CAPÍTULO 1
¡Era tan horrible! No podía creer lo que había hecho. Nunca pensé que llegaría a este tipo de extremos. Estaba totalmente inmóvil, muda de asombro y con esa sensación de euforia y alegría entremezcladas, como cuando por fin consigues desahogarte y liberar toda la tensión y el estrés acumulado.
Todo comenzó cuando lo conocí aquella noche. Me sentía fuera de lugar, el bar me parecía oscuro y aburrido con aquellas mesas tan bajas que te obligaban a doblar la espalda para poder coger la copa. Alicia me agarró del brazo y me arrastró insistentemente hacia la máquina de discos que ni si quiera funcionaba.
¡Era tan horrible! No podía creer lo que había hecho. Nunca pensé que llegaría a este tipo de extremos. Estaba totalmente inmóvil, muda de asombro y con esa sensación de euforia y alegría entremezcladas, como cuando por fin consigues desahogarte y liberar toda la tensión y el estrés acumulado.
Todo comenzó cuando lo conocí aquella noche. Me sentía fuera de lugar, el bar me parecía oscuro y aburrido con aquellas mesas tan bajas que te obligaban a doblar la espalda para poder coger la copa. Alicia me agarró del brazo y me arrastró insistentemente hacia la máquina de discos que ni si quiera funcionaba.
- Marian, tengo que presentarte a alguien - dijo mi amiga mientras tiraba de mí.
Desde que terminé mi última relación no levantaba cabeza. Mis amigos me animaban a conocer gente, me sacaban a bailar, a cenar, pero nada de nada me animaba hasta que conocí a Carlos. Cuando Alicia me lo presentó me quedé fascinada mirando unos ojos verdes turquesa que me observaban interrogantes.
- Hola, soy Marian - dije un poco avergonzada.
- Sí, me lo ha dicho Alicia - rió - Y ¿a qué te dedicas?
- Estudio criminología - contesté sonriendo.
La conversación siguió con las preguntas de rigor: ¿cuántos años tienes?, ¿de qué trabajas?... Descubrí que era informático, de treinta y cuatro años, que le gustaba la música y leer, aparte de su pasión por las compras.
- Yo creo que nos quieren liar - me dijo al oído sonriendo.
Le sonreí y asentí con la cabeza. Estuvimos toda la noche juntos pero no hablamos más que de libros, música, su trabajo y mis estudios. Yo ya no sabía de qué más hablar y él parecía estar aburrido, así que me excusé diciendo que tenía que estudiar y desaparecí.
Tres semanas después volví a verlo en persona. Anteriormente el verde de sus ojos me había perseguido en mis sueños más lascivos, no le había dado importancia, al fin y al cabo era un hombre atractivo, alto, de mandíbula cuadrada, piel morena, musculoso y el pelo castaño y ondulado; me recordaba a un actor de cine. Era normal que tuviera esos sueños, además de placenteros.
Aquella mañana iba bastante distraída con mi café de Starbucks en la mano y el bolso en el hombro. Estaba decidiendo que dirección tomar cuando una voz dulce y masculina dijo:
- ¿Mirian?
Me di la vuelta y allí estaban esos ojos verdes mirándome. Los mismos ojos que había imaginado días atrás mirando mi cuerpo desnudo. Deseché rápidamente aquel recuerdo y contesté:
- Hey, hola Carlos, ¿cómo estás?
- Vaya, te acuerdas de como me llamo - me contestó sonriente.
- Te sorprendería saber de las cosas que me acuerdo. Como que una de tus canciones favoritas es "La incondicional" de Luis Miguel.
Él me miraba sorprendido y con media sonrisa en unos labios tan apetecibles que tuve que bajar la mirada para que no supiera que era lo que estaba pensando.
- Es por culpa de los estudios. Retengo miles de datos en la cabeza - dije un poco avergonzada.
- No te excuses, me gusta que alguien recuerde mi canción favorita - lo dijo honestamente y con una sonrisa.
- Aunque me sorprende mucho que te guste Luis Miguel - dije con humor.
