Relato: "Un café y un polvo". Parte 1 (Capítulo 4)

jueves, 22 de octubre de 2015
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PARTE 1. EL ENCUENTRO
CAPÍTULO 4. EL ARTE DE BUSCAR PROBLEMAS
MARTINA
Alba se pudo zafar de las chicas y se fue como un bólido hacia mí dándome un puñetazo de derechas que me hizo tambalearme. María se puso en medio de las dos, pero estaba hecha una furia y esta vez fui yo la que me abalancé completamente sobre Alba, haciendo que las dos cayéramos al suelo. Noté que unos brazos me levantaban de encima de su cuerpo, y mi pierna rozó una de las manos de Alba, noté un escalofrío y me quedé quieta sujeta por los brazos de la chica rubia que bailaba con Alba antes. No sabía la razón, pero, su contacto en mi pierna había sido como una descarga, tenía la adrenalina por los cielos y no sé porqué dije:

-Quiero que me acompañe ella - Alba quiso contestar algo pero sus amigas la callaron de inmediato.

-Ni lo sueñes gilipollas. - Se puso a olerse la ropa y a mirar mi vestido lleno de vómito - Joder que asco tía.

-Alba, terminemos de una vez. Acompáñalas y mañana la recogemos. Por favor - intentó calmar los ánimos la rubia del vestido negro.

-El vómito es de tu amiga Carmen, yo solo quise ayudarla, no como otras. - Creo que eso la hizo entrar en razón. Se me quedó mirando a los ojos fijamente.

Me separé de la rubia y me acerqué a Alba que estaba aún tumbada en el suelo. Me agaché y puse la mano en su hombro, la acaricié el brazo hasta llegar a su mano y volví a notar la electricidad, ella seguía mirándome a los ojos. Entrelacé mis dedos con los suyos y tiré para levantarla del suelo. No la solté.

-Ven.- dije.

Alba se levantó con la ayuda de mi impulso y no dijo nada, solo no dejaba de mirarme. Dejamos atrás a sus amigas y la llevé hasta mi coche.
Cuando llegamos abrí el coche y por fin le solté la mano. 

-Entra. Espera un segundo.

Me fui hacia el maletero, menos mal que tenía allí una camiseta de Mateo que se había dejado en mi casa. Me saqué el vestido manchado y me puse la camiseta, me llegaba a la mitad de los muslos, lo suficiente para cubrir las braguitas. Me giré y noté su mirada clavada en mi cuerpo, noté como la sangre me subía a las mejillas.

-¡No mires!- dije, sin moverme del sitio.

-Eres idiota - sonrió. - ¿Has terminado ya?

-Sí - Alba miró hacia sus amigas e hizo un gesto como que todo estaba bien y que podían marcharse.

-Deja que me fume un piti y nos marchamos, porque estoy segura que en tu coche tampoco se podrá fumar

-Eh...bueno.- fui a meterme en el coche, me daba vergüenza estar así vestida en la calle, y más delante de ella.


ALBA
Sentada en el capó de su coche saqué los avíos para hacerme un “cigarrito”. Miré de reojo donde se encontraba Martina para ver que hacía, era evidente que miraba lo que yo estaba haciendo. Calenté la pieza de chocolate en mi mano, mezclé bien con el tabaco y mi vista volvía a posarse en Martina que poco a poco se iba acercando más hacia donde yo estaba. Deposité la mezcla en el papelillo y lo lié.

-¿Lo empiezas tú? - se lo ofrecí.

-¿Yo?
-Sí, tú.

-Nunca he fumado. - sonreí ante esa respuesta.
-Me lo suponía - encendí el porro y di una buena calada mientras dejaba salir el humo lentamente de mi boca para que ascendiera cerca de mi nariz.
Ella no apartaba la mirada de mí.
-Bueno… eh...¿Me dejas probar?

-Toma - se lo pasé rozando sus dedos, me estremeció ese contacto y solté el porro de inmediato.

Se lo acercó lentamente a la boca, arrugó la nariz y dio una calada. Tosió.

-Es asqueroso.. dijo mientras volvía a probar.

-Sí.- admití riendo.- Demasiado asqueroso pero gusta, como el sexo.
-Supongo. No sé. - la miré toda sorprendida.
-¿No me digas que…? - mi risa creo que se escuchó a kilómetros de distancia.
-¿Qué? ¿De qué te ríes?- vi que daba otra calada.
-Eres virgen, hostias. Lo tienes todo: hetero, virgen...

-Heyyy nena, espera espera. - me fui tras ella abrazándola y colocándola de nuevo en el capó.
-Vete a la mierda Alba.- se levantó del capó del coche de un salto y le tambalearon las piernas.

-Suéltame.- tiritaba.- Me encuentro fatal.
-Es normal. Quédate sentada un rato y no te agobies. Respira tranquila y relájate - le tomé las manos para que se tranquilizara, seguía temblando. Miré en el interior del coche, Carmen seguía en coma profundo.

Me miraba a los ojos fijamente, noté que la respiración se le calmaba pero seguía temblando, quizá tendría frío, le puse mi chaqueta de cuero por encima de los hombros.

-¿Sabes? Me apetece besarte… - me dijo.

-Creo que el porro te ha afectado demasiado al cerebro.

Le dio otra calada al porro que tenía en las manos.

-No. Quise que me acompañaras porque cuando rozaste mi pierna con tu mano sentí como si mi cuerpo se llenara de electricidad. - le quité el porro de entre los dedos.

-No fumes más o no se te quitará el mareo - me senté a su lado.

-Me siento cómoda en esta situación.- me cogió la cara con una mano y me acarició los labios con un dedo. 

¿Qué demonios estaba haciendo? Se supone que era casi homófoba, hetero, mojigata. Ya entendí, era la típica chica curiosa. La que quiere probar para luego gritar a los cuatro vientos que era hetero con motivo de causa. Me retiré un poco de su dedo.

-¿Qué haces?

-Yo...pensé qué…- le vi un gesto como si la hubiera defraudado.- ¿Nos la llevamos ya a casa?- señaló a Carmen con la mirada.

-Sí, será mejor - dí una buena calada y apagué el dichoso porro.
-Estás fumada, y yo estoy mareada. ¿Cómo conducimos?- la alarma se dibujó en su rostro.
-Dame las llaves. Conduzco yo.

-Ni de coña. El coche es nuevo. Voy a llamar a Mateo.- se fue hacia el coche a coger el bolso.- Mierda, se me había olvidado que lo he dejado en casa.- dijo mientras rebuscaba en su bolso.

-¿Quién coño es Mateo? - Me levanté de inmediato al escucharlo nombrar.

-Es mi… bueno, es mi novio. Llevamos dos años…

-¿Tu novio?¿Tienes novio?
-Sí… Es… simpático.

Me miró a los ojos.
-Tía, ¿sabes que es lo que pienso ahora mismo?
-¿Qué?

-Que eres lo más extraño que me he echado a la cara - y comencé a reírme. 
Me miró con cara de sorpresa, se acercó de nuevo a mí y me rodeó la cintura con un brazo.

-Alba, necesito comprobar una cosa.

Y rozó mis labios con los suyos, mientras me agarraba de