Ir a: Inicio "Dudas, mentiras y tópicos"
<------------------------->
El recuerdo de
la ropa interior de Carolina está constantemente en su cabeza. Por eso está incesantemente
moviendo su culo sobre la silla del bar. Por eso y porque Vero lleva una blusa
blanca abierta hasta el escote, que deja ver un trozo de un sujetador negro de
encaje. El contraste del sujetador de Vero y los condenados osos que lleva
Carolina en el culo, la están torturando desde hace horas.
- ¿Sabes ya lo que vas a pedir? – pregunta Vero levantando la cabeza.
- ¿Sabes ya lo que vas a pedir? – pregunta Vero levantando la cabeza.
Vero tiene los
ojos marrones, rasgados y profundos. Lleva una raya de ojos negra gruesa a lo
largo de todo el párpado superior que consigue hacer que sus ojos parezcan aún
más oscuros. Miran con tanta seguridad que parece que puedan contestar solos,
cada vez que preguntan algo.
- Sí. Me pediré un Gin tonic – responde Carolina tocándose el cuello de la camisa -. ¿Tú?
- Yo prefiero vino – contesta Vero dejando la
carta sobre la mesa -. En seguida vengo.
Vero se levanta
de la mesa y se dirige a la barra. Se apoya en la superficie de madera con los
brazos cruzados, mientras se ríe con la camarera como si la conociera de toda
la vida. Carolina respira bufando cada vez que levanta la vista y la mira.
Vero es exactamente el tipo de mujer que le suele gustar. Es morena, alta,
tiene una melena corta que le llega a mitad del cuello, y tiene unas manos
delgadas de dedos largos. Para más ofuscación, Vero, lleva puesta una minifalda
negra que deja ver unas piernas esbeltas sobre unos zapatos de tacón. Carolina ha
maldecido esa falda desde que vio a Verónica, salir con ella por la puerta del
teatro.
Durante la obra
Carolina tuvo que lidiar con la imagen de Verónica moviéndose constantemente por
la sala. Nada más poner un pie en el escenario, Ana, le dio un codazo y le
dijo:
- Mira Carol, esa de ahí es Vero.
Carolina injurió
a su amiga por dentro, y la miró con cara de evidente enfado. No solo porque le
resultaba completamente sensual ver a Verónica actuando, sino porque además parecía
saber como captar toda la atención de la gente que había alrededor. Especialmente
la de Carolina. La cual se hundió en su silla, nada más escuchar la voz de Verónica.
- ¿Tú no tienes amigas feas, como el resto de los
mortales, o qué?
- Eres tan rara que acojonas, Carolina – le dijo Ana, negando con la cabeza.
Lo que menos le
apetece a Carolina ahora, es tener que enfrentarse a una mujer tan atractiva
como Verónica. Mucho menos asimilar que le haya llevado a tomar una copa, sin
importarle en absoluto haber dejado colgado al resto de amigos que habían
venido a verla. Por más que lo piense, Carolina, no puede entender como no tardo
ni un segundo en acceder a la propuesta de Vero. Carolina sigue preguntándose
por que ha sido tan voluble.
Una parte de ella
está segura, que su cerebro se dejó llevar debido a la emoción del momento. Probablemente
debió exagerar la realidad debido a su galopante miopía, pero ahora que
Carolina ha podido observar a Verónica de cerca, no puede seguir culpando a sus
ojos por gustarle demasiado lo que le muestran.
- ¿Cómo puedo haberme dejado las putas gafas
encima de mesa y haberme traído las bragas mas feas de todo mi armario? –
piensa, Carolina, mientras Vero pone las bebidas que ha pedido sobre la mesa.
- ¿Qué te ha parecido la obra? – pregunta, Vero, a
Carolina.
- Ha estado bien – dice, Carolina, mientras le da
un largo sorbo a su bebida.
- ¿Sólo bien? – pregunta Verónica algo defraudada.
- Yo no soy una experta en arte – dice, Carol,
volviendo a beber de su vaso.- Pero tienes una opinión, como todo el mundo.
- Bueno…es que no me ha parecido muy creíble – contesta Carolina.
- ¿Qué no te ha parecido creíble? – pregunta Vero.
- La historia.
- Explícate – dice, Vero, cruzando las piernas y cogiendo su vaso de vino.
Carolina tiene
que hacer esfuerzos inhumanos para posar sus ojos en la cara de Vero y no
perderse en esas piernas. La minifalda se le ha subido lo justo, con el gesto
que acaba de hacer, para que Carolina se vuelva loca imaginado que tacto puede
tener su piel.
- ¿Por donde empiezo? – pregunta, Carolina, tosiendo
un poco - Dos personas se conocen con dieciséis años. Se ven tres días. Se cuentan
los justo, como para hacerse una serie de pajas mentales a lo largo de siete
años. Se dedican a posponer todo tipo de relaciones reales con gente que
aparece alrededor, porque no paran de pensar el uno en el otro, aunque no hacen
nada para encontrarse en todo ese tiempo. Lo cual perdona que te diga, es
absurdo.