- Luis Miguel, Gloria Gaynor, Barbra Streissand, el Bisbal - miraba hacia arriba con los ojos entornados - Vale, tienes razón, es raro - dijo riéndose.
- Bueno ¿y qué haces por aquí? - le pregunté intentando no parecer demasiado curiosa.
- Pues estoy de compras - me contestó levantando las bolsas que llevaba en las manos - Te he visto y he pensado en invitarte a un café, pero veo que ya llevas uno - terminó de hablar mirando mi mano ocupada por el vaso y con una sonrisa un poco desilusionada. Yo le miré, le sonreí y contesté.
- Bueno, pues invitame a una de esas galletas con miel y acompaño mi café.
Sonreímos y nos metimos dentro de Starbuks. Me pidió que buscara un sitio para sentarnos mientras el pedía las galletas y su café; así que elegí dos sofás orejeros al lado de la ventana. Había una mesita entre los dos para dejar los vasos, así podríamos sentarnos uno enfrente del otro. "Podré admirar esos ojazos verdes" pensé yo.
No tardó mucho en pedir las cosas y sentarse. Advertí entonces que iba vestido con americana roja y una camiseta blanca con cuello de pico; me recordó a los chicos que salían en el programa "Mujeres, hombres y viceversa", pero éste era mucho más guapo. Se quitó la chaqueta alegando que no quería arrugarla. Yo sabía que lo había hecho para que me fijara en su musculatura y el tatuaje que le asomaba por debajo de la manga de la camiseta. Pude descifrar que se trataba de una clave de sol y una especie de partitura. Sonreí intentando que no me mirara.
Se excusó un momento para ir al baño y cuando se levantó me fije en sus vaqueros ceñidos y gastados. Le marcaban los músculos de las piernas y un poco el paquete; giré la cara hacía la ventana para que no me pillara mirando. Cuando se dio la vuelta solo pude pensar en lo bien que le quedaban los vaqueros.
- Le hacen un culito que hummmm... - me escuché a mí misma decir en voz alta. Miré alrededor pensando que la gente me observaba, pero nadie se había dado cuenta, así que sonreí y bebí de mi café.
Él volvió a los cinco minutos y empezamos a hablar de nuestros gustos sobre música, ropa, el cine, la comida.
- También me gusta Mónica Naranjo y Alaska - me dijo.
- Eso no es raro - contesté - A mi hermano también le gusta "la naranjo" y Alaska - sonreí - Bueno, mi hermano es gay, supongo que es normal que le guste esa música - él me miro divertido y me contestó:
- Eso es un tópico. Si tuvieramos que clasificar a las personas por sus gustos musicales y su manera de vestir, seríamos un mundo lleno de prejuicios.
- Bueno, ya somos un mundo lleno de prejuicios por desgracia - le dije yo.
Él empezó a reírse y dijo que yo tenía razón. Nos miramos y me quedé muda, hipnotizada de repente.
- ¿Qué piensas Marian?
- En que tienes los ojos más bonitos que he visto en mi vida - le contesté.
Él se puso colorado y acto seguido noté como me ardían las mejillas y las orejas. Supe en aquel momento que me había puesto roja, me moría de la vergüenza. Me lo agradeció y cambió de tema para sacarnos a los dos de ese apuro.
- Y ¿cuántos hermanos tienes?
- Solo uno. Se llama Sergio - contesté.
Después hablamos de la familia. Me preguntó que si le había costado a mi hermano salir del armario, le conté que al principio solo lo sabía yo y que luego mi madre le preguntó directamente y que toda la familia lo había aceptado sin problemas, además como era un chico masculino lo llevaban mejor. Le conté aquello porque escuché a mi padre decirle a mi madre que menos mal que no era una loca afeminada, si no, no sabría como lo hubiera llevado. Él me miraba mientras yo hablaba sin parar.
