Ir a: Inicio Capítulo 2 "Secreto de confesión"
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A las 8:30 fuimos a desayunar y me senté con la hermana Águeda, que como siempre tenía una sonrisa de oreja a oreja.
- ¿Qué trabajo harás?- me preguntó sonriente.
- Todavía no lo sé hermana, la madre Sofía debe decirme que labor desempeñar.
- Bueno, también tiene que ver con tus conocimientos, puedes trabajar en el jardín, en la cocina, en el planchado de los hábitos, o tal vez en las oficinas con la madre Abadesa, si usas el ordenador- me explicó.
-Estudié teología y letras, no sé si sirve de algo- me excusé.
Terminamos el desayuno, las hermanas se fueron a sus labores y yo tuve que acudir al despacho de la madre Sofía para que me diera una labor. Cuando llegué allí la hermana Catalina salia del despacho echa una furia, pero al verme se paró en seco y me sonrió.
- Hola hermana- dijo repasándome con su mirada.
- Hola- contesté agachando la cabeza
- ¿Necesitas algo?- preguntó acercándose demasiado.
- Vengo a ver a la madre Sofía, tiene que darme un trabajo- dije dándole la espalda y dirigiéndome a la puerta.
Ella me agarró de la muñeca y tirando ligeramente me dijo.
- Yo puedo darte un trabajo.
Me solté bruscamente y la miré con desprecio, tenía que contarle esto a alguien.
Llamé a la puerta del despacho y la madre me dijo que pasara, yo cerré al entrar.
- Madre Sofia, vengo por lo de la labor, no se en que puesto he de estar- le dije.
- Sarah, estamos solas, no me llames madre- dijo levantándose y acercándose a donde yo estaba.
- Creí que eso era en las celdas- contesté.
- Cuando estemos solas, ahora estamos solas- dijo acariciándome la mejilla
Por un momento cerré los ojos y me dejé llevar por el contacto de su mano contra mi piel.
- Veamos... Sabes usar un ordenador y has estudiado letras, podrías hacer las labores de secretaria, antes lo hacía la hermana Rocío pero ahora esté en la cocina haciendo pasteles- me explicó.
- No sé, lo que tú creas que es mejor para mi- contesté.
- Tal vez prefieras hacer jardinería con la hermana Catalina- me dijo.
- Los trabajos de oficina me van bien- dije enseguida.
- Bien, entonces también puedes ayudarme con la pagina web, la usamos para vender los dulces y dar información sobre el convento- me explicó.
Me encantó la idea y desde aquel día empecé a trabajar con el papeleo del convento, ordenando facturas, escribiendo cartas al obispado y atendiendo los pedidos de la pagina web.
Pasaron unas semanas y ya me había acostumbrado a la vida en el convento, las horas de oración, las comidas y mi trabajo, llenaban mis días, y las noches.... La mayoría de noches las pasaba charlando con Sofía, hablábamos de la vida, de vivencias, y recuerdos, me volvía loca; me gustaba, ella me cogía de la mano, o me rozaba la mejilla con los nudillos, y yo me quedaba embobada mirándola.
Aquella noche estaba apunto de ducharme, cuando escuché que alguien estaba en el baño de mi planta. Supuse que era Sofía, pero me equivocaba. El vapor del agua caliente lo llenaba todo, y yo acababa de ponerme bajo el chorro de agua.
- Hola Sarah- escuché detrás de mí.
Me di la vuelta, tapando mi desnudez como pude. Era la hermana Catalina la que estaba delante de mi, totalmente desnuda, su cuerpo delgado se acercaba a mí, tenía los pechos demasiado grandes, y la entrepierna demasiado poblada. Di un paso atrás, esa mujer no me gustaba.
- ¿Qué hace en esta planta hermana?- pregunté.
- Pensé, que tal vez necesitabas compañía- me dijo acariciando con un dedo mi yugular, y bajando lentamente hasta mi clavícula.
- No me hace falta la compañía- dije moviéndome para que no me tocara.
- ¿Estás segura?- dijo acercándose más.
Yo volví a separarme, pero me encontré con la pared, la hermana Catalina se acercó todavía más, sus pechos rozaban mis manos.
- ¿Sabes que eres una niña muy atractiva?- dijo acariciándome la mejilla.
Yo aparté la cara bruscamente e intenté crear algo de espacio entre las dos, pero el muro no me dejaba moverme, estaba acorralada. La mujer empujó su rodilla contra mis piernas, obligándome a abrirlas, me agarró del brazo que tapaba mis senos y aplastó su cuerpo contra el mío.
- He visto como me miras- dijo jadeando en mi oído.
- ¡Yo no la miro de ninguna forma!- dije, forcejeando para quitármela de encima.
- ¿Te gusta jugar, eh?, sabes que me deseas- dijo la hermana Catalina lamiéndome el cuello hasta el lóbulo de la oreja.
- ¡No!- Suéltame- dije empujándola.
Ella volvió y me sujetó las muñecas con una mano, era fuerte y yo no podía moverme, intentó besarme pero giré la cara. Con la mano que tenía libre me agarró del cuello y empezó a bajar hacia mis pechos. Yo me movía como una serpiente intentando quitármela de encima.
- Déjame en paz- grité.
- ¡¿Qué esta pasando aquí!?- dijo una voz de repente.
