Relato "Un café y un polvo". Parte 14 (Capítulo 42)

jueves, 17 de noviembre de 2016
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PARTE 14. ABRÁZAME Y QUE EL MUNDO SE VAYA A LA MIERDA.
CAPÍTULO 42. OXÍGENO EN FORMA DE NOTAS MUSICALES.

"Hace algún tiempo, una persona muy importante para mí, me dijo que las canciones se utilizan cuando no se sabe qué decir o cómo utilizar las palabras. La verdad es, que empecé a entenderla cuando ella misma empezó a enviarme canciones que "iban dirigidas a mí".
Todos sabemos que hay canciones que unen recuerdos. Hay canciones que suenan a pasado, canciones que suenan a futuro y canciones que suenan a presente. Dentro de las mil canciones que escuchamos actualmente o que escuchamos en algún momento, hay canciones que se refieren a nuestras ex parejas, canciones que nos traen a la memoria un cumpleaños, amigos... canciones que son sinónimo de orgasmos y canciones que solo se escuchan mientras lloramos solos dando la espalda al mundo.
Supongo que esto es lo que hemos querido hacer hoy. Demostrar que esas canciones que sustituyen palabras y lo expresan todo, existen. Así que supongo, que lo único que hemos hecho es un capítulo con forma de canción"

MARTINA
Había quedado con Alba en casa de su madre. Mientras conducía miraba a Lu, por el rabillo del ojo, de vez en cuando. Solo estaba asustada, y algo cabreada e inquieta. Al menos eso parecía.
Era una de las chicas más fuertes que había conocido. Había muchas cosas que no se merecía Lu. Le acerqué mi bolso al ver que una lágrima rodaba por su mejilla, silenciosamente.

- Hay klinnex en el bolso, un paquete azul.
-Gracias…- abrió el bolso, lentamente. Como si le costara cualquier gesto. A veces me daba miedo que Lu cediera ante tanto peso, solo tenía 16 años y había tenido una infancia de mierda, como para ahora ser madre. ¿Es que jamás iba a saber lo que era que alguien la cuidase? Tenía que aprender a ser niña, a ser joven. A pensar en sí misma…
-Nada, pequeña.- Apenas la sacaba 5 años, pero Lu tenía ese aire de fragilidad y fortaleza que te hacía querer protegerla mientras veías como era capaz de enfrentarse a siete leones con sus propias manos…
-¿Puedo ir hoy a dormir con vosotras? Por favor…
-Déjame que lo hable con Alba, ¿vale?
-No aceptará.- se le quebraba la voz.
-No lo sabes.
-Sí lo sé…
-Lu, Alba te quiere más de lo que crees.
-A veces dudo de ello… - se quedó callada y yo tampoco dije nada, sabía que no había nada que pudiera decir en ese momento.- Además, a Almu no la dejo sola.
-Se quedaría con tu madre.
-No me malinterpretes, Martina. Es mi madre, y la quiero. Pero… a Almu la cuido yo.- asentí. Lo comprendía perfectamente, yo tampoco veía capaz a Helena, aunque eso no era algo que fuera a decir a ninguna de las hermanas.

Aparqué el coche al ver la casa iluminada de Helena a unos metros de nosotras.