Desde aquella tarde empezamos a llamarnos todos los días. A veces solo para hablar de tonterías, otras veces nos dedicábamos a mandarnos emoticonos por whatsapp. Me hacía reír y poco a poco me fui dando cuenta que no podía pasar ni un día sin escuchar su voz o saber algo de él. Me había enamorado y me estaba obsesionando; en mi cabeza me montaba mis propias historias. Sabía que él también estaba enamorado de mí, pero le daba vergüenza decírmelo, era un chico tímido así que era normal. Se ponía colorado cada vez que le contaba algo sobre mi hermano Sergio. "Es que el tema homosexual no lo lleva bien" me decía a mí misma. Planeaba cada día como tener un encuentro casual he invitarlo a cenar para que conociera a mis padres y hermano, porque le sería más fácil declararse. Así que un día me presenté delante de donde trabajaba; estuve allí esperando unas tres horas hasta que salió. Cuando ví hacia que dirección iba, corrí por la acera de enfrente para adelantarlo sin que me viera, crucé y caminé hacia él intentando parecer distraída.
- ¡Marian! - dijo casi cuando nos habíamos cruzado - ¿Qué haces por estos barrios?
- Hola Carlos, he venido a ver a una compañera de facultad que vive por aquí, tenía que pasarme unos apuntes - mentí.
- Yo acabo de salir de trabajar - me dijo - ¿Vamos a comer o tienes que hacer algo?
Tenía que volver a la facultad me había saltado muchas clases por quedar con Carlos, pero valía la pena, así que volví a mentir.
- Pues, no tengo nada que hacer - sonreí - ¿Vamos? - me agarré de su brazo y nos fuimos a comer. Le invité a casa a cenar al día siguiente.
- Así te presento a mis padres y a mi hermano.
- ¿También estará Sergio? - me preguntó sonrojándose.
- Sí claro. Pero... ¿Tienes algún tipo de problema con que sea...?
- No, no, que va - me contestó - Creí que saldría de fiesta. Como es viernes.
"Que rico" pensé. "No quiere ponerme en un compromiso por culpa de la homosexualidad de mi hermano, no conocerá a ningún gay y le dará apuro meter la pata". Todos esos pensamientos se paseaban por mi cabeza mientras Carlos, me decía que compraría una botella de vino y unos pastelitos para agradecerles a mis padres la invitación. Cuando nos despedimos para volver al día siguiente, me dió un "pico", fue algo extraño un beso suave y muy rápido, pero suficiente para que mi pasión se encendiera.
- Nos vemos mañana - me dijo alejándose por la calle.
Yo solo podía sonreír y volví a casa como flotando en una nube. Esa noche le mandé algunos sms por whatsapp preguntando si le gustaba la comida mexicana porque pensaba hacer burritos. Él me contestó con una carita sonriente y unas palabras:
Carlos: (emoticono carita sonriente) ¿Pero que vino le pega a lo mexicano?
Marian: Hombre, no hace falta que traigas nada. Yo compro (emoticono cerveza).
Carlos: Llevaré un (emoticono copa de vino) Faustino de esos rosados.
Marian: Bueno, tú mismo. Pero te repito que no hace falta.
Carlos: Me voy a (emoticono carita durmiendo). Tengo que madrugar. ¿Sabes? Estoy contento de que nos presentaran. Buenas noches guapa.
¿Guapa? Salté por toda la habitación. Él creía que yo era guapa, a mis veintitres años creí que nada más valía la pena. Había conocido al hombre más maravilloso del mundo, atractivo, simpático y que creía que yo era guapa y era feliz porque nos conocíamos.
Aquella noche me toqué pensando en sus manos acariciando mi cuerpo. Me volví loca rozándome, imaginando la primera vez que hicieramos el amor. Tuve un orgasmo recordando aquel delicado beso. Él me amaba, yo lo sabía, y me emborraché, me emborraché con las palabras de amor que él me decía. Intuía que dentro de un tiempo él se declararía, que por fin todas mis historias inventadas, todas las palabras bonitas que yo creía leer entre líneas, se harían realidad. Nos casaríamos y tendríamos unos hijos guapísimos de ojos verdes y así caí rendida en sueños.
Que monos *-* Que kuki te a quedado enserio,voy a por el segundo capítulo :P
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