Relato "Un café y un polvo" Parte 11 (Capítulo 34)

jueves, 16 de junio de 2016
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PARTE 11. ME QUEDARÉ HASTA QUE TUS OJOS ME PIDAN QUE ME VAYA.
CAPÍTULO 34. LA CHACONA  

"Porque a veces, una cosa tan simple como unas palabras van acompañadas de música y sentimiento

https://youtu.be/ah2Mvp5FSyE

Os daré la explicación en el siguiente capítulo, por favor escuchadlo al leer el capítulo. Gracias" 

ALBA
-¡Para! ¡Para!- Martina se interpuso entre mi cuerpo y el árbol. Las lágrimas rodaban por sus mejillas. Me cogió las manos y me abrazó.- Tranquila, tranquila…- me acariciaba el pelo y su aliento me rozaba el cuello.- Cálmate...
- Dios, Martina. Vete de aquí, por favor. No estoy bien. Te puedo hacer mucho daño. Déjame, por favor.- intentaba soltarme de su abrazo. Ella se enganchó a mi cintura y me miró a los ojos.
-No te tengo miedo, Alba.- me dijo. Cati estaba a uno o dos metros de nosotras y nos miraba, con ese rostro de tranquilidad que siempre tuvo, y que me enamoró en su día, pero con los ojos brillantes, como se ponen los ojos antes de llorar.
-¿Cenas con nosotras?- me hablaba a mí, Martina seguía abrazándome, deslizando las manos mientras me acariciaba encima de la camiseta. Comencé a contar mi propia respiración, a intentar calmarme. Me empezaba a doler la mano también.
- No, gracias. Ya estoy bien - Me separé un poco de Martina - Vete con ella, te está esperando- miré a Cati de reojo - Yo seguiré aquí, necesito aire puro.

Sabía que Martina me calmaba. Siempre que estaba junto a ella, me sentía cómoda. Sentía que cualquier cosa que pasara no me afectaría tanto estando con ella. Era un bálsamo, algo que me relajaba, que me tranquilizaba. Pero esto… Esto no me lo esperaba. Solo el verla, el sentir su tacto en mis manos, sentirla a ella en su abrazo, me desarmó de un plumazo. La rabia desapareció como por arte de magia. Definitivamente era ella. Ella era la que me faltaba para poder ser yo al completo, yo como persona, yo… Simplemente yo.

-¿Qué vas a hacer?- Martina me miraba, preocupada.
- Esperar.
-Venga tortolitos, que me vais a llenar este rincón de purpurina y arcoiris. Alba a cenar, y no acepto un no por respuesta.- Cati se fue hacia la cabaña mientras Martina la seguía con la mirada, sorprendida.
- No voy a ir. Esta Cati es un coñazo - se me dibujó una sonrisa.
-Para ti, todo el mundo es un coñazo.- Martina se rió.- ¿Y sabes qué? Vas a venir.- me cogió de la mano y la seguí mientras andaba.


No paraba de rondarme una idea por la cabeza mientras nos dirigíamos hacia la cabaña. Martina caminaba decidida sin dejar de soltarme la mano, y yo como un corderito tras ella. Sonriendo. Su tacto, solo su tacto me hacía sonreír. No podía dejar de pensarlo y aproveché un árbol inmenso a nuestra izquierda, de aquellos que tendrían mil años, sino más, de tronco increíblemente inmenso. La empujé contra el tronco, confirmé que Cati no nos veía y la besé sin más. No sé cómo, pero sin darme cuenta, la aprisionaba con todo mi cuerpo contra el árbol, y mi boca devoraba la suya ansiosa por volver a probar su sabor. Ella abrió los labios, buscando mis besos.


LUCÍA
Llevaba tres semanas dando clases con Manu, y desde entonces había conseguido aprobar los dos exámenes que nos habían hecho en matemáticas, uno con un seis y medio y otro con un ocho. Al principio, pensé que no nos cundirían las clases, pero Manu era demasiado formal en eso y no me daba ni un respiro. Lo bueno era que, desde que me daba clases, por las tardes me llevaba a su rincón y pasábamos horas enteras hablando de cualquier gilipollez, nunca me había sentido tan cómoda con nadie, eran sentimientos que me abrumaban y me agradaban a partes iguales.

