba, la dejé hacer. La Martina atrevida volvía a hacer acto de presencia y creí caer en el motivo de ello: la bebida. - Martina… Martina - intentaba hablar mientras ella insistía en jugar con mi lengua. Mis manos le apartaron un poco el rostro del mío - Eyyy, vas avasallando - sonreí - ¿Estás segura de lo que estamos haciendo? Cuando bebes… - carraspeé un poco - te envalentonas y después te arrepientes de lo que has hecho.
-No me arrepiento, solo me… rallo. Y sí, quiero que me beses. Pero si no estás segura de ello porque te da miedo...- me miró con sus enormes ojos, burlona, y dejó la frase en medio. Sabía que yo entendía lo que me estaba diciendo.
“Que Lucía ¿qué?” bueno, me parece increíble que la niña esté diciéndole esas cosas a Martina. Pero que mierda se cree que es. La rabia me salía por las orejas, ya no me dolía ni la espalda del cabreo que me estaba provocando esta conversación.
-Lucía es una niñata de 16 años, ¡por favor!
-¡Pues ya sabe más que tú en estas cosas!
-No me jodas, que te crees todo lo que te va diciendo ella.
-Es más de fiar que tú Alba.-dijo mirándome fijamente a los ojos.
-Eres gilipollas como ella entonces - no le aparté la mirada - No voy a negar que me gusta follarte pero de eso a sentir algo, va un abismo.
-Me alegro porque me preocupaba que pudieras sentir algo.
El tenerla delante, el sacarme de mis casillas, el que siempre se enfrentara a mí, que tuviera la osadía de decirme las cosas a la cara me excitaba, joder, me ponía en un microsegundo cada vez que discutíamos. Y ya no podía más, mi entrepierna me tenía ya desesperada. La niña ésta me iba a dar más de un problema, lo sabía, pero aún así su atracción era más potente que el evitar esos problemas.
No pude más y me abalancé hacia ella como un lobo hambriento en busca de su boca. La espalda me dolía a rabiar pero el poder saborear de nuevo su boca lo apaciguaba todo.
-Cállate ya Martina - decía con mi boca pegada a la suya - Sabes que no siento nada y que solo busco follar para quitarme esta rabia que tengo - En contra de lo que creía ella aceptó mi boca cogiendome el rostro con ambas manos y siendo ella la que buscaba el interior de mi boca. Me hizo doblarme un poco más y eso me provocó una gran punzada en el lado izquierdo que hizo quejarme.
-Lo siento, lo siento, lo siento - me susurró rápidamente mientras me daba cortos besos en los labios y me colocaba a mí lo mejor que podía en el sofá. Me empujó lentamente la espalda para que también la reposara y esperó para ver si yo me quejaba. Al ver que no lo hacía se me sentó a horcajadas encima de mis piernas, nos miramos a los ojos con nuestras respiraciones aceleradas. - ¿Estás cómoda? - La vi preocupada por mi espalda. -No te preocupes. Solo me servirá para recordar en no caer en algo - ella arqueó las cejas no comprendiendo nada y fue a comerme la boca con un arrebato que no esperaba, la dejé hacer. La Martina atrevida volvía a hacer acto de presencia y creí caer en el motivo de ello: la bebida. - Martina… Martina - intentaba hablar mientras ella insistía en jugar con mi lengua. Mis manos le apartaron un poco el rostro del mío - Eyyy, vas avasallando - sonreí - ¿Estás segura de lo que estamos haciendo? Cuando bebes… - carraspeé un poco - te envalentonas y después te arrepientes de lo que has hecho.
-No me arrepiento, solo me… rallo. Y sí, quiero que me beses. Pero si no estás segura de ello porque te da miedo...- me miró con sus enormes ojos, burlona, y dejó la frase en medio. Sabía que yo entendía lo que me estaba diciendo.
Busqué su boca como respuesta a lo que dejó a medias por decir; mis manos volvieron a su culo para acercarla más a mi cuerpo. Dolió, ese movimiento dolió, me recordó que dentro se me estaba metiendo Martina en mi mente, en mis sentimientos y aparté mi boca de ella mirando esos ojos que me hechizaban.
