Relato "Un café y un polvo" Parte 11 (Capítulo 32)

jueves, 19 de mayo de 2016
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PARTE 11. ME QUEDARÉ HASTA QUE TUS OJOS ME PIDAN QUE ME VAYA.
CAPÍTULO 32. POR LOS CUENTOS DE NIÑOS.

"-¿Cómo se sabe que has encontrado al amor de tu vida?
-¿Por qué me preguntas eso?
-Supongo que se trata de simple curiosidad...
-Creo que no sabría responder a tu pregunta.
-Céntrate simplemente en lo que experimentaste y experimentas aún a día de hoy. ¿Cómo lo supiste tú?
-Fue la primera vez que saltó a la comba.
-¿Disculpa?- la miraba como si se hubiera vuelto loca. Ella observaba más allá de los árboles.
-Sí... el corazón. Ya sabes... - hizo una pequeña pausa y yo esperé a que continuara, totalmente desconcertada.- Creo que el corazón es demasiado torpe, se tropieza con sus propios zapatos, se equivoca de día, de fecha, de año... incluso se le olvida el siglo en el que vive. No sabe atarse los cordones, anda a trompicones, lleva gafas de pasta y un maletín vacío, porque a él no le gustan los recuerdos, creo que le aburren. No aprende, comete los mismos errores una y otra vez, se le queman las tostadas, se traba al hablar y siempre se abrocha los botones de la camisa descolgados. Es inmaduro, inocente y confiado... Y va por la vida funcionando a paso lento, metiendo los pies en un cubo de cemento sin que nadie le ayude...- me miró.- Siempre me he preguntado como conseguimos sobrevivir con tal elemento dirigiendo parte de nuestra vida. Es por la mente, la mente va trajeada, con un reloj en la muñeca y tiene un despacho lleno de papeles organizados por colores, orden alfabético, fechas e importancia. Y encima está casado con la responsabilidad.- se rió.- Esto parece un cuento para niños...
-Sigue.- le pedí. - Decías que la mente está casado con la responsabilidad.
-¡Ah! ¡Sí! La responsabilidad... no he visto jamás alguien tan apañada. Ella corre de un lado a otro, lo organiza todo, lo tiene todo disponible... Es un auténtico maremoto de eficacia y eficiencia. Pero el corazón... ay... el corazón. Él está solo, nadie se quería emparejar con semejante desastre. Y entonces llegó ella. Y por primera vez, el corazón saltó a la comba, dejó de importarle la hora, los cordones de los zapatos, las tostadas. Se desnudó, lo dejó todo y se fue con ella. Y yo seguía funcionando porque ella le hacía saber cada día lo especial que era, todo lo que podía conseguir y lo importante que era. Y él empezó a ser libre, a ser eficaz, eficiente... y dejaba atrás a la mente y a la responsabilidad juntas, porque él lo tenía planeado todo. Su plan era ella. El amor de mi vida.
-¿Y cómo lo haces ahora?- dije mirando la tumba. Ella miró a la tumba y sonrió con lágrimas en los ojos.
-Ahora vivo de la locura. La única que tuvo el valor de quedarse conmigo."

ALBA
Llamaron al timbre. No había forma de relajarse en esta casa. El puto móvil que no paraba de sonar y ahora el timbre de las narices.
Salí de la bañera sin ningún ánimo de hacerlo. Pero la insistencia, me obligó. Como no fuera urgente, iba a haber un asesinato.

-¡Quién coño sea que deje de darle al timbre, joder! ¡Qué ya voy, coño!

Me coloqué la primera camiseta que vi. Casi ni me sequé, las gotas me caían por el cuello y la espalda. Me sequé como pude el cuerpo, pero el cabello lo tenía chorreando.