-¿Podemos dejarlo ya?- Manu había estado hablándome de no sé qué de las funciones y tampoco sabía en qué momento había desconectado, pero era incapaz de retener más información.
-¿Ya estás cansada? Qué poco aguante tienes, Lu- me besó en el cuello.
-¡Llevamos casi dos horas! Esto es un aburrimiento.- dije mirándole tiernamente a los ojos y sonriendo.
- ¡No me mires así! Sabes que con esa mirada me pierdes. Descansemos un rato. ¿Qué quieres hacer en este rato? - Se tumbó en la hierba, colocándose de medio lado para mirarme - Soy todo tuyo. Bueno… antes también lo era. - rió.
-Pero antes de forma aburrida.- sonreí.- No entiendo que te gusten estas cosas.- dije mirando a mi alrededor en el parque y cerrando los ojos un segundo para poder notar la pequeña brisa que me acarició la piel.
- Los números son una monada. - le miré y enarqué una ceja.- Es todo lógica, razonamiento, nada se deja al azar, tiene su porqué. Eso es lo que me gusta. Es como la vida misma. Tú eres el mejor ejemplo. No razonabas nada, y ahora te quedas a pensar el porqué y el cómo solucionarlo.
-¿Yo no razonaba nada?- Manu sabía que yo me picaba fácilmente, y no hacía más que utilizarlo en mi contra. Según él, le gustaban mis gestos cuando estaba “medio enfadada”.
-Pero nada, de nada. Anda que no te di señales para indicarte que me gustabas. Y tú, en tu mundo de hadas. Hasta creo que te enfadaste cuando te lo dije. Eso ya es de ser cuadriculada - con su dedo índice me acarició la nariz - Me encanta cuando la arrugas de esa manera. Si lo razonamos un poco, eso es signo de que te estoy empezando a cabrear - me hizo burla entre medio una sonrisa socarrona.
-Eres idiota. Sabía que te gustaba, estaba claro que venías a eso. Pero no había manera de que me lo admitieras.- miré de nuevo hacia el parque y pensé en los últimos años de mi vida.- Y razono más de lo que parece.- añadí, casi para mí misma.
- Pues entonces eres muy pillina, porque lo disimulabas muy bien. ¿Sabes? Estuve a punto de tirar la toalla, no me hacías ni caso. Eras dura como una piedra.
-¡Pero si cedí, casi enseguida! Luego soy yo la que se cansa rápido...
-¡Boo!- Almu se acercaba corriendo hacia donde estábamos nosotros, seguida de mi tía y mi prima pequeña. Se tiró como una pequeña bomba sobre mi cuerpo y se acomodó entre mis piernas, antes de mirar fijamente a Manu.- ¿Ezte ez tu pofesor?
-¡Almudena!- mi tía gritó a Almu sin acercarse, debía ser un sacrilegio para ella lo de pisar el césped.- ¡Vamos!
-¡No, no!- gritó Almu.- Eztamos apendiendo.
-¡Puedo quedarme con ella!- mi tía se lo pensó unos segundos.
-Es tarde. Pero el chico puede venir a cenar, si sus padres le dejan.
-¡Vale!- Boo se levantó de un salto y corrió hacia mi tía.- ¡Adós pofesor!