-¿Qué? - sonrió provocativa y volvió a besarme - Prometo que tendré cuidado con la espalda.- susurró en mi oído mientras me mordisqueaba la oreja. Eso me mataba; esta niña con dos copas de más me ponía a mil y ni los azotes de Doris, ni los dolores de espalda ni mi propia razón de no querer tener nada con ella, sirvieron para separarme de ella. Quería sus besos, quería su calor, lo quería, lo quería todo. Noté como deslizaba su mano hasta mi coño y mientras me lamía el cuello, apretó su mano sobre mí e hizo que soltara un gemido. Mi mano hizo lo propio y buscó también su entrepierna. Húmeda, como siempre me la encontraba en nuestros encuentros. Ella empezó a acariciarme por encima de los pantalones mientras seguía jugando con mi cuello. Se notaba que estaba excitada, y aunque me negaba a admitirlo me encantaba que estuviera así para mí siempre. Un sonido molesto que no logré reconocer se me metió en los oídos aunque quería obviarlo y seguir con ello, me di cuenta que era el timbre de casa. La razón se volvió a apoderar de mí, nada de sentimientos y seguramente era Lucía la que llamaba, nos teníamos que marchar de esa casa pero ya.
-Joder.- la oí murmurar por lo bajo mientras se levantaba de encima y se dirigía hacia la puerta. Suspiré, era lo mejor.
-Debe ser Lucía con la enana.
Oí como pulsaba el timbre. Y dejó la puerta abierta de la casa para cuando llegaran.
-¿Qué hora es?- me miró.
-Ni puta idea, pero ya era hora de que llegaran.
En ese momento oí el ascensor y enseguida la risa de la mocosa llegó a mis oídos. La pequeñaja atravesó la puerta como un relámpago y entró en el salón precipitándose sobre mí. Se subió al sofá como pudo y me tendió un paquetito envuelto en un papel verde con mariposas.
-Hola enana. ¿Esto que es? - le pregunté cogiendo ese paquete sorpresa y poniendo cara de asombro. Ella se me colocó encima de mis piernas sin nada de miramientos y yo tuve que aguantar los gestos de dolor por todos esos movimientos. Vi que Martina y Lucía se dieron cuenta de ello e intentaron que la niñita se quedara quieta sobre mis piernas. Di gracias porque ninguna me bombardeara con preguntas sobre lo que me pasaba, ambas eran incansables a la hora de interrogar a su víctima. Lo que también me extrañaba es que no lo hicieran, no era normal ¿sospecharían algo?
-Es un legalo.- dijo sonriendo
-¿Para mí? - hice un gesto de sorpresa mayúsculo. Lucía sonreía al vernos. Asintió con la cabeza.
-Pod supuesto.
-Ábrelo Alba.- me dijo Lucía sonriendo. Lo abrí ilusionada, y no fingía, la verdad es que me gustaban las sorpresas. Hacía años luz que no me sorprendían.
-Alaaaaaaa, me encantan. - era un paquete de chuches lleno de nubes rosas que era mis chuches preferidas; seguramente Lucía debía acordarse de aquel detalle porque la vi emocionada al ver que mi alegría no era fingida - Gracias enana. Me las comeré todas yo.
-Son mis favolitas.- dijo sonriendo y cogiendo una con su manita acercándomela a la boca. Yo la acepté con mucho gusto y me la comí de un bocado. Hacía años que no me comía una, me supo a gloria. Cogí otra y se la coloqué entre los labios ofreciéndosela a la pequeña, la cual se la empezó a comer sin dudar ni un segundo y terminó dándome un beso inocente en la boca. Ese gesto me transportó a mi niñez cuando yo se lo daba a mi madre; esta niña se parecía tanto a mí que no era ni medio normal.
-¿Qué? - sonrió provocativa y volvió a besarme - Prometo que tendré cuidado con la espalda.- susurró en mi oído mientras me mordisqueaba la oreja. Eso me mataba; esta niña con dos copas de más me ponía a mil y ni los azotes de Doris, ni los dolores de espalda ni mi propia razón de no querer tener nada con ella, sirvieron para separarme de ella. Quería sus besos, quería su calor, lo quería, lo quería todo. Noté como deslizaba su mano hasta mi coño y mientras me lamía el cuello, apretó su mano sobre mí e hizo que soltara un gemido. Mi mano hizo lo propio y buscó también su entrepierna. Húmeda, como siempre me la encontraba en nuestros encuentros. Ella empezó a acariciarme por encima de los pantalones mientras seguía jugando con mi cuello. Se notaba que estaba excitada, y aunque me negaba a admitirlo me encantaba que estuviera así para mí siempre. Un sonido molesto que no logré reconocer se me metió en los oídos aunque quería obviarlo y seguir con ello, me di cuenta que era el timbre de casa. La razón se volvió a apoderar de mí, nada de sentimientos y seguramente era Lucía la que llamaba, nos teníamos que marchar de esa casa pero ya.