-Vamos, anda.- me bajé del coche y vi como Lu cogía aire antes de bajarse del coche. Tenía unas reacciones raras… las dos hermanas me descolocaban siempre. Lucía avanzaba despacito hacia la casa, yo la seguía. Antes de que pudiese llamar al timbre una Alba con los puños cerrados y el rostro desencajado de rabia, abrió la puerta. Maravilloso...
- ¿Dónde puñetas has estado, Lucía? ¿Es que no te importa preocupar a mamá? ¿Tú es que no piensas nunca las cosas? - seguía con los puños apretados y comenzó a morderse el labio con rabia. No nos dejó ni llegar al salón, y nos quedamos en el recibidor, cerré la puerta de entrada intentando que no se notase mucho mi presencia.
-No, no soy tú.- Lucía se irguió, poniéndose recta, me di cuenta de que era de la misma altura que Alba. Mierda, las dos hermanas asustaban cuando estaban enfadadas.- Solo necesitaba salir a tomar el aire.- me quedé al margen mientras vi como Lucía provocaba a Alba y Alba entraba en el juego.
- ¡Qué querías tomar puto aire! Me encanta con qué facilidad vives en el mundo, niña. ¡Mira como tienes a mamá, gilipollas! Está a punto de darle un ataque de ansiedad. Pero claro… a ti todo te importa una mierda.
-Cierra la boca, estoy harta de que me eches en cara todo. Fuiste tú la que te largaste de mi vida, ya no tienes derecho a opinar sobre cómo me comporto. Y tú, - se dirigió a Helena, mientras cerraba la puerta del salón donde estaba Almu.- que la niña no te vea llorar. Tienes que ser fuerte para ella, me da igual lo que te pase. Almu es más importante, ¿lo has entendido?
- No hables así a mamá. Pero, ¿qué coño te pasa? Y no estamos hablando de mí.
-No, hablamos de que las dos solo os preocupáis por mí ahora que él se ha ido. Hablamos de que las dos me dejasteis tirada y ahora intentáis hacer que podéis volver a coger las riendas de mi vida. Y lo siento mucho, pero no estuvisteis cuando sus amigos me metían la polla hasta hacerme sangrar o cuando me pegaba en la espalda o la cabeza, cualquier sitio que no pudiese verse la marca, no estuvisteis cuando estaba desesperada porque no sabía cómo proteger a Almu. Ahora ya no os necesito, sois unas hipócritas.

Lucía temblaba de ira, Alba apretaba los puños como nunca antes lo había visto y Helena apretaba la mandíbula. Me sentí fuera de lugar totalmente. Aunque, fuera como fuese, Lucía acababa de soltar una verdad como una catedral, mientras se enfrentaba y envalentonaba con Alba. Vi como Alba miró a su madre con odio, ya no era rabia, sus ojos eran odio puro. Supuse que no sabía nada de todo lo que Lucía había contado, aunque la propia Alba había visto las marcas de la espalda de Lu. - Y la única verdad que hay aquí, es que la que siempre ha estado soy yo. No os atreváis a echarme nada en cara. - subió los escalones de dos en dos y desapareció de nuestra vista.

Alba se dirigió como un torbellino a su madre con el puño levantado, y aunque no hubiese nadie que se mereciese más un puñetazo en aquella habitación, avancé rápidamente hacia ella y le cogí el puño.

-Sabes que no es lo que quieres hacer.- dije en voz baja, mirándole a los ojos que seguían destilando odio.
-Suéltame, Martina. - me enredé como una planta a su cuerpo, rodeándola con los brazos.- Suéltame que la mato aquí mismo. La hija de puta vio como me lo hacían a mí y no hizo nada, y ahora me entero que se lo dejó hacer a Lucía. Yo le arranco la cabeza.
-¡Eso no lo permitió tu padre! ¡Él era un buen hombre!- me quedé paralizada al oír las palabras de Helena a mi espalda. Fue como si los músculos se me hubieran congelado.- No tuvo la culpa…- noté en su voz que estaba llorando.

Alba se liberó de mis brazos y fue hacia ella. No pude evitar el puñetazo. Reaccioné en cuanto vi como Helena caía al suelo y pegué un empujón a Alba, alejándola de su madre.

- ¡Para! ¡Para, joder! - Estaba entre Helena y Alba. Y sabía que no tenía nada que hacer frente a Alba si decidía sacar toda su fuerza. Pero algo me hizo ponerme entre ella y aquella mujer, quizá el hecho de que Helena ya había recibido suficiente durante años...
-¡Dime que han tocado a Almu, y te juro que te mato aquí mismo! - seguía intentando acercarse a Helena y yo impidiéndole el acceso a ella.
-No… no… - Helena sollozaba. - Lu...Lu siem… siempre se… se... ofrecía… lo… lo… evitaba.- Helena empezaba a hiperventilar.
- ¿Se ofrecía? ¡Me estás diciendo que…! Diossss. ¡Martina, joder, déjame que la mate ahora mismo!
-No. Tú no eres tu padre. No dejaré que la pegues.- un escalofrío me recorrió el cuerpo. Pudo meter su pierna entre las mías y darle una patada tras otra, mientras yo seguía en medio, agarrándola.- ¡Alba! ¡Alba, por favor!
-¡Mamá! ¡Mamii! - un grito recorrió la entrada, seguido de un sollozo desgarrador que me hizo mirar hacia la puerta abierta del salón, pero, ¿dónde estaba Almu? Como un rayo Lucía apareció por las escaleras. Vi como una mueca de asco le recorría la cara, fueron apenas unos segundos, algo apenas imperceptible.
-¿Qué cojones has hecho? - se dirigía a Alba. Pero no se paró a escuchar la respuesta. Se metió en el salón rápidamente y cerró la puerta por dentro, mientras llamaba a Almu en susurros.

