Relato: "Dudas, mentiras y tópicos: Carol y Vero" (Capítulo 4)

martes, 15 de marzo de 2016
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Carolina se presentó en el Palau de la música a las tres de la tarde. Había quedado a comer con Ana a las dos en punto, pero había perdido el primer autobús y había tardado una hora más en llegar de lo que ella esperaba.

Cuando atravesó las puertas principales del recinto, lo hizo jadeando. Estaba acalorada por la carrera que se había dado. A pesar de que siempre llegara tarde, no podía evitar sentirse ciertamente culpable por haber hecho esperar tanto tiempo a Ana.

Se quitó la bufanda roja de alrededor del cuello y miró a su alrededor sin encontrar a nadie. Seguidamente metió la mano en su bolso para buscar su teléfono. Nada más introducir su patrón de bloqueo se encontró con tres llamadas perdidas y un mensaje de Ana:

"Carol a veces parece que tengas el teléfono de adorno. ¿Qué coño te pasa? No sé si te habrás olvidado o no, pero como no venías y se ha hecho muy tarde, me he ido a casa a comer.  ¡La próxima vez avísame!"

Carol se enfadó con Ana y consigo misma por estar en medio del Palau, plantada como una tonta. Era evidente que la culpa era suya, pero le daba mucha rabia que su amiga no hubiera sido capaz de esperarla como en otras ocasiones. Además se había recorrido media ciudad en autobús para conseguir llegar hasta allí solo para comer con Ana. Bueno…en realidad no solo por ese motivo, pero esa era la excusa oficial que se había contado, desde hacía cinco días. La otra razón que hacía que Carolina estuviera tan enfadada, es que había albergado esperanzas de volver a ver a Verónica hoy. Después del episodio del cuarto de baño, ninguna de las dos se había puesto en contacto con la otra. A Carolina le daba demasiada vergüenza llamar a Verónica directamente. Se sentía incapaz de descolgar el teléfono e invitarla a salir. Le asustaba demasiado que Verónica la rechazara, debido a como la había tratado cada vez que se habían visto. Al fin y al cabo lo único que había oído Verónica de Carolina, desde que se habían conocido, eran quejas, negaciones y críticas. ¿Por qué iba a querer Verónica salir con alguien como ella?

Lo único que se le había ocurrido a Carolina, como solución, era ese forzado encuentro con Ana. Por eso había insistido tanto a Ana para poder ir a comer con ella esa semana. Se empeñó impetuosamente durante varios días en ir a buscarla al trabajo para poder coincidir con Verónica, aunque sólo fueran cinco minutos. Cinco minutos en los cuales tal vez pudiese tener un pretexto para invitarla a comer o quedar para tomar un café otro día. Pero ahora Ana se había ido y Carolina estaba plantada en medio del Palau sintiéndose como una niña de doce años.

Carolina se volvió a enrollar su bufanda roja alrededor del cuello y dio media vuelta. Algo enfadada con el mundo buscó su paquete de tabaco y se fue directamente a la calle para poder despejarse y fumarse un cigarro. Nada más cruzar la puerta se encontró a Verónica saliendo de una de las entradas laterales.

- ¡Verónica!- grita Carolina con un cigarrillo en la boca sin encender  alzando las manos para que Verónica la viera.

Verónica se dio la vuelta algo sorprendida. Se acercó hasta donde se encontraba Carol y le dio dos besos.

- ¿Qué haces aquí?- pregunta Verónica extrañada mirando el reloj -. Ana me ha contado antes que ibais a comer juntas.
- Esa era la idea- dice Carolina encendiéndose el cigarro -. La he vuelto a liar y he llegado tarde. Se ha cansado de esperarme y se ha marchado a casa.
- Vaya. Pues conociéndola tiene que estar hecha una furia.
- Sí… – dice Carolina mirando a Verónica a los ojos.
- ¿Cómo es que tú sigues aquí? Pensaba que acababais de ensayar a las dos en punto- pregunta Carolina.
- Así es, pero me he quedado hablando con una amiga. La verdad es que me suele costar bastante tiempo despedirme de la gente- dice Verónica subiéndose el estuche de su violín.

La sonrisa de Verónica contándole a Carolina lo que parece un pequeño secreto de su forma habitual de comportarse, consigue poner a Carolina de buen humor. Es la primera vez que Carolina ve a Verónica a plena luz del día. El viento mueve ligeramente su pelo de un lado a otro y contrasta con la luz de Valencia que baña su piel. Está tan guapa bajo esta luz esclarecedora que Carolina no puede mas que perderse mirándola.

- ¿Tienes algún plan?- pregunta Carolina confiadamente.
- ¿Algún plan de qué?
- Para ahora- dice Carolina bajando la cabeza carraspeando un poco -. Bueno, como Ana no está…tal vez podríamos ya sabes…ir a comer si quieres. Si no tienes planes… claro. Es muy tarde…seguro que tendrás mejores cosas que hacer.