-¿Alba?- la voz de Gabi me llegó desde el otro lado de la puerta.
- ¡Gabi!- abrí de inmediato la puerta y me la encontré junto con Carmen, que estaba hecha un amasijo de nervios y me miraba angustiada, conocía perfectamente esa expresión de su cara, habían sido demasiados años de amistad.
-¿Qué coño pasa?-  abrí, del todo, la puerta, dejándolas pasar.- Carmen, ¿qué ha sucedido?
-Alba… es… es… es que…- se trababa y no conseguía mencionar una sola palabra, mientras se retorcía las manos. Yo las miraba a las dos, esperando a que alguna terminara la frase.
- Es Cati, o Catalina, o cómo coño se llame.- dijo Gabi, mirándome, impaciente y algo cabreada.
- Carmen, ¿Cati? ¿La Cati que...? - la miré esperando que fuera otra Cati.
-La de pelo rosa y el cuerpo lleno de tatuajes.- dijo Gabi a la vista de que Carmen no respondía.
-Sí, Gabi. Ya sé cómo es esa tía.
-Bueno.- Gabi tomó las riendas de la conversación.- El caso es que se ha llevado a Martina después de parecer una gilipollas en nuestra casa. ¡Y encima, con dos… coge y me dice que no me preocupe, que lleva profilácticos!- Gabi ya tenía los mofletes rojos que le aparecían cada vez que se enfadaba, y yo no podía organizar la información en mi cabeza.- ¡Qué no me preocupe!
-Esta Cati siempre igual.- sonreí mirando a Carmen. Con ella no podía fingir. Nos miramos, y ya sabía toda la rabia que tenía por dentro. Pero no quería que lo supiera Gabi. Quería que siguiera pensando que controlaba. En realidad, estaba mejorando, pero dios… Esto se pasaba de la raya - Y bien, ¿qué queréis que yo haga?- me dirigí al baño a coger una toalla y allí, sin que nadie me viera, le di un tremendo puñetazo a la cesta de la ropa sucia.
-Alba, te necesito.- Gabi me habló casi suplicando.- Mira… hicimos mal en ocultarle que estabas ahí, y ahora se ha enterado. Y… también hicimos mal al decirte que ella estaba mejor así, que había mejorado sin ti… porque no es cierto. Parece un alma en pena… apenas duerme, apenas come, se despierta entre gritos y sollozos y se la ve infeliz. Y ahora se ha largado con una chica al campo, a estar desnudas, fumando y bebiendo. Y ni yo ni  Ana podemos hacer nada, pero tú… tú sí. Ella te ama, ambas lo sabemos. Y necesito que estés con ella…- Gabi me miraba implorante, esperando mi respuesta. Menos mal que parte de la rabia se fue en ese puñetazo que di antes de que apareciera en el baño junto a mí. La tenía a mi espalda. No sabía si podría disimular con ella toda la furia contenida. O sea, que Martina en todo ese tiempo no estuvo bien. Duerme mal, llora, no sabía que la había estado buscando cada día, joder. No podían ser más capullas. Ahora, ahora me dicen que Martina me ama. Y una mierda. Ahora me buscaban. No me lo podía creer.
-¿Dónde han ido?
-No lo sabemos. Solo dijo que iba al campo, como las cabras. Tal cual.
-Desnudas.-  sonreí. Me vinieron recuerdos.
-Sí…- Gabi me miraba extrañada.
-Y dime, Gabi. ¿Cómo coño quieres que vaya a buscarla sin tan siquiera saber dónde han ido?- El cuerpo de Gabi se desmoronó, de pie, como cuándo el cuerpo asume que ya no hay nada qué hacer.
-No… no había pensado en eso.
-Ya. Parece que nunca piensas nada. Tú solo actúas y después vienen las consecuencias.- Gabi enseguida endureció la mirada y el cuerpo volvió a cobrar su forma, totalmente erguida.
-¿En serio tú, te estás atreviendo a decirme eso?
-No te atrevas a decirme nada en mi puta cara, Gabi. Por tu cuenta y riesgo, decidiste callar todo lo que he hecho a Martina.
-Olvídalo, estoy hasta los huevos de ti, sin ti Martina no tendría una denuncia ni un moratón en la cara. No soy la única que lo ha jodido. Y ahora que te veo, sé perfectamente porqué lo hice. - Gabi se giró y se fue hacia la puerta.
-No sé que más hacer, coño. ¿Qué mierda quieres que haga sin tan siquiera saber dónde han ido, capulla?
-¡Quiero que seas tú! No quiero que te contengas al pegar un puñetazo si luego tienes la boca llena de veneno. Y quiero que saques esa puta fuerza que te sale cuando se trata de Martina, esa fuerza que odio y con la que arrasas todo, quiero que remuevas cielo y tierra y la encuentres. ¡Quiero que sea feliz!
-Y yo quiero que te vayas de mi puto piso. ¡Vete!
-No, tú quieres lo mismo que yo. Y lo sabes.- dijo justo antes de salir pegando un portazo de mi casa y dejando a Carmen en medio del salón.
- Nena, ve detrás de Gabi. Sé dónde va a llevar a Martina. No te preocupes por nada, ¿vale? Yo me encargo de todo.- le di un beso cariñoso a Carmen en la mejilla, instándola a que saliera en busca de su novia. - Ya hablaremos. Me tienes que contar demasiadas cosas.