Yo estaba paralizada. Helena seguía llorando en el suelo, hecha un ovillo. Y Alba… me giré hacia ella. Alba se había mordido el labio con tanta fuerza que empezó a sangrarle. Tenía la respiración agitada, los puños todavía en tensión. Parecía que volvía en sí y fue apartándose de nosotras poco a poco, dando pequeños pasos hacia atrás hasta quedar apoyada en la pared del pasillo, donde cayó resbalándose hacia el suelo y sentándose apretando las piernas  flexionadas contra su pecho. Supe que debía quedarme donde estaba. No sé porqué no me acerqué a ella. Simplemente me quedé quieta, intentando asimilar los últimos minutos. Comenzó a llorar.
Se abrió la puerta del salón y Lu salió con Almu en brazos. Ni siquiera miró a Alba. Se acercó y me puso a Almu en brazos antes de que yo pudiese retirarme. Almu se abrazó a mi cuello.

-Ella no te hará nada, cariño. ¿Vale? - Lu tenía una voz dulce que, sinceramente, creo que habría hecho confiar a cualquiera. Se acercó a Helena y la tocó el brazo delicadamente.- Ven, mamá. Tranquila. - consiguió que Helena se levantase y pude ver como se la llevaba a la cocina. Y allí estaba yo, con la bebé en brazos mientras Alba sollozaba pegada a la pared, en el recibidor de aquella casa, que sólo veía dolor y sufrimiento. Una casa llena de recuerdos, tenía que sacar de allí a Alba. Aquella casa la destrozaba.
-Alba. Alba, ¿me escuchas?- Almu me tocó el hombro.
-Dime, chiquitina.
-¿Fuebas a la patita lulu?- me sorprendió y miré aquellos inocentes ojos azules que me devolvían mi imagen.
-Claro.- Y antes de asimilarlo, Almu puso la canción de “El baile del sapito” y me vi bailando con ella en el salón, mientras la pequeña sonreía, dando vueltas a mi alrededor.



ALBA
-Alba. Alba, ¿me escuchas?- la voz de Martina llegó hasta mis oídos.

Estaba paralizada, no podía mover un músculo. Todo lo sucedido pasaba una y mil veces por mi cabeza y veía a mi padre. Veía al cabrón pegando un puñetazo a mi madre seguido de patadas en las costillas. El problema, el gran problema, es que ese cabronazo estaba muerto y era yo la que le propinaba esa paliza a mi madre. Madre, que palabra más amplia donde se abarca amor, ternura, cuidados… Esa no era mi madre, joder. Dejó que nos violaran a Lucía y a mí, y encima lo defendía. No se merecía la palabra madre, no se merecía a Lu, ni a Almu. No se merecía una mierda.

https://youtu.be/53ePiCirfvk


"Cua cua, cua cua, cua, cua, cua cua cua. Lulu es una patita que es muy divertida, todo el día se ríe a carcajadas. Con su cua cua cua, por aquí y por allá, porque hoy es un día especial. ¿A dónde vas Lulu, corriendo tan deprisa? Con tu vestido rojo y tus blancas zapatillas. El baile va a empezar y no quiero llegar tarde. Y bailar hasta que salga el Sol"

La canción infantil de Almu empezó a resonar a todo volumen por la casa, me hizo despertarme y salir de entre todos esos pensamientos. Observé a Almu como bailaba con Martina, ajena a todo, en su mundo infantil, el mundo en el que tenía que vivir y no otro.