Una sonrisa se ilumina en la cara de Verónica mientras Carolina estudia sus zapatos muerta de vergüenza.

- ¿Estás intentado invitarme a comer, Carol?- pregunta Verónica directamente.
- Sí- contesta Carol ruborizada.

Carol intercala la mirada de Verónica con un movimiento rítmico de sus pies. Está tan nerviosa que apenas sabe muy bien que decir o que hacer.

- Había pensado en comprarme un bocata en La Pérgola, hoy hace un día increíble. Si te apetece podemos acercarnos allí, encargar un par de bocadillos y comérnoslo en el río.
- Suena genial.

Y eso hicieron. Caminaron por la Alameda bajo un día soleado de primavera hasta llegar al Kiosco La Pérgola. Encargaron un par de bocadillos y un par de cervezas frías y se sentaron en el césped del río encima del abrigo de Carolina. Hacía mucho calor y Carol sentía que no lo necesitaba. A Verónica le preocupaba que se estropeara pero la verdad es que a Carolina le traía sin cuidado que esto sucediera. No suele tener mucho apego a la ropa. Tampoco es que su trenca azul marino no le guste; más bien todo lo contrario, es su abrigo favorito. En su armario hay cinco abrigos diferentes y ella siempre suele recurrir a esa trenca.

Verónica hubiera sido incapaz de poner su abrigo rojo sobre el césped. Le molesta muchísimo que su ropa se estropee por no cuidarla.  Por eso le ha impresionado tanto la generosidad de Carolina, al realizar ese gesto. 

- Ana me ha contado que trabajas dando clases en un colegio, ¿te gusta?- pregunta Verónica de repente.
- Sí. Doy clases de Lengua y Literatura a adolescentes. La verdad es que antes me gustaba bastante más que ahora.
- ¿Y eso?
- Bueno…los adolescentes son demasiado intensos y volubles. Nunca sabes por donde van a salir.  O se involucran muchísimo o no muestran ningún interés. Creo que en general he perdido la paciencia.
- ¿En qué sentido?
- No lo sé…antes iba a clase llena de ilusión, ¿sabes? Quería ayudarles a pensar, a que exploraran más opciones y se lo cuestionaran todo. Solía preparar un montón de lecturas y discutir con ellos sobre libros. Sin embargo ahora solo miro el reloj deseando que sea la hora de irse a casa.
- ¿Por qué?
- Supongo que he dejado de disfrutarlo. Como casi todo al parecer.

Carolina hace una bola con el papel de aluminio de su bocadillo y se tumba en el césped.  Verónica cruza las piernas a lo largo y se orienta mirando a Carolina.

- ¿Siempre has querido tocar el violín?- pregunta Carolina a Verónica tras una pequeña pausa.
- No. En realidad soy una batería frustrada.
- ¡Anda ya!- dice Carolina riéndose.
- ¡Claro que sí! Lo que yo quería era montar una banda de Rock y ser tan buena como Keith Moon, el batería de The Who. Pero mis padres no quisieron saber nada de poner una batería en el salón.
- ¡Menudos sosos!
- ¿Verdad?- pregunta sarcásticamente Verónica levantado las cejas -. Me arruinaron la adolescencia. No sabes lo que hubiera ligado si hubiera llevado unas baquetas en el bolsillo trasero de mis vaqueros.
- No creo que te haya hecho ninguna falta.
- ¿Qué insinúas?- dice Verónica.
- No insinúo, afirmo.
- Perdóname señorita sabelotodo- dice Verónica haciéndose la ofendida.
- Eres lo suficientemente sensual como para revolucionar a quien quieras sin necesidad de llevar unas baquetas encima.

Verónica corta unos trozos de césped sin parar de mirar a Carolina a los ojos.

- ¿Eso piensas?
- Claro.

Verónica se tumba al lado de Carolina sin decir nada. Pone un brazo debajo de su cabeza y gira su cuerpo orientada a Carolina. Se hace un pequeño silencio entre ellas.


- Elegí el violín porque me siento libre cada vez que lo toco. Requiere mucho trabajo, esfuerzo y dedicación, pero cada vez que lo siento entre mis manos y lo oigo siento que una parte de él y de mí están unidas.
- Ana dice que eres increíble. Siempre habla de ti como una de las mejores violinistas que conoce.
- Ana es una gran amiga- dice Verónica sonriendo.
- No. Quiero decir, sí, lo es. Es de las mejores personas que conozco. Pero jamás la he oído decir un cumplido a alguien que no se lo merezca. Si dice que eres buena es porque de verdad lo piensa. Si no nunca me hubiera dicho nada. ¿Por qué iba a decirme otra cosa a mí?

Verónica se tumba sobre el césped mirando al cielo. Se queda pensativa un rato. Carolina esta increíblemente sorprendida. Le resulta casi imposible  que la mujer que se ha comportado de una manera tan decidida y tan confiada con ella cada vez que se han visto, se muestre de esta forma tan insegura, como si no acabase de creerse el talento que tiene o la energía que emana.