MARTINA
El viaje se me había hecho relativamente corto. Resulta que el espacio mágico de Cati era una pequeña cabaña de madera, al lado de un lago enorme y con un espacio lleno de árboles y aire puro y limpio que me llenaba y me limpiaba los pulmones cada vez que respiraba. Llevábamos allí tres horas y estaba emocionada. Ella ya se había desnudado y andaba cerca del lago haciendo no sé que, mientras yo me paseaba entre los árboles, maravillada por cada rincón, con la ropa aún puesta.

- Hey, me siento algo desnuda ante ti.
-Lo estás.- dije sonriendo mientras me acercaba hacia dónde se encontraba ella.
-¿No estás cómoda?
-Sí que lo estoy, estoy fascinada. Pero… nunca me he desnudado en el exterior. Y menos para estar delante de alguien como si llevara ropa…
-¿Nunca lo has hecho?
-Pues… hmm… bueno. No
-¿Y  beber hasta caer rendida, tampoco?
-No.- Cati me maravillaba y me horrorizaba a partes iguales.
-¿Y follar tampoco?
-Supongo que no.- Cati me miró sorprendida, quizás esa mirada fuera de no entender bien mi respuesta. Noté como mis mejillas empezaban a encenderse.
- ¿Supones? Razona tu respuesta, por favor— me sonrió, eso me calmó.
-Prefiero dejar en blanco el apartado.- sonreí y le guiñé el ojo. Me senté junto a ella.- ¿Y tú? ¿Has traído más chicas aquí, a beber, follar y perderse?
-Sé que le quitará todo el romanticismo a este momento, pero… sí.- reí
-Lo cierto es que esperaba esa respuesta.
-No quiero ir con mentiras contigo. Sería una estupidez por mi parte.
-Me parece genial, y dime ¿todas se quitaron la ropa a la vez que tú? ¿o no soy la única que necesita más de tres horas para asimilar que voy a estar desnuda en el campo?
-Déjame pensar en qué orden hicieron las cosas.- me miró de forma burlona— Pues…
-Así podré hacerme un planning- reía y me levanté quitándome la camiseta.- ¿Qué estás haciendo en el suelo?- desabroché los pantalones y dejé que se deslizaran por mis piernas y cayeran al suelo. Titubeé apenas unos segundos y desabroché el sujetador, dejando que este cayera sobre los pantalones. Miré hacia el lago, y sin más me quité las braguitas. Dejando mi cuerpo desnudo al aire, al margen de cuatro paredes, por primera vez en mi vida.
-Toda una belleza. - noté de nuevo como la sangre me ardía en las mejillas y sonreí.- Anda, túmbate a mi lado, belleza. - la miré como si me hubiera dicho que ahora volara.
-¿Qué dices? Imposible...
-Somos naturaleza. No te comerán las hormigas, ni se meterán por ningún orificio tuyo.
-No, no.- dije riendo.- Pero… ¡mira!- yo miraba el inmenso lago que tenía delante, absolutamente atrapada por la magia del momento.
-Pues túmbate encima de mí, si no quieres que la hierba te dé en la piel.
-¿Te metes en el lago?
-Me encanta como me esquivas. Vamos al lago, belleza- sonreí al ver como se levantaba, miré su cuerpo por primera vez, tenía un cuerpo perfectamente definido. Me fijé en que no tenía depilado el pubis, su piel, o lo poco que se vislumbraba era de un blanco, prácticamente etéreo, y todo su cuerpo lo dibujaban y los vestían diferentes colores, cobrando diferentes formas, como si Cati les diera vida y libertad. Era preciosa. La miré a los ojos mientras esbozaba una sonrisa. Y me giré para acercarme al lago, enseguida el agua helada mojó la piel de mis piernas y un escalofrío recorrió mi cuerpo.
-Joder...
-Está fría, ¿no?- rió a carcajadas
-Un poquito.- dije uniéndome a su risa.
-Te he visto demasiado lanzada, y no quise interrumpirte.
-En realidad.- avancé por el agua mientras el frío lamía mi piel.- esa es la mejor manera de meterse en situaciones como esta.- El agua me llegaba hasta el pecho. Sonreí y me metí de lleno en el agua, notando como el frío me acariciaba y se metía en mi cuerpo, invadiéndome. Saqué de nuevo la cabeza y respiré intensamente. Aquello era maravilloso.
-No me has dejado contestarte en que orden lo hacíamos. Pero ya veo que te defiendes muy bien.
-Si tengo que aprenderme el orden de todas, no acabamos ni mañana…- empecé a reírme.
- ¡Pero quién te crees que soy! No ha habido muchas. Pero el orden nunca ha empezado por bañarnos en el frío lago. Más bien el lago nos ayudaba a enfriarnos.- no paraba de escuchar su risa. Se le veía feliz.
- Ya veo… Te cuesta meterte.- dije sonriendo burlona al ver que ella seguía en la orilla.- ¿A enfriaros, eh? ¿Tan fácil?
-No, para nada fácil. Necesito entrar en calor para meterme en este dichoso lago helado.- fui hacia ella lentamente y en cuanto llegué a la orilla noté como la brisa sobre el agua del cuerpo me ponía la piel de gallina.
-Hace más frío al salir…- pegué mi cuerpo al suyo y noté como su piel también reaccionaba al frío de mi piel, Cati dió un pequeño respingo y yo sonreí. Acerqué mi boca a sus labios y pasé mi lengua por sus labios, acariciándolos poco a poco, no esperé a que me respondiera y mis labios fueron dejando un rastro de besos por su cuello, hasta llegar a su oído- ¿Te metes, conmigo?- susurré..
-Claro. Pero deberás darme más calor. Ese beso ha servido para poder meterme hasta la cintura únicamente.
-Bien, entonces metámonos hasta la cintura y… vamos viendo.
-Perfecto.