Desaparecieron detrás de unos árboles, miré hacia Manu, creo que no sabía apenas nada de mi vida. Él parecía estar asombrado, sonreí.
- ¿Es tu hija? ¿No crees que fuiste un poco joven al tenerla?
-¿Mi hija?- ¿Lo estaría diciendo en serio?- ¿Tengo pinta de ser madre?
-Seguro que serías una madre excelente. Solo con haberte visto cómo la mirabas y la tratabas, estoy seguro de ello.
-Seguro que sí, profesor.- dije sonriendo.- Aunque creo que no me gustaría tener hijos.
-No me lo creo. Si se te ha visto que babeabas al ver a tu prima. Me ha gustado.
-No te niego que babee, pero no es mi prima. Es mi hermana.- me tumbé en el césped, junto a él.
-¡Vaya! Tienes una hermana pequeña.
-Y otra mayor.- me giré hacia él.
- Qué guay, yo soy hijo único.
- Lo sé, las pocas veces que he visto a tu madre, es obvio que eres su niño mimado.- reí. Él se giró y se tumbó sobre mí.
-Retira eso ahora mismo, niñatilla - me agarró de las manos colocándomelas a la altura de mi cabeza y sonriendo mientras me miraba fijamente. Rocé mis labios con los suyos.
-Tranquilo, tu secreto está a salvo.- volví a reírme.
- Debo sellar tus labios. No me fío de una chica que no razona - sus labios volvieron a buscar los míos entreabriéndose. Su lengua dibujó y humedeció mis labios esperando a que le invitara entrar. Inconscientemente, no pasó ni un segundo cuando mi lengua buscó la suya. Desde que había probado sus labios, no dejaba de pensar en ellos.
-¿Vas a venir?-  le susurré mientras mi lengua lamía el lóbulo de su oreja.
-¿Quieres que vaya?
-He preguntado yo antes.- dije, mientras le sonreía inocentemente.
-Me encantaría.
-Así podrás someterte al interrogatorio de Almu.
-Sin problema. Me encantan los niños - comenzó a besarme el cuello, eché la cabeza hacia atrás y levanté la cadera. Noté que se puso algo tenso, y retiró unos centímetros su cuerpo del mío, perdiendo el contacto con mi cuerpo.
-¿Qué pasa?- ¿había hecho algo mal?
- No pasa nada - se incorporó y se volvió a sentar a mi lado con las piernas encogidas hacia su pecho.
-¿Entonces?- le empujé desde los hombros para volver a tumbarle y sin darle tiempo a reaccionar me senté sobre él. Enseguida, noté la presión de sus vaqueros en mi entrepierna y percibí como la sangre me recorría la cara. Solté un gemido inconsciente y sentí como mi cuerpo se humedecía, mientras mis caderas se movían, buscando el contacto. Él tenía cara de sorpresa, lo que hizo que me acordase de que estábamos en medio del parque, me bajé enseguida y me volví a sentar a su lado, sin mirarle.
-Lo siento… no sé lo que me ha pasado.- dije sabiendo que no era cierto. Sabía perfectamente lo que había pasado. Alba siempre decía que en esos momentos pierdes el razonamiento y era precisamente lo que me había pasado, me había dejado llevar por lo que mi cuerpo me pedía. Me sentía avergonzada, ¿qué pensaría Manu ahora mismo?
- No te preocupes- él se sentó igual de rápido que yo, intentando ocultar su excitación - Intenté que no te dieras cuenta, pero… No has ayudado mucho que digamos - comenzó a reírse. Le miré sorprendida y empecé a reírme con él.
-Joder… lo siento. Fue inconsciente…- dije sin parar de reír. Realmente ni siquiera quería parar, la situación de que estuviéramos al aire libre y que pudieran pillarnos, me ponía demasiado, pero ¿cómo le iba a decir eso?
-No lo sientas, boba. Si me ha encantado - y mirándose entre las piernas continuó - Y a ella más.- sentí que de nuevo me sonrojaba.
-¿Querías parar?- me di cuenta de lo que había dicho justo después de decirlo. Madre mía… ¿qué me pasaba?
- ¿Y tú?
-De nuevo, he preguntado yo antes.
-Intentaba darte esquinazo, pero contigo es imposible. Sinceramente, no. Me pones mucho, Lu. Lo hubiera hecho en público y con mirones - creo que mi cara lo decía todo porque solo con verme, le salió una enorme carcajada - Pero te libras porque soy todo un caballero y sé dominarme. Ella menos - me señaló su entrepierna- parece que tiene vida propia.
-Realmente… no me importaría que “ella”- me resultaba raro llamarla así.- tomara el control...
Manu comenzó a secarse las manos en sus vaqueros. Se le notaba nervioso. Él, con sus bromas, intentaba ponerme nerviosa pero creo que logré invertir el resultado. Me gustaba verlo así.
-Lu… Yo es que…- me apartaba la mirada y comenzaba a arrancar el césped como solía hacer cuando se ponía nervioso - Seguro que no te lo vas a creer… pero… Pfff, que difícil es esto, leches. Yo no… Bueno, ya tú sabes… Que yo no… Eso - suspiró.
