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Querida Elisa,
Aprovecho para escribirte antes de que se vaya el Sol. Aún no me acostumbro a escribir a la luz de las velas. No iluminan lo suficiente como para que resulte cómodo a la vista.
He recibido hoy tu carta. Y al leerla esta mañana, no he podido evitar que los ojos se me llenasen de lágrimas. La foto con la peque es preciosa. Pero el verte... después de tanto tiempo sin poder ver tu cara... Has adelgazado desde que me fui y tienes unas ojeras profundas que rodean tus grandes ojos negros que tanto echo en falta. Esos ojos con los que analizas todo de una manera diferente al resto del mundo.
¿Recuerdas aquella primera noche cuándo quedamos a solas? Antes siempre habíamos quedado con nuestros amigos, pero aquel día de Diciembre estábamos tú y yo solas. Te llevé a beber batidos y luego tú decidiste aquel inmenso parque lleno de pinos, dónde nos besamos por primera vez. Recuerdo que al despedirnos, mi amiga Carlota me preguntó de qué habíamos hablado. Recuerdo... que no supe contestarla, yo solo tenía en mi mente tus preciosos ojos negros con tu impresionante mirada.
Espero que estés durmiendo bien, se te ve cansada... Necesito que te cuides, Elisa. No puedo siquiera pensar en que pudiese pasarte algo, el cielo se me cae sobre los hombros cada vez que pienso en ello. Por unos segundos me quedo sin respiración antes de que las niñas me vuelvan a hacer aterrizar en el suelo. Cuídate, Elisa, por favor, cuídate. Antes de escribirte a ti, he escrito a mi madre, pidiéndole que te mande de vuelta a casa. Sé que a ellos no les importará tener a María una semana. Y eso te permitirá descansar.
Esta vez no he tenido tiempo para mandar una foto a María y que la añada al gran mural que debe estar formando, pero le envío un cuento que hemos escrito las niñas y yo en clase de lengua.
Que no se te olvide notificarme cualquier cosa que pase en el médico, no entiendo porqué te hacen una revisión tan cercana a la anterior. Y aunque me digas que no me preocupe, no puedo evitar sentirme intranquila al saber que vas a aquella maldita clínica sin mí, acompañada solo de tu amigo Sergio.
Hoy he vuelto al río con las niñas, nos hemos bañado durante horas y hemos salido todas como garbanzos. Nos vayamos con vestidos y hemos salido empapadas del agua, así que para secarnos hemos bailado una canción que me enseñaron las niñas hace un par de días. Todas tienen voces preciosas, cada una a su ritmo y las compenetran de una manera increíble. Es un auténtico placer escucharlas y me recuerda a cuando las tres cantamos en la cocina, mientras preparamos la comida, o cuando vamos en los viajes en coche.
La verdad es que estoy agotada, no sé como ellas no paran, son incansables. Mientras te escribo, están cantando en el patio, mientras hacen una corona de flores. Mañana quieren celebrar el día de las novelas. Ya hemos leído las cinco que me traje y me he quedado sin novelas, así que el examen de mañana será práctico, representarán sus partes favoritas entre todas. Y luego debatiremos sobre ellas. Por supuesto, lo de las coronas de flores ha sido idea suya, son maravillosas. Me gustaría teneros aquí y compartir esto con vosotras.
Desde aquí os mandamos toda la clase un beso muy grande,
Diana.
P.D: Dile a María que deberá encargarse ella de hacerle los dibujos al cuento que le mandamos. Y dale un besito enorme. Os quiero.
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