La hermana Catalina se apartó de mí rápidamente. La madre Sofía estaba en camisón en la entrada de las duchas.
- Hermana Catalina, ¿qué hace en esta planta?- preguntó Sofía.
- Madre, yo solo quería hacerle compañía a la hermana Sarah, como está sola aquí- dijo la hermana mirándome de reojo.
-Hermana, mañana la quiero ver en mi despacho a primera hora. Hablaremos de este tema largo y tendido, ahora váyase a dormir y no salga de su celda hasta mañana.- dijo Sofía con una mirada de seriedad y enfado que jamás había visto.
- Sí madre- contestó la hermana Catalina.
Seguidamente agachó la cabeza, cogió sus cosas, y salio del baño cerrando la puerta tras ella. Sofía echó el pestillo y se acercó corriendo hacia mí.
-Sarah, ¿Estás bien cariño?- dijo abrazándome.
La abracé con fuerza, mojando su ropa y me eché a llorar. Ella me acarició la cabeza y me besó en la coronilla.
-Te juro que esa zorra no volverá a molestarte, la echaré de aquí.- Dijo volviéndome a besar.
- Has dicho Zorra- dije yo al tranquilizarme.
- Es poco en comparación a lo que me gustaría decirle- dijo mirándome a los ojos.
- Gracias, no sé que hubiera pasado si no apareces- le dije mirándola.
Volví a abrazarla con fuerza, y permanecimos así un rato.
- Sarah, ¿Te importa si me quito la ropa y me ducho? Se me ha mojado el camisón- me preguntó.
- Claro, te he puesto chorreando- contesté.
- No pasa nada- dijo quitándose la ropa.
No pude evitarlo, mis ojos calleron directamente a sus pechos, recorrí con la mirada todo su cuerpo y me estremecí.
- Perdonadme, no he podido evitarlo, eres preciosa- dije al darme cuenta que me miraba.
- No pasa nada. Tú también eres preciosa- me dijo.
Nos miramos directamente a los ojos, y nos fuimos acercando poco a poco hasta quedar frente a frente. Sofía acarició mi mejilla con sus nudillos, y yo acerqué mi cara para sentir su tacto en mi piel.
- Ya no puedo más- me dijo apoyando su frente en la mía.
Suspiré profundamente y pasé mi mano por detrás de su pelo. Ella tragó saliva, cogió mi cara con sus manos y me besó, fue un beso dulce y lento. Nos separamos un instante, mirándonos.
- Lo siento, no he podido evitarlo- me dijo.
- No lo evites- le dije acercándose de nuevo a sus labios.
Volvimos a besarnos, y esta vez su boca exigió más y yo se lo di. Recorrió mis labios con su lengua, abrí mi boca y dejé que buscara la mía, empujando, saboreando, mordí su labio inferior, y la oí gemir, volvió a besarme y esta vez fue ella la que mordió y yo la que gemí.
Sus manos empezaron a vagar sin rumbo por mi cuerpo, bajando lentamente hasta mi cintura, las mías bajaban por sus clavículas directamente hacías sus pechos, me quedé parada un instante.
- Sarah, tócame- me dijo.
No hizo falta nada más. Bajé poco a poco hacia sus senos, rozando ligeramente su pezón que se endureció tras mi toque, acaricié con la palma, y pellizqué juguetona. Sofia gemía a cada caricia y quise probar la piel de sus pechos, pasé mi lengua por el duro pezón y ella gimió más fuerte, lamí, chupé y succioné, la urgencia golpeaba mi sexo. Ella bajó por mi cuello acariciando con su lengua mi cuello. El agua caliente golpeaba nuestros cuerpos ardientes. No sé cómo llegó su boca a mis pechos, pero cuando sentí su lengua en la piel rugosa de mi senos creí desfallecer.
Sofía me llevó contra la pared metiendo su muslo entre mis piernas, rozando, empujando el punto más cálido de mi cuerpo, el roce era excitante pero quería más, necesitaba liberar la presión palpitante entre mis piernas. No hicieron falta palabras, los jadeos y movimientos de mi cuerpo le dijeron a mi amante lo que quería, y bajó sus manos por mi vientre, y llegó a mi sexo que la esperaba deseoso, mojado. Sus dedos resbalaron por mi centro y sentí el placer más intenso. Quería que Sofía sintiera lo mismo y bajé hasta su humedad sin preámbulos, sin esperas. El calor que emanaba de su sexo era arrollador y la toqué, produciéndole un gemido que sonaba a gloria. No aguantabamos de pie y acabamos tumbadas en el suelo de la ducha, Sofía exploró mi cuerpo de nuevo con sus manos, con su lengua, y cuando mis jadeos exigieron más, ella me tomó, me penetró con un dedo, lento, tranquilo, dejándome sin respiración, pero yo quería más. Ella lo sabía y hundió dos dedos dentro de mí. Empezó a moverse más deprisa. Al mismo tiempo, Sofía se rozaba con mi pierna y gemimos al mismo tiempo, empujamos, arañamos y explotamos, alcanzando el cielo al mismo tiempo.
- Te deseaba desde el primer minuto - me dijo aún entre jadeos.
- Yo también - contesté, besándola de nuevo.
Pasamos la noche en su celda, hicimos el amor tantas veces como pudimos, era feliz.
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