-¿Qué nunca lo has hecho? - sus mejillas se encendieron y volvió el rostro para el otro lado.- ¿Por qué para los tíos eso es tan importante?- le cogí de la barbilla y le hice que me mirase.
-Joder, Lu. No empieces con tus reflexiones filosóficas. Ya te lo he dicho. Punto.
-Me refiero a que es algo que está sobrevalorado. -dije encogiéndome de hombros.
-No quiero hablar del tema, ¿ok? Vamos a terminar con la lección de hoy antes de que se nos haga más tarde.
-No me apetece seguir, Manu. Además, en veinte minutos, tenemos que estar en casa para cenar.
- Al final, ¿quieres que me someta al interrogatorio de tu hermanita?
-Si quieres correr el riesgo… Claro. Aunque con lo vergonzoso y lo que te cabrean algunos temas… hoy arderás con ella.- dije pensando en lo que le había afectado que me enterase de lo de que fuera virgen.
-Eres imbécil, en serio.
-¿Por?
-Deja ya el temita, ¿vale?
-¡Venga ya, Manu! No entiendo donde ves el problema.
- ¡Qué pesada te pones! Pues no sé si lo haré bien, si me iré antes que tú, si te va a gustar lo que te hago, si te va a doler cuando… En fin, supongo que todas esas dudas también las tendrás tú, aunque veo que hablar de eso te la suda.- Manu pensaba que era virgen, y no tenía ni idea de cómo comentarle que los amigos de mi padre me habían violado cuando venían borrachos a casa, no sabía cómo decirle que mi padre me vendía como a un juguete, que me pegaba y que había huido de él, justo antes de venir a casa de mi tía.
-Es un tema como tantos otros.-me limité a contestar.
-No debe serlo cuando tú tampoco hablas de ello. ¿No tienes esas dudas? ¿Ese miedo?
-No, no lo tengo. Contigo me siento cómoda.-me encogí de hombros.
-Pues tú me pones nervioso de pies a cabeza. Y cuando estabas encima de mí, fue una sensación increíble. Nunca había sentido nada igual. Me pones nervioso, no atino con mis palabras, con mis pensamientos. No quiero que nada falle, ¿lo entiendes ahora? No entiendo que puedas estar tan tranquila siendo la primera vez.- esta vez era yo la que arrancaba hierbitas, empecé a guardar mis cuadernos en la mochila.
-Se hace tarde.- comenté sin mirarle mientras seguía guardando cosas.
-Contéstame, Lu. - me cogió la mano para que parara. ¿Y si se lo decía y le parecía una guarra? Yo muchas de las veces me había sentido sucia, avergonzada, humillada y asqueada, ¿Cómo se sentiría él? mi cabeza funcionaba rápido, siempre podía mentirle, pero no me gustaba mantener una relación a base de mentiras. Suspiré soltando el aire muy despacito por la boca y sin soltar la mochila, ni mirarle, contesté.
-No soy virgen, Manu.- no quería mirarle, así que seguí guardando lo último que quedaba desperdigado por el césped, como si le hubiera dicho que me había cortado el pelo recientemente.
-Ah, vale… Lo siento. Creí que tú también… Bueno, venga vámonos.
-¿Acaso es algo tan importante?- espeté mientras me levantaba del suelo, cogiendo la mochila.
-No, no. Venga vamos. Es tarde - se levantó conmigo.
-¿Qué te pasa, Manu?- dije sin moverme, mientras él empezaba a andar.
-Nada, Lu. Se hace tarde, eso es todo.
-Manu, te ha cambiado hasta la expresión. No soy imbécil.- me empezaba a poner nerviosa que le hubiera afectado tanto, si solo le había dicho que no era virgen...
-No quiero llegar tarde a la cena. No quiero dar mala imagen a tus tíos. ¡Venga, muévete ya!
-Pues entonces cuanto antes me lo cuentes, antes llegaremos.
-Me voy a casa. Tengo que prepararme. Nos vemos luego.- no dije nada. Él se marchó en la dirección contraria. Era una estúpida, debería haberle mentido. Me había molestado su actitud, ¡maldito crío!
Caminaba a casa mirando fijamente el suelo, no tardé ni cinco minutos en llegar y abrir la puerta, Almu se abalanzó sobre mí en cuanto abrí la puerta.
-¿Dónde eztá, Boo? ¿Dónde eztá?
-Yo que sé. Nos hemos enfadado.- subía las escaleras rápidamente mientras Almu me seguía, casi corriendo, detrás de mí, atropellándose con el horrible camisón que mi tía se empeñaba en que llevásemos todas las mujeres de la casa.
-¿Ma a menir?
-¡Qué no lo sé!- dije girándome al llegar al cuarto y tirando la mochila a los pies de la mesa de estudio.
-¡Esos gritos, Lucía! Compórtate - Oí desde la cocina como me recriminaba mi tía.