"Lulu, menea la patita, menea la colita, mueve las alitas y se da una vueltecita. Se agacha despacito, se levanta bien prontito y sigue así hasta que salga el Sol. Lulu, menea la patita, menea la colita, mueve las alitas y se da una vueltecita. Se agacha despacito, se levanta bien prontito y sigue así hasta que salga el Sol"


Y Martina, joder Martina. La vi jugando, intentando que Almu tuviese ese mundo. Ya me ha visto como realmente soy, un monstruo que lucha contra sus propios monstruos. Ahora ya me conoce, ahora es cuando ha conocido a la verdadera Alba. A esa que no tiene autocontrol, a la bestia que hiere a su propia familia, a la que temen porque puede atacar en cualquier momento.

"Lulu es una patita que es muy divertida, todo el día se ríe a carcajadas. Con su cua cua cua, por aquí y por allá, porque hoy es un día especial. ¿A dónde vas Lulu, corriendo tan deprisa? Con tu vestido rojo y tus blancas zapatillas. El baile va a empezar y no quiero llegar tarde. Y bailar hasta que salga el Sol"

La miré y me dio vergüenza. Ella me miró en ese momento, y devolviéndome la mirada, me sonrió y bajó los párpados y la cabeza al mismo tiempo, como una forma de decirme: “Tranquila”.

Joder, ¿me había sonreído? ¿en serio? Esta niñata era increíble. No pude hacer otra cosa que responderle con otra sonrisa. Odiosas mariposas de los cojones, pero en ese instante tuve que admitir que la amaba.

"Lulu, menea la patita, menea la colita, mueve las alitas y se da una vueltecita. Se agacha despacito, se levanta bien prontito y sigue así hasta que salga el Sol. Lulu, menea la patita, menea la colita, mueve las alitas y se da una vueltecita. Se agacha despacito, se levanta bien prontito y sigue así hasta que salga el Sol"

La canción terminó y Almu se tiró sobre el sofá, riéndose.


- ¡Pon ota canzón bonita! - Martina me miró y cogió el mando de la televisión, metiéndose en YouTube.

https://youtu.be/6e87-rM1JeY


“He trepado a tu ventana. Me instalé un año en tu cama, mientras escapaba de la tempestad. Te he nombrado en mis canciones, te hice mil proposiciones. Eran todas indecentes, la verdad. He aprendido de memoria tus 32 escaleras. Y ahora ya no sé vivir ni a tu lado ni lejos de ti. Me ganaron tus maneras, el olor de tus quimeras y tu corazón difícil de domar. Alma de montaña rusa, la batalla por excusa, un encanto de desastre natural"  


Almu aplaudió, feliz, ante la canción. Mi madre y Lu aparecieron en el salón. Almu reía y a Lu le brillaban los ojos. Ninguna dijo nada, todas en el salón escuchábamos atentamente aquellas palabras, como una forma de revivir de las cenizas de los últimos minutos, igual que el fénix renace de las cenizas del fuego de su muerte.


“He aprendido de memoria tus 32 escaleras. Y ahora ya no sé vivir ni a tu lado ni lejos de ti. Yendo contigo, juego con fuego, solo disfruto cuanto más me quemo. Libra de libro, tus ventoleras, vienen y van como las mareas."


Lu estaba maravillada, escuchando la canción. Pero, yo… yo sabía que esas palabras me las estaba dedicando Martina. Ella había elegido aquella canción para mí, lo había hecho intencionadamente. Me estaba hablando mediante la canción al mismo tiempo que me sonreía. No tenía palabras para describir lo que sentía en aquel momento, escuchando aquello y mirando a sus ojos, los ojos más bonitos del mundo, ojos hechos de mi color favorito, el suyo. No me di cuenta de que se había acercado a mí hasta que la tuve enfrente. Entrelazó sus manos en mi pelo y pegó su cuerpo al mío. Sus labios, acariciaron mi barbilla y ascendieron hasta mis mejillas…

“Declarándonos la guerra, nos casamos en las Vegas y entre luces de neón llegó la paz. Subo como cada noche, tus 32 escaleras, y ahora solo sé vivir a tu lado, cerca de ti. Yendo contigo, juego con fuego, solo disfruto cuanto más me quemo. Libra de libro, tus ventoleras, vienen y van como las mareas."

Me salió esa sonrisa tonta, que tanto odio ver en las parejas enamoradas, y que a mí me estaba saliendo en ese preciso momento. Sus labios se posaron en mi sonrisa de boba, su lengua acarició los míos y yo entreabrí mi boca para dejarle paso, en ese instante se me olvidó el resto del mundo. Con ella daba igual todo.

"Te hiciste mi musa de cabecera, mi jueza, mi abogada, mi carcelera."


La abracé por la cintura, acercándola más a mí. La quería sentir, que me sintiera. Que notara como cabalgaba mi corazón cuando me tocaba, cuando me besaba. Quise balancearme junto a ella al son de esa hermosa canción que me dedicaba. Cuando me di cuenta, estábamos abrazadas en medio del salón, besándonos como adolescentes y con tres mironas que tenían dibujadas unas una sonrisa de oreja a oreja y la pequeñaja la nariz arrugada.

- Puajj… ¡Pomo Lu y zu novio! ¡Oz cambiáiz laz babaz!- Lu se echó a reír y Martina la acompañó mientras Almu negaba con la cabeza y las manitas.
- Me encantan las…
-¡Chucherías! - dijo Martina interrumpiéndome. - Sí, mucho mejores que las babas… mañana compramos.
-¡Ziiii!- exclamó Almu, encantada. Me acerqué al oído de Martina.
- Que sepas que me gustan mucho más tus babas, pequeña.- susurré al tiempo que le mordía el lóbulo.
-¡Alba! - dijo en bajito.- Aquí no.
- Son familia, no se asustan por morderte una oreja.
- Precisamente porque son familia.- cambió el tono, dejando los susurros.- Tengo que hablar contigo, por cierto. - me agarró el brazo y me llevó a la cocina. - Lu me ha pedido venir a dormir a casa cuando estábamos en el coche.
- ¿Y eso por qué? - volví a atraparla entre mis brazos y a besarle el cuello.
-No lo sé. Pero quiere venir. - sonrió y se apartó ligeramente de mí.- céntrate.
- Contigo es imposible centrarme.- rozaba con mi nariz su cuello mientras olía su olor tan característico - Que venga si quiere y que se traiga unos tapones para los oídos.
-¡Alba! Quiere llevarse a Almu, también.
- A Almu le daremos un Valium y que se quede sopa. ¿Vendrá alguien más? Porque me da igual, ¿sabes? Hoy te voy a follar contra la pared sí o sí.
-Alba… - enarcó una ceja.- No estamos hablando de una tontería...
- Ni yo tampoco. Te tengo ganas, pequeña. Y a mis hermanas me las llevo también. Mañana lo hablaremos con tranquilidad. Pero… - comencé a susurrar - muero por estar dentro de ti.- vi cómo un escalofrío recorría el cuerpo de Martina y le salían aquellos coloretes llenos de inocencia que tenía, tras oír mis palabras.
-Alba… ¿Y qué hacemos con tu madre? - me separé de inmediato de ella, cortándoseme el rollo al segundo.
- Que se quede aquí, que es su casa. - levanté mi dedo corazón en señal de desacuerdo - y tú eres  experta en ser una cortarrollos.
-¿Sola? Creo… creo que no está muy bien de la cabeza… es decir…
- Que se joda. - salí de la cocina completamente diferente a como había entrado. Ya no estaba cachonda, ni con ganas de marcha pero sí con una muy mala hostia. - Venga, enana y la mocosa, preparad las cosas que hoy os quedáis en mi casa a dormir. Vamos a hacer una fiesta de pijamas con batalla de almohadas incluida. - me senté en el sofá a esperarlas. Al ver que no se movían les grité - ¡Venga! ¿A qué esperáis? Martina y yo nos vamos en… - miré el reloj de mi móvil - diez minutos.
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Buzzys
Arwenundomiel

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