-Joder.- la oí murmurar por lo bajo mientras se levantaba de encima y se dirigía hacia la puerta. Suspiré, era lo mejor.
-Debe ser Lucía con la enana.
Oí como pulsaba el timbre. Y dejó la puerta abierta de la casa para cuando llegaran.
-¿Qué hora es?- me miró.
-Ni puta idea, pero ya era hora de que llegaran.
En ese momento oí el ascensor y enseguida la risa de la mocosa llegó a mis oídos. La pequeñaja atravesó la puerta como un relámpago y entró en el salón precipitándose sobre mí. Se subió al sofá como pudo y me tendió un paquetito envuelto en un papel verde con mariposas.
-Hola enana. ¿Esto que es? - le pregunté cogiendo ese paquete sorpresa y poniendo cara de asombro. Ella se me colocó encima de mis piernas sin nada de miramientos y yo tuve que aguantar los gestos de dolor por todos esos movimientos. Vi que Martina y Lucía se dieron cuenta de ello e intentaron que la niñita se quedara quieta sobre mis piernas. Di gracias porque ninguna me bombardeara con preguntas sobre lo que me pasaba, ambas eran incansables a la hora de interrogar a su víctima. Lo que también me extrañaba es que no lo hicieran, no era normal ¿sospecharían algo?
-Es un legalo.- dijo sonriendo
-¿Para mí? - hice un gesto de sorpresa mayúsculo. Lucía sonreía al vernos. Asintió con la cabeza.
-Pod supuesto.
-Ábrelo Alba.- me dijo Lucía sonriendo. Lo abrí ilusionada, y no fingía, la verdad es que me gustaban las sorpresas. Hacía años luz que no me sorprendían.
-Alaaaaaaa, me encantan. - era un paquete de chuches lleno de nubes rosas que era mis chuches preferidas; seguramente Lucía debía acordarse de aquel detalle porque la vi emocionada al ver que mi alegría no era fingida - Gracias enana. Me las comeré todas yo.
-Son mis favolitas.- dijo sonriendo y cogiendo una con su manita acercándomela a la boca. Yo la acepté con mucho gusto y me la comí de un bocado. Hacía años que no me comía una, me supo a gloria. Cogí otra y se la coloqué entre los labios ofreciéndosela a la pequeña, la cual se la empezó a comer sin dudar ni un segundo y terminó dándome un beso inocente en la boca. Ese gesto me transportó a mi niñez cuando yo se lo daba a mi madre; esta niña se parecía tanto a mí que no era ni medio normal.
Siendo tan picajosa como yo era, no se me ocurrió otra cosa que coger otra nube, ponérmela de nuevo entre los labios y dirigirme a Martina.
-Otra nube para ti. Anda, cómetela - intenté decir de la mejor forma posible para que se me entendiera y no se me cayera la chuche de los labios.- Vi que Martina se ponía roja. Pero se acercó y se comió la nube de entre mis labios. No me dio ese beso que esperaba, aunque también es verdad que no esperaba siquiera que se la comiera.
-¿Tienes hambre peque? - dijo Lucía dirigiéndose a Almu.
-Venga enana, merienda algo que nos tenemos que ir - intenté que se quitara de mis rodillas.
-¿A dónde?- dijo Lucía mirándome fijamente.
-Nos alojaremos en un motel de por aquí, hasta que encuentre algo o se calme la cosa - logré dejar a Almu en el suelo e intenté colocarme mejor para no rozar tanto la espalda en el sofá. Se sentó en el suelo y se agarró a mí pierna.
-¡Pero Martina me dijo que nos había conseguido un piso, antes en la comida! - miró a Martina buscando respuesta y ella se encogió de hombros.
-No debemos molestar más a Martina. Demasiado ha hecho por nosotras y no hace ni un mes que me conoce. Termina con la niña que nos vamos - quise terminar la conversación.
Lucía se quedó mirándome fijamente, era tan parecida a mi madre que me recorrió un escalofrío.
-Pero ¿Por qué no podemos ir ahí?
-No insistas coño - alcé la voz ya algo irritada por la cabezonería de Lucía - Recoge lo que tengas que recoger y salgamos ya.
-Pero ¿Por qué Alba? ¿Para qué arriesgarse? - Me levanté del sofá con una rabia ya perceptible.
-Lucía nos vamos. Ya. - dije imperativamente.