-¡¿Por qué?! ¿También da mala impresión?- dije gritando mientras Almu me miraba desde fuera, completamente sorprendida. Cerré de un portazo la puerta del cuarto, dejando a Almu fuera. Me quité la chaqueta bruscamente y la tiré contra la cama. En ese instante, vi como la puerta se abrió y entró mi tía con cara de pocos amigos.
-Tenemos que hablar, señorita.- creo que por primera vez desde que había estado allí, ignoré a mi tía. Me giré y seguí desvistiéndome. Hablar, ella siempre arreglaba las cosas con los modales por aquí y los modales por allá… ¿Es que nunca se enfadaba? ¿No se frustraba? ¡Parecía una roca! Y encima era la mujer más repelente y amargada que había conocido nunca. No la soportaba.- Hazme el favor de atenderme cuando te hablo, Lucía.
-¿Para atender hay que mirarte a la cara? Porque yo escucho por los oídos, no sé tú.- Me quité la blusa y la falda del maldito uniforme y cogí una camiseta negra del cajón que se me ajustaba al cuerpo.
-Efectivamente, para escuchar solo hace falta los oídos; pero para atender y tener una conversación, al menos hay que prestar atención y mirarse a la cara.
-Joder.- me giré hacia ella. Y esperé a que dijera algo.
- A ver, Lucía. No sé si todavía no entiendes en la situación en la que estáis. Estáis aquí porque me lo ha pedido tu madre. Esta no es tu casa. Hay unas normas, unos comportamientos...
-Pues deja que me vaya. Yo no quiero estar aquí, y tú tampoco me quieres aquí. ¿Qué más te da?- resoplé, frustrada.
-Eres una menor, y eres mi sobrina. He de cuidarte y es lo que pretendo. Solo tenemos que intentar llevar esto lo mejor posible. Y lo que veo es que tú no estás poniendo nada de tu parte.  
-¡Ahora resulta que a alguien de mi familia le importamos Almu y yo! Esto si que es una novedad.
-Siempre nos habéis importado. ¿Qué te crees? Es tu madre la que no ha sabido llevar su vida. Por ella estáis así.- Tenía razón, pero mi madre era sagrada y ella no iba a ser la que la juzgara.
-A mi madre no le eches la culpa de todo. Ella siempre ha hecho lo que ha podido.- me quité la camiseta negra y me puse el maldito camisón.
-Debería haberos separado de vuestro padre hace muchísimo tiempo y no llegar a estos extremos de tener que estar huyendo de él.
-¿Crees que no lo intentó? Ahora estás intentando hacer de hermana mayor y de tía por primera vez, te recuerdo que hace unos seis años nos diste de lado, tía.- recalqué el término de tía, dejando que se deslizara por mi boca para que cobrara un sentido irónico.
-Lo creo y lo afirmo. En la primera paliza, debió haber denunciado. Se lo dije a tu madre por activa y por pasiva. Pero tu madre está ciega. Yo no iba a soportar eso como comprenderás.
-Cierra la puta boca.- notaba como la rabia me subía por el cuerpo. Hacía días que me había dado cuenta de que esta situación me estaba provocando reaccionar como Alba a tantas cosas… necesitaba hablar con ella.
-¡No vuelvas a hablarme así, Lucía! - me señalaba con el dedo y vi su  primer rasgo de rabia en sus ojos. El timbre sonó y nos quedamos mirándonos sin decirnos nada varios segundos.
-Dile que se marche, paso de verle.- me senté en la cama. Estaba harta de esta mujer.
- No, cariño. Vas a abrir y se lo vas a decir tú.
-Vale.- me levanté de la cama y bajé las escaleras tranquilamente. Abrí la puerta. No me apetecía ver a Manu, pero allí estaba delante de mí, con una rosa roja en la mano. Una puta rosa. ¿Para pedir perdón? Qué irónica era la vida…
-Perdóname, Lu. Fui un gilipollas.
-Búscate una virgen.- le corté y le cerré la puerta en la cara. Dirigiéndome de nuevo a mi cuarto antes de que mi tía, totalmente escandalizada, abriese la puerta rápidamente.
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Buzzys
Arwenundomiel

2 comentarios:

  1. Alba ya se va dando cuenta de que quiere estar sí o sí con Martina. Aunque tampoco me extrañaría nada que después de que se bebieran hasta agua del estanque y fueran pedo se montaran un trio...

    Y lo de Lucía pues la cosa está en que se lo cuente a Manu. Pongo la mano en el fuego por el chico y va a estar ahí para ella. Que le den naturalidad al tema y ya está :)

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  2. Jajjajajaj Ya Martina probó el comienzo de un trío y no le desagradó. Cualquiera sabe que hará, Martina ha cambiado bastante.
    Y lo de Lucía, pues es contar las cosas es lo mejor para que no haya malos entendidos pero no siempre es fácil.
    Ya veremos...

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