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Un día entre música y fango.
Elisa,
Lo primero de todo, dale un gran abrazo a Encarna. Efectivamente, ver la foto me hizo sonreír, ya no recordaba aquella foto... Fue en una excursión al bosque, que hicimos por nuestra cuenta ,con tan solo 10 años. Recuerdo que preparamos una bolsa de provisiones (galletas y patatas, todo lo que una niña desearía) y salimos a buscar simbinquis, un animal que se había inventado el primo de Encarna, Alberto, para gastarnos una broma. Volvíamos un poco decepcionadas, pero enseguida se nos pasó cuando mi madre nos abrió la puerta con una enorme bandeja de tarta de calabaza. Qué gran recuerdo... Aquel día comí más de lo que mi cuerpo podía soportar.
Me alegra que María se haya apropiado ese hueco, así, ninguna me echa en falta en la cama. ¿Te acuerdas de cuándo me pedía un cuento para dormir y yo acababa durmiéndome con ella? Siempre venías a buscarme y me despertabas con un beso en el cuello y susurrándome al oído. Parece que hayan pasado siglos desde entonces...
Me han encantado las fotos de la playa, son preciosas. Aunque a la peque ya le queda un poco pequeño el bañador de mariposas, deberías comprarle otro. O ponerle aquel que nos regaló tu hermana, el año pasado, por su cumpleaños. Uno que tenía dos lazos arcoíris en los lados. A ti se te ve un poco pálida, dime que no estás dejando las visitas al médico. Y come, Elisa, no quiero enterarme de que vuelves a los temas de la comida. Te lo pido por favor. Si necesitas que vuelva, solo dímelo. Tú no te preocupes, ¿vale?
Desde la última carta que te mandé han pasado tantas cosas... Es increíble como aquí, en apenas unos días, puede haber grandes cambios. Marcos falleció anoche, en el hospital más cercano, al que le llevaron, por fin, hace seis días. Te adjunto las dos cartas que tenía para Sofía, y otras tres más que le escribió a Clara. Las de Clara son para cuando cumpla quince y dieciocho años, y para el día que se case, si lo hace. Esos detalles solo se le ocurren a él. Mientras él hablaba, tosiendo y atragantándose, tenía un nudo en la garganta que me impedía hablar de cualquier manera. Sin embargo, allí estaba él, pensando en su hija y su mujer, sabiendo que no iba a volver a verlas. Cuando terminó de dictarme, le dije que saldría un segundo a preguntar al médico por la medicación. No era cierto, salí a llorar, Elisa. Fue un lloro ahogado y fluido, eso fue hace tres días.
¿Sabes que fue lo último que me dijo ayer? "No deberíamos tener miedo a la muerte, es solo otro paso en el camino". Después se quedó dormido y ya no volvió a despertar.
Cuando estaba allí, me contó un pequeño recuerdo en forma de historia. Dijo que el día que Sofía estaba dando a luz en el hospital, mientras a él no le dejaban entrar en el quirófano (tuvo cesárea), pasaron por su lado unos médicos con una camilla, y detrás una persona llorando. Era un hombre de tercera edad y había tenido un accidente de coche. La otra persona era su mujer. En cuanto nació Clara, un médico salió a comunicarle que su esposo había muerto. Una vida por una vida, como dijo él. Después de decirlo, sonrió y dijo, cuando yo muera, alguien estará viendo la luz por primera vez, Diana.
Era un hombre increíble, Elisa. Me gustaría que lo hubieras conocido más...
A falta de profesores, me han pasado las alumnas de Marcos y de Eugenia, otra compañera. He cogido a las niñas hoy y me las he llevado a pasear. Además, me he llevado la guitarra. Nos hemos sentado en una zona preciosa de césped y fango y les he enseñado diferentes canciones, cómo las que le cantaba a María cuando nos íbamos de excursión, en el coche.
Te echo mucho de menos, preciosa. Te quiero,
Diana.
P.D: Dale mil besitos a María de mi parte. Y léele algún cuento por la noche, acordándote de mí.
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