Fuimos avanzando juntas hacia el fondo. El agua nos llegaba ya por la cintura, pero ella siguió avanzando y arrastrándome agarrándome de la mano, me encantaba aquella sensación, era como si Cati me arrastrara en un vals lento y el agua bailara con nosotras, rodeando nuestro cuerpo y besando cada rincón de nuestra piel.
Seguimos más al fondo, el agua nos empezaba a cubrir el pecho y Cati, sin mediar palabra, se hundió arrastrándome junto a ella hacia el fondo y abrazándome, cogí aire demasiado tarde, y enseguida noté como su abrazo empezaba a agobiarme, necesitaba ascender, así que mis pies dieron un golpe en el suelo y mi cabeza enseguida salió hacia la superficie, mis pulmones se llenaron rápidamente de aquel aire maravilloso. Noté que ya no hacía pie, nos habíamos movido unos centímetros debajo del agua. Miré para ver si Cati había salido conmigo y enseguida vi su pelo rosa, un par de metros más lejos de mí, hacia el centro del lago. Nadé hacia ella.

-Esto es maravilloso.
-Lo es. Y tú también eres maravillosa - me quedé callada mirándola durante unos minutos y volví a sonreír.
-¿Salimos?
- Claro. ¿Tienes frío ya?- me abrazó mientras intentábamos seguir a flote moviendo las piernas.
-¿Vas a volver a ahogarme?
- No. Pensaba besarte- me rozó la nariz con la suya- Si quieres, claro.- En ese momento, me rozó los labios. Fue un contacto leve, como pidiendo permiso para hacerlo, tímido y cálido a la vez.
-¿Me estás pidiendo permiso?- me sorprendía lo tímida que parecía en un beso, con la seguridad que desprendía ella siempre. Nadé un poco hacia la orilla y en cuanto hice pie, me giré a mirarla. Ella iba detrás de mí nadando, más atrasada. Iba como deleitándose con lo que veía. Me sonrió mientras se acercaba a mí. Me volvió a abrazar en cuanto hizo pie, parte de su cuerpo salía del agua, cuya percepción era ahora incluso caliente comparada con la sensación de la brisa en la piel mojada.
-Es que hace un frío del carajo. Necesito calor humano. En el buen sentido, belleza. Y en el malo, siempre que tú me dejes- rió en mi hombro mientras nos dábamos calor. Le acaricié la mejilla con la mano, suavemente, y mis dedos índice y corazón, congelados, acariciaron sus labios mientras yo miraba la forma de su boca, totalmente embobada.
-¿Les ocurre algo a mis labios? Seguro que están morados.
-¿No puedo acariciarlos? Y sí, un poco morados sí están.- dije fijándome en ellos y en la piel de gallina que tenía. Tenía frío.
- Claro que puedes. Y besarlos, lamerlos, morderlos. Te advierto que como no lo hagas, saldré como una bala a secarme para no coger una pulmonía monumental; y en vez de beber y follar, me tendrás que poner pañitos calientes y leche templada.
-Menuda exagerada.- pegué mi cuerpo al suyo, impidiendo que, ni siquiera una minúscula gota de agua se colara entre nuestros cuerpos.