Me miró con rabia y fue hacia la peque. No me había dado cuenta de que había corrido hasta detrás del sofá y tenía expresión de terror en la cara. Cambié mi tono de voz y mi semblante, logré poner mi mejor sonrisa cuando me dirigí hacia la pequeñaja.
-Enana, vamos a ir a dormir a un nuevo sitio donde dormiremos las tres juntitas ¿vale? Veremos un ratito la tele en la cama y nos acurrucaremos las tres.
La pequeña no dijo nada y se escondió tras la pierna de Lucía evitándome. Me sentí culpable por esa reacción que tan bien conocía yo. Me estaba convirtiendo en lo mismo que tanto odiaba.
-Salgamos ya, se nos va a hacer tarde - quise salir de allí, de las miradas inquisitivas de las tres y de la atracción de Martina.
-¿Tienes hambre peque? - dijo Lucía dirigiéndose a Almu.
-Venga enana, merienda algo que nos tenemos que ir - intenté que se quitara de mis rodillas.
-¿A dónde?- dijo Lucía mirándome fijamente.
-Nos alojaremos en un motel de por aquí, hasta que encuentre algo o se calme la cosa - logré dejar a Almu en el suelo e intenté colocarme mejor para no rozar tanto la espalda en el sofá. Se sentó en el suelo y se agarró a mí pierna.
-¡Pero Martina me dijo que nos había conseguido un piso, antes en la comida! - miró a Martina buscando respuesta y ella se encogió de hombros.
-No debemos molestar más a Martina. Demasiado ha hecho por nosotras y no hace ni un mes que me conoce. Termina con la niña que nos vamos - quise terminar la conversación.
Lucía se quedó mirándome fijamente, era tan parecida a mi madre que me recorrió un escalofrío.
-Pero ¿Por qué no podemos ir ahí?
-No insistas coño - alcé la voz ya algo irritada por la cabezonería de Lucía - Recoge lo que tengas que recoger y salgamos ya.
-Pero ¿Por qué Alba? ¿Para qué arriesgarse? - Me levanté del sofá con una rabia ya perceptible.
-Lucía nos vamos. Ya. - dije imperativamente.
Me miró con rabia y fue hacia la peque. No me había dado cuenta de que había corrido hasta detrás del sofá y tenía expresión de terror en la cara. Cambié mi tono de voz y mi semblante, logré poner mi mejor sonrisa cuando me dirigí hacia la pequeñaja.
-Enana, vamos a ir a dormir a un nuevo sitio donde dormiremos las tres juntitas ¿vale? Veremos un ratito la tele en la cama y nos acurrucaremos las tres.
La pequeña no dijo nada y se escondió tras la pierna de Lucía evitándome. Me sentí culpable por esa reacción que tan bien conocía yo. Me estaba convirtiendo en lo mismo que tanto odiaba.
-Salgamos ya, se nos va a hacer tarde - quise salir de allí, de las miradas inquisitivas de las tres y de la atracción de Martina.
LUCÍA
Me parecía una mierda haber salido de casa de Martina. El hostal estaba bien, pero no tenía la seguridad que nos daba lo otro. Acababa de acostar a la peque en la cama y me dirigí hacia la terraza dónde estaba Alba. Estaba apoyada en la baranda fumándose, como no, otro porro. Era algo que tendría que hablar seriamente con ella pues creo que estaba abusando de ellos, y además delante de la pequeña no me gustaba nada que se lo hiciera y que se lo fumase. Era una egoísta. Pensé que habría cambiado, pero seguía siendo una egoísta. Me senté en una silla y me quedé ahí mirando alternativamente la noche y a ella. Alba se giró al escucharme y gesticuló una leve sonrisa.
-¿Ya se durmió?
-Sí.- contesté secamente.
-Perfecto. Terminaré de fumármelo y también me acostaré yo. Ha sido un día largo.- No contesté, me dediqué a mirarla. ¿Largo? Era un día de mierda, y eso que hasta la tarde había parecido un día prometedor. -¿Qué coño te pasa a ti ahora?
-Nada.- dije mirando hacia la noche.
-Y una mierda nada.
-¿Sabes lo que me pasa? ¡Que sigues igual! ¡Eres egoísta! ¡Y cobarde!- solté furiosa intentando no gritar para no despertar a Almu.
-¿De qué coño estás hablando tú ahora? ¿Egoísta? Cuando os he alojado y buscado un sitio donde estar
-Siempre se hace lo que tú quieras, no nos hemos ido por no molestar a Martina y lo sabes, y nos arrastras a las dos, te lo recuerdo Alba. Sabes igual de bien que yo que esto no es seguro.