- Ahora lo entiendo- dice Carolina girando su cuerpo para mirar a Verónica a la cara.
- ¿El qué?- pregunta Verónica girando la cara.
- No sabes aceptar cumplidos porque te va el melodrama, por eso actúas tan bien.
- ¿Pero tú no odiabas la obra?
- Yo nunca he dicho eso- se defiende Carolina.
- Un poco más y le escupes en la cara al guionista. dice Verónica alzando las cejas.
- ¿Lo ves? ¡Eres una dramática! ¡Menuda exageración!- dice Carolina entre risas.
- Pero si pusiste la obra entera a caldo.
- Por la historia, no por tu actuación- dice Carolina.
- ¡Oh gracias! Todo un detalle por tu parte- dice Verónica sentándose en el césped.

Carolina se ríe antes los comentarios elocuentes de Verónica y le tira la pelota de aluminio a la cabeza.

- ¿Te acabas de atrever a lanzarme una bolita a la cabeza?- pregunta Verónica incrédula.

Antes de que Carolina pueda inventarse algo, Verónica se lanza encima de Carolina. Se pone a horcajadas sobre ella agarrándola sobre las muñecas. Le aprisiona las manos sin dejar que se muevan del suelo.

- ¿Tienes algo que decir en tu defensa?-  pregunta Verónica en un susurro.
- No- contesta Carolina sonriente.

Para su asombro Carolina no está nerviosa. Está contenta, alegre de haber conseguido que Verónica este así, otra vez encima de ella.

- Genial, porque me encanta tenerte así.
- ¿Así como?
- Sin estar a la defensiva- dice Verónica acercándose a la boca de Carolina-. Siendo simplemente tú.

Carolina no se mueve debajo de Verónica. No pretende escabullirse, ni forcejear. Sólo quiere tener a Verónica cerca. Lo suficientemente cerca como para seguir sorprendiéndose con sus propias reacciones.


- ¿Si te suelto las manos te escaparás?

Carolina contesta negando con la cabeza sin mover un ápice del resto de su cuerpo. Verónica la cree y afloja las manos despacio, tomándose el tiempo necesario para mirar fijamente a Carolina. Acaricia el rostro de Carol mientras ve como ésta cierra los ojos. Pasa el pulgar de su mano derecha por los labios carnosos de Carolina antes de comenzar a besarla.

Carolina se deja arrastrar por todas las emociones que nacen en el centro de su estómago. Muerde los labios de Verónica mientras pasa sus manos por su pelo y su espalda. Se deja llevar sin mostrar ninguna resistencia ni poner ningún impedimento. Abraza a Verónica y la gira sobre el césped hasta que ambas están tumbadas sobre el césped frente a frente. Carolina se separa un poco y mira a Verónica desde una distancia casi insólita. La mira respirar lentamente con los ojos cerrados y de repente algo la atrapa. Carolina ha estado tan centrada en todas sus emociones, en su dolor, en su pena, en su enfado, que apenas ha tenido tiempo para darse cuenta del efecto que podía provocar en los demás. Ver a Verónica así, vulnerable y deseosa la traspasa por un momento, porque en ese instante puede sentirlo. Es capaz de ver que lo que Verónica siente por ella tras el beso que se acaban de dar… es de verdad, es mutuo. Carolina no dice nada, espera a que Verónica abra los ojos y la mire.


- ¿Te gustaría ir conmigo a cenar?- dice Carolina con el corazón en un puño.
- Pero si acabamos de comer- dice Verónica riéndose.
- Pues a merendar, o tal vez al cine, o lo que quiera que se haga en una cita.

Verónica se muerde el labio y aguanta una sonrisa que la siente obvia. En vez de eso besa a Carolina lentamente, despacio y sin aliento.

- ¿Qué te parece paseo y cama?- pregunta Verónica.
- No sé yo…no me suelo acostar con nadie en la primera cita- contesta Carolina.

Carolina muerde el labio inferior de Verónica y tira de él. Su mano derecha se cuela por la espalda de Verónica, bajando lentamente por el borde del pantalón.

- Ya…- consigue decir entre suspiros Verónica. Carolina está deslizando su mano encima de sus nalgas mientras no deja de besarla con intensidad-. Por suerte para ti yo no soy nadie.

Carolina se ríe abiertamente mientras deja que Verónica agarre sus manos. Sabe perfectamente que si siguen así, ninguna de las dos va a poder contenerse. Así que se deja falsamente atrapar las manos, para poder darse un descanso.

- Como no te estés quieta no vamos a llegar al paseo y me apetece mucho tomarme un helado.

Carolina sonríe sin decir nada. Se inclina lentamente sobre Verónica y le da un beso en la punta de la nariz.


- ¿Entonces a qué estamos esperando? Conozco una heladería genial que está muy cerca de aquí. ¿Vamos?

Verónica escruta la mirada de Carolina antes de contestar.

- Vamos.
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Escrito por Fusaa

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