-Belleza, no sigas por ahí, si no quieres que esto vaya a más.- mi mano descendió por su cuerpo, acariciando su pecho y su vientre, me gustaba acariciarle el cuerpo, allí, desnuda y con el agua. Me calmaba. La otra mano, se unió, acariciando el cuerpo de Cati y sintiendo el frío y el calor en su propia piel. Cuando llegaron a las caderas, mis brazos rodearon su cuerpo y la pegué aún más, si cabía, ascendiendo por su espalda mientras le acariciaba con las uñas, notando como a ella la recorría un escalofrío. Sonreí y mis manos volvieron a descender mientras mis labios dejaban un rastro de pequeños besos por su cuello. Me separé un poco y mis manos le agarraron el culo, la pegué a mí en un rápido movimiento.
-¿Por dónde no querías que siguiera?- susurré, inocentemente, mientras me mordía el labio.
- Por todo lo que me acabas de hacer- tenía los ojos cerrados, sintiendo cada una de mis caricias, de mis besos. Se me acercó al oído.- ¡Joder! Alba - acababa de abrir los ojos, y ni pestañeaba.
-¿Disculpa?- ¿había dicho Alba? Me giré hacia dónde ella miraba, una mujer estaba al lado de mi ropa tirada en el suelo, iba completamente vestida de negro, efectivamente. Era Alba. Pero… ¿Cati de qué la conocía? Me había quedado completamente helada.
- Vamos, Martina. Salgamos y entremos en la cabaña.- yo la oía, pero no podía asimilar lo que me acababa de decir, ni moverme, se me había olvidado incluso respirar. Y solo me fijaba en como Alba, de pie, miraba hacia nosotras. No paraba de dar golpes a la tierra con una vara que seguramente habría encontrado, me compadecí de la pobre vara. ¿Estaría enfadada? ¿Nos habría visto? Claro que nos habría visto, menuda pregunta tan estúpida. Me sentí como cuando en las películas de niños salen dos personitas en los hombros, un ángel y un demonio… En mi caso eran dos Martina. Una de ellas daba saltos de emoción por ver a Alba. La otra solo deseaba que se fuera. Antes de que me diera cuenta, Cati había salido del agua y se acercaba a Alba. Mis piernas empezaron a moverse hacia ellas, la realidad y libertad que había sentido hasta hace un momento se había esfumado, y ahora, todo parecía un sueño, o una pesadilla, según se mirase.
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Buzzys
Arwenundomiel

2 comentarios:

  1. Nada nada, parece una pesadilla! Ni un dia completo de libertad le han dejado a Martina. A ver si entienden que porque Cati lo hiciera mal con Alba en su día (cosa discutible) no quiere decir que vuelva a joder a todas las tías que conozca..

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  2. Estoy contigo en esa conclusión filosófica tuya. ¿Por qué se quiere unir a Martina y Alba si son polos opuestos totalmente? Ahí queda eso xDDD.

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