-No es seguro ningún sitio y no vamos a meter a Martina en nuestros problemas ¿entendido?
-Él nunca te relacionaría con Martina joder, ¡teníamos una especie de salida! Solo nos hemos ido porque tú, como siempre, no eres capaz de enfrentarte a las cosas.
-No me ralles con tus gilipolleces, hazme el favor. Martina no es nada y como no es nada, no debe estar metida en nuestra mierda. Si no lo entiendes es que eres más gilipollas de lo que yo creía.
-Siempre te comportas como una estúpida. La quieres, te guste o no.- me levanté dando por terminada la conversación. Alba también se giró apoyándose de nuevo en la barandilla y dando su última calada. Me metí en el cuarto de nuevo y me tumbé en la cama intentando no tocar a la pequeña para no despertarla. No tardé mucho en dormirme.
Me parecía una mierda haber salido de casa de Martina. El hostal estaba bien, pero no tenía la seguridad que nos daba lo otro. Acababa de acostar a la peque en la cama y me dirigí hacia la terraza dónde estaba Alba. Estaba apoyada en la baranda fumándose, como no, otro porro. Era algo que tendría que hablar seriamente con ella pues creo que estaba abusando de ellos, y además delante de la pequeña no me gustaba nada que se lo hiciera y que se lo fumase. Era una egoísta. Pensé que habría cambiado, pero seguía siendo una egoísta. Me senté en una silla y me quedé ahí mirando alternativamente la noche y a ella. Alba se giró al escucharme y gesticuló una leve sonrisa.
-¿Ya se durmió?
-Sí.- contesté secamente.
-Perfecto. Terminaré de fumármelo y también me acostaré yo. Ha sido un día largo.- No contesté, me dediqué a mirarla. ¿Largo? Era un día de mierda, y eso que hasta la tarde había parecido un día prometedor. -¿Qué coño te pasa a ti ahora?
-Nada.- dije mirando hacia la noche.
-Y una mierda nada.
-¿Sabes lo que me pasa? ¡Que sigues igual! ¡Eres egoísta! ¡Y cobarde!- solté furiosa intentando no gritar para no despertar a Almu.
-¿De qué coño estás hablando tú ahora? ¿Egoísta? Cuando os he alojado y buscado un sitio donde estar
-Siempre se hace lo que tú quieras, no nos hemos ido por no molestar a Martina y lo sabes, y nos arrastras a las dos, te lo recuerdo Alba. Sabes igual de bien que yo que esto no es seguro.
-No es seguro ningún sitio y no vamos a meter a Martina en nuestros problemas ¿entendido?
-Él nunca te relacionaría con Martina joder, ¡teníamos una especie de salida! Solo nos hemos ido porque tú, como siempre, no eres capaz de enfrentarte a las cosas.
-No me ralles con tus gilipolleces, hazme el favor. Martina no es nada y como no es nada, no debe estar metida en nuestra mierda. Si no lo entiendes es que eres más gilipollas de lo que yo creía.
-Siempre te comportas como una estúpida. La quieres, te guste o no.- me levanté dando por terminada la conversación. Alba también se giró apoyándose de nuevo en la barandilla y dando su última calada. Me metí en el cuarto de nuevo y me tumbé en la cama intentando no tocar a la pequeña para no despertarla. No tardé mucho en dormirme.
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Vengaaaa porfavor subir más capítulos! Estoy que ya no tengo uñas que morderme! Me esta encantando la historia chicas!!
ResponderEliminarjajjajajja muchas gracias por tanta efusividad. Los capítulos se suelen publicar todos los jueves, o sea, que todavía queda varios días aún. Te invito a que leas los demás relatos que hemos publicado. Gracias por comentar y espero verte más por aquí comentando que te parece la historia.
ResponderEliminarVoto por plasmar toda la historia en un libro! De verdad, engancha de tal manera que hasta creo ser ellas. Solo puedo decir: Grácias.
ResponderEliminarJajajajajjajaj hablar de libro son palabras mayores, pero la verdad es que la historia está dando sus frutos. Gracias por seguirnos, gracias por estar "enganchada" y gracias por comentar... Gracias a tí, porque si no estáis vosotros la historia no continuaría.
EliminarYo lo veo como una peli.... Sería la leche
ResponderEliminarCreo que apuntáis muy alto, chicas!!! jajajja
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