— Alfonso, me dijiste que lo tenía ayer. Me lo traes hoy y con otro precio. ¿Qué coño es esto?... No, no. Vienes ahora mismo, te lo llevas y anulas la factura. Te dije que una y no más. ¿Crees que soy de una ONG? ¡No me toques los huevos! Llévatelo porque no lo quiero. Y ni te molestes en pasarte otra vez.
Me ponía. No podía decir otra cosa. Es que me excitaba con tan solo tenerla a mi lado. Daba igual que estuviera discutiendo con su proveedor de tóner, que ya sé que no es nada morboso, o que llevase más de hora y media hablando por el maldito móvil, me ponía y mucho. Esa forma autoritaria con la que se defendía, no dejándose amedrentar, protegiendo los intereses de su negocio, exigiendo con firmeza lo que quería... Todo eso me hizo apretar los muslos, con la absurda intención de controlar la agitación que me producía.
Me humedecí. Tampoco ayudó mucho el pensar que me encantaría dominar a esa fierecilla, que se rindiera a mis caricias y besos. Ese pensamiento me puso peor. Estaba empapada.
Creo que me quedé ensimismada mirándola, porque descubrí a Silvia, tratando de que regresara a la tierra, saludándome con la mano. Lástima que todavía siguiera con el móvil pegado a la oreja. Le sonreí, al tiempo que le hacía un gesto muy erótico con la lengua. Me respondió dándome la espalda, para evitar descentrarse, supongo... Se me escapó una risa pícara.
Por fin colgó. ¡Aleluya! Apreté de nuevo las piernas. ¿Pero qué coño me pasaba? Estaba claro. Su genio me provocaba deseos casi incontrolables.
— Perdona, Eu. Estos proveedores me tienen siempre de mala leche.
— ¿Eu? ¿En serio? ¡Menos mal que solo estás de mala leche! Si me hubieras llamado Eugenia estarías yendo con un bazooka en busca del pobre Alfonso — reí.
Suspiró profundamente admitiendo su cabreo. Soltó el móvil en la mesa del salón, tapándose la cara con ambas manos, seguro que estaba contando hasta diez para no imaginarse con ese lanzagranadas. Yo, que estaba sentada en el sofá, palmeé mis muslos, indicándole que viniera a mi lado.
— No estoy de humor, cielo.
— ¡Eso no es una novedad! Ven aquí. Te daré mimitos.
Se dirigió al sofá, con la intención de sentarse a mi lado. La agarré de la cintura, rectificándole la posición, e hice que se sentara a horcajadas sobre mis piernas. Me incliné hacia ella, abrazándola, acercándola más a mí. Apoyó la cabeza en mi hombro. Sentí cómo se relajaba.
— Lo siento. Habré estado más de una hora liada al teléfono, ¿no?
— Sí, algo más — mis manos descendieron a su culo, apretándolo, arrimando su pelvis a la mía. Me moví levemente buscando ese roce. — Pero el trabajo es el trabajo, tranquila.
Se irguió y me miró a los ojos, ahuecando su mano en mi barbilla, sin separarse de mí.
— ¿No me ibas a dar mimos?
— Eso es lo que hago.
— No me lo parece — rozó sus labios con los míos.
— ¿Ah, no? Pues es la mejor forma que he encontrado para relajarte.
La agarré fuerte el culo, empujándola contra mí, con un rápido movimiento. Quería sentir todo su cuerpo. Acercó su boca a mi oído, suspirando profundamente. Su respiración era un nuevo lenguaje que ansiaba conocer. Os juro, que ponía todo mi empeño para aprenderlo a marchas forzadas. Ya sabía perfectamente el significado de ese suspiro. Era deseo, querer que siguiera con lo que había empezado, dejarse llevar… Solo escucharla, me hizo sentir un escalofrío, recorriéndome de pies a cabeza. Me volvía loca. Lo sabía, por eso no se apartó de mi oreja. Jugaba, lamiendo y mordisqueando mi lóbulo, mientras que sus sonidos me indicaban qué hacer.
Nuestras caderas comenzaron a danzar, al unísono, buscando más roce. Me enloquecía ese baile de su cuerpo sobre el mío. Me hizo mirarla, sujetándome el rostro con ambas manos. Me sonrió cuando vio toda mi excitación en los ojos, cómo me mordía el labio inferior, conteniendo las ganas de poseerla. Sabía hacerme perder el control. Me incorporé para alcanzar su boca, besándole esos labios tan apetecibles. Mi respiración se volvió más agitada con el juego de nuestras lenguas. Tenía ese poder, siempre lo tuvo, de encenderme peligrosamente con cada beso suyo. Su lengua tenía un veneno embriador, que me anulaba por completo.
Le fui subiendo la camiseta, a medida que le acariciaba los costados. Se estremeció con el tacto de mis dedos. Alzó los brazos para podérsela quitar sin problemas, dejando frente a mí, una imagen increíble. Esos pechos generosos me volvían loca cada vez que los veía. Me acerqué a ellos, lamiendo un pezón, luego el otro, entre medias de ese sensual sujetador. Ambos cobraron vida apuntando hacia mí. Los fui acariciando con mis pulgares, lentamente. Se arqueó para ofrecérmelos. Aproveché para ascender con mi lengua, recorriendo su hombro izquierdo, su cuello, perdiéndome en su boca, que me esperaba impaciente. Besaba tremendamente bien. Cuando atrapaba mi labio inferior con sus labios, conseguía que me palpitara todo. No sé cómo lo hacía, en serio, pero ya me tenía loca.
Hoy me apetecía ser quien tomara el control. Terminaría cediendo al suyo, lo sé, pero hay días que deseo llevar las riendas. Por eso, fui directa a desabrocharle el pantalón. Quería aprovechar el factor sorpresa, para que se dejara hacer. Mi mano derecha, completamente extendida, comenzó a rozarle por encima de las braguitas verde mar. Sus caderas fueron balanceándose, buscando mayor contacto. Le sonreí. Me gustaba que respondiera a mis caricias, que se moviera encima de mí. Con mi palma, realizaba círculos alrededor de su clítoris, ejerciendo una leve presión. Luego, eran mis dedos los que masajeaban sus pliegues, de arriba a abajo, de abajo a arriba. Comenzaba a oírla gemir, eso era señal de que lo estaba haciendo bien, que continuara así. Seguíamos saboreándonos con cada beso. Se movía con más rapidez, exigiendo más empuje. La agarré con el brazo izquierdo por la cintura, así podría darle lo que quería. Sentía el calor en su entrepierna. Con el tacto de mis dedos, aprecié que había humedecido las braguitas. Estaba muy mojada. Quise comprobarlo introduciendo el dedo corazón por uno de los laterales. Realmente estaba empapada. Podía deslizar el dedo, a lo largo de todo el labio, resbalando por él. Eso le hizo estremecerse. En ese momento, le volví a presionar el clítoris. Sus gemidos eran más constantes.
— Eu, te necesito dentro de mí.
Sus palabras me humedecieron en un segundo. Se me hubiera escapado un orgasmo en ese instante, si no fuera porque conseguí retenerlo a tiempo. Me concentré en ella, en sus deseos, introduciéndome sin problemas. Un fuerte gruñido salió de sus labios al sentirme dentro. Empujé un poco más, quería estar en los más profundo de su ser. Se agarró a mis hombros, inclinándose hacia mi oído. Deseaba que escuchara su respiración, todo lo que le hacía sentir. Moví mi dedo realizando círculos hacia la derecha, entrando en contacto con todo su interior. Sus gemidos empezaron a ser constantes. Cambié el sentido del movimiento, provocando que acelerara su balanceo.
— Más, más adentro. Quiero dártelo, Eu.
Estaba casi en la cima de la montaña rusa, donde yo la había llevado. Le faltaba el empuje final para llegar a la cumbre. Con un nuevo empujón, me introduje más en ella, llegando a esa zona que tanto la excitaba. Comencé a dar pequeños golpes ahí. Sus susurros se convirtieron en pequeños gritos de placer. Arqueó la espalda, dejando a mi merced unos pezones duros tras el sujetador. Atrapé uno de ellos con los labios, zigzagueando con mi lengua, y rozándolo por encima del sostén. Me sujetó del pelo con ambas manos, invitándome a seguir allí. Gritos constantes, respiración agitada, la cabeza inclinada hacia atrás… Todo indicaba que estaba a punto de llegar a lo más alto. Su pelvis no cesaba de balancearse, moviéndome dentro de ella al mismo ritmo. Me zafé de sus manos para mirarla a la cara. Quería ver cómo disfrutaba de ese orgasmo que estaba a punto de sentir. Se volvió a sujetar mis hombros, encorvándose más. Veía cómo su pecho se movía arrítmicamente. Me excitaba muchísimo ver como se entregaba a mí. Tuve que apretar las piernas, para no irme antes que ella. Sabía que era capaz de correrme, sin tan siquiera tocarme, solo con verla gozar.
La atrapé con fuerza del culo, con mi mano libre, ayudándome a estar bien adentro. Dos, tres, cuatro golpecitos más tensaron su cuerpo por completo. Un solitario grito acompañó a los leves espasmos que estaba teniendo. Breves instantes que me parecieron lo más maravilloso del mundo.
No salí de ella, aunque mis movimientos se volvieron lentos, muy lentos. La abracé con mi otro brazo, rodeándome ella con los suyos. Sentía como iba recomponiéndose del reciente orgasmo que la hizo gritar de placer. Este momento era tan íntimo... Siempre la vi tan vulnerable después de llegar, que solo deseaba abrazarla. Quería que supiera que no estaba sola, que lo habíamos vivido juntas.
Saqué el dedo, saboreándolo. Era auténtico néctar. Dejé que lo probara. Me lo chupó con ternura, pasando delicadamente su lengua por toda su longitud. Sonreímos, cómplices de lo ocurrido.
— ¿Todo bien, mi vida?
— Sí, todo bien. Ya sabes… Después me siento un poco…
— Shh… Lo sé. Pero estoy aquí contigo. Recupérate…
— ¿Y seguimos?
Escrito por Arwenundomiel
Excelente!! Tiene todo lo necesario para encender a cualquiera!
ResponderEliminarMuchas gracias por tu comentario. Eso es lo que se pretende xDD.
EliminarMe hiciste apretar las piernas. Felicidades! El erotismo de vuelve sensación al leerte.
ResponderEliminarGracias por las felicitaciones. Esto anima a seguir escribiendo historias como estas.
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