- ¿Absurdo, por qué? – pregunta Vero abriendo
mucho los ojos.
- ¡Coño! Si tanto te gusta alguien, haz algo. No
dejes pasar tanto tiempo para ahogarte de pena – contesta Carolina.
- ¿Eso es lo que sueles hacer tú? – pregunta Vero.
- Yo no suelo hacer una mierda más que pensar en
la zorra de Julia, mi ex – piensa Carolina mientras levanta una ceja y pone
cara de circunstancia.
Carolina es
bastante pasiva a la hora de ligar. No se ha acercado a una chica jamás. Es de
ese tipo de mujeres que se sientan en una silla y esperan a que las demás hagan
el trabajo por ella. La suerte que tiene es que es atractiva. Es rubia, esbelta
y tiene mucho carácter. No tiene una estructura ósea al uso, pero suele llamar
bastante la atención. Lo suficiente como para no haber necesitado, nunca,
comenzar una conversación con una extraña. Antes de Julia, cuando salía con
asiduidad y se consideraba una persona simpática, solía tener un grupo de
mujeres alrededor de su silla esperando a invitarla a una copa. Ahora, sin
embargo, está siempre de mal humor y fuma como una carretera. Su vestuario
favorito es un pantalón de pijama de cuadros y las bragas de osos que lleva
puestas.
- Pues sí – miente Carolina – si alguien me gusta
no dudo en lanzarme. No como los personajes de tu obra. Ellos simplemente
aceptan esa putada, sin más.
- ¿Qué putada? ¿A dónde quieres ir a parar? –
pregunta, Vero, curiosa.
- A que vemos lo que queremos ver. Nos encanta
mentirnos a nosotros mismos – dice Carolina quitándose la chaqueta. En el bar
hace mucho calor. La conversación, la bebida y los dedos de Verónica sobre el
contorno de su copa de vino, están provocando que le suba la temperatura y se
ponga algo nerviosa-. Los protagonistas de tu obra basan todo su amor en lo que
vivieron en setenta y dos horas. ¿Quién se cree eso?
- ¿No crees en el amor a primera vista? – pregunta
Vero.
- No creo en el amor en general, pero ya que
preguntas específicamente, te diré que no. En el amor a primera vista menos que
en ninguno – contesta tajantemente Carolina.
- Eres todo una románica – dice, Vero, con ironía.
- ¡Venga ya, Vero! ¿No me digas que tú te lo
crees? – dice Carolina cogiendo confianza.
- ¿Por qué no? No digo que no sea improbable,
claro está, pero igual que pueden haber amigos que se enamoran después de diez
años, también te puedes encontrar con alguien que te fascine sin conocerlo –
dice Vero.
- Pues yo no me lo trago. Por lo menos, lo único
bueno que tiene tu obra, es que la farsa se ve perfectamente. Ninguno de los
personajes sabe quien es realmente la otra persona. Se lo han inventado. Cada
uno se ha imaginado una personalidad idealizada en aquella persona que
conocieron cuando eran unos niños. Durante siete años, han alimentado esa
mentira y la han dejado crecer.
- ¿Eres consciente, que acabas de poner a caldo la
obra en la que llevo trabajando seis meses? – pregunta Vero reclinándose en su
silla.
- Tu pediste mi opinión – dice Carol dándole un
sorbo a su copa – Tal vez la obra hubiese sido mejor, si el argumento no
hubiera caído en lo fácil. Aunque claro, es más fácil vender entradas contado
historias de amor artificiales, que plasmar la realidad.
- ¿Qué realidad? – pregunta molesta, Vero.
- Que las personas tenemos nuestras mierdas porque
nadie es perfecto – dice, Carolina, mirando al fondo de su copa -. Hay miles de
cosas que se obvian en este tipo de historias porque no interesan ¿Sabes? Como las
discusiones, las infidelidades, la celulitis, el hurgamiento de mocos en el
salón mientras se ve la tele, la indiferencia hacia el desnudo de tu pareja, o
las pequeñas manías que te sacan de quicio y te enfadan diariamente. Pero eso
no se cuenta. De eso nadie habla.
- Comprendo – dice, Vero, poniendo los ojos sobre
Carolina, observando fijamente como Carol bebe de su copa - ¿Hace cuanto tiempo
que no follas?
Carolina se
atraganta nada más escuchar el comentario de Vero. Una parte del líquido que
tenía en la boca se ha desviado de su camino, impresionado por la pregunta.
Carolina sabe
exactamente la respuesta a esa pregunta. Lo sabe demasiado bien. Un años, seis
meses y dos días. Concretamente esa información le pesa como una losa sobre su
conciencia, porque parte de la problemática que tuvo con Julia, es que en los
últimos meses a penas se tocaban.
- ¿A ti qué coño te importa? – le pregunta
enfadada Carolina.
Verónica se ríe
ante el repentino enfado de Carolina. Se muerde el labio y se cambia el pelo de
lado observando como Carolina cruza los brazos sobre la mesa. Verónica está tan
sexi que Carolina tiene que hacer esfuerzos para recordarse que está enfadada.
- ¿Tanto tiempo hace? – pregunta Vero riéndose
con burla.
- No, no tanto – contesta Carol matando el resto
de su copa.
- Pues no lo parece – dice Vero.
Carolina se
queda muda ante el atrevimiento de Vero. Le arde la sangre por dentro. Está tan
impactada que su cerebro se ha quedado congelado por un momento. Algo completamente
inusual en ella. Carolina suele tener contestación para todo. Incluso para las
chorradas más mínimas, ella siempre suele tener algo que decir. Pero en este
caso, el problema es que Vero ha dado sin querer en uno de los miedos centrales
de Carolina: que alguien la vuelva a tocar y se vea completamente expuesta.
- Necesito un cigarro – dice Carolina cogiendo su abrigo y saliendo del bar.
- Necesito un cigarro – dice Carolina cogiendo su abrigo y saliendo del bar.
Vero coge su
chaqueta y sale tras ella. Nada más cruzar la puerta se encuentra a Carolina encendiéndose
un cigarro con ansia. La rubia está dando caladas rápidas, mientras mueve su
pierna derecha insistentemente.
- ¿Quién coño te crees que eres? – pregunta Carolina enfurecida al ver a Vero.
- Solo te he hecho una pregunta, tampoco creo que
sea para enfadarse tanto – se defiende Vero.
- Para tu información, follo todo lo que tengo que
follar, con quien y cuando me apetece – dice Carol alzando la voz.
- Se nota – contesta Vero con media sonrisa en
la cara y una voz pausada.
- ¿Cómo que se nota? – pregunta Carolina estupefacta.
Verónica se
acerca a Carolina y le quita el cigarro de su boca. Le da una calada muy
profunda sin dejar de mirarle a los ojos.
- He visto como me miras, Carol. No le has quitado
ojo a mis piernas en toda la noche.
Las mejillas de
Carolina se enrojecen súbitamente, ante la prepotencia de Vero. Una risa de
indignación se le escapa de la boca a Carol, mientras mira rabiosa a Vero.
- Para ser una actriz novel te lo tienes bastante
creído, guapa – dice Carol manteniendo la mirada de Vero con desafío.
- Puede… – contesta Vero acercándose a Carol – o
puede que tu problema sea que no tienes agallas para hacer lo que quieres hacer.
- ¿Y tú que sabes sobre lo que yo quiero? – pregunta Carol rabiosa.
Vero coge con
dos dedos una pequeña hoja de tabaco, que se le ha quedado enganchada en la
punta de la lengua. Se humedece la boca y le da una calada lenta al cigarro de
Carolina.
- Acostarte conmigo, es obvio – dice Vero con
seguridad -. Lo cual te resultaría increíblemente fácil, dado que yo también me
muero de ganas.
Carolina se
queda completamente descolocada ante las palabras de Vero. Es la segunda vez
que le pasa en un intervalo de media hora.
- Lo digo en serio – añade Vero levantando una
ceja - Me encantaría follarte y quitarte ese palo que tienes metido dentro del
culo. Si es que sabes a hacer algo
más con esa lengua que decir chorradas, claro.
Vero apura el
cigarro y lo tira al suelo. Mira atentamente a Carol y se da la vuelta, marchándose
calle abajo.
- ¿A dónde vas? – Grita Carolina a Vero.
- A mi casa – contesta Vero parándose en seco - ¿Vienes?
- ¿A dónde vas? – Grita Carolina a Vero.
- A mi casa – contesta Vero parándose en seco - ¿Vienes?
Carol se queda
estupefacta mirando el cuerpo de Vero en mitad de la calle. Le cuesta respirar
y el corazón le va a mil.
- ¡Me cago en la puta que parió a Ana! – protesta Carolina metiéndose las manos en los bolsillos, mientras sigue a Vero calle
abajo.
Impaciente por leer como sigue esta historia, me tienes en ascuas siempre :)
ResponderEliminarMuchas gracias Silvia. Prometo seguir escribiendo sobre Carolina y Verónica. Muchas gracias por leer.
ResponderEliminarSaludos
Saludos. Buen capítulo, en llevaste a ese local y hasta fume del cigarrillo de caro. :)
ResponderEliminarMuchas gracias. Me alegra saber que Carolina y Verónica han conseguido transportarte a su mundo. Yo también fumé con ellas cuando lo escribí.
ResponderEliminarUn abrazo
Genial! Me encanta todo lo que escribes
ResponderEliminarGracias a ti, Sandra, por seguir leyendo.
ResponderEliminarCuando será el próximo?? Me encanta!
ResponderEliminarEn breve lo podréis leer. Ya está escrito :). Muchas gracias por seguir la historia.
EliminarSaludos
Acabo de encontrar este relato, no se como consigues encanchar tanto con tu escritura, es increible,estoy atrapada en tus historias, entre 'tuyoyellas' y ahora esta... Me tienes impaciente. Muchas gracias por compartir tu imaginación.
ResponderEliminarMe acabas de sacar una sonrisa enorme, Elisa. No sabes lo que valoro que sigais lo que escribo. Para mi es un honor.
EliminarGracias a ti por leerme.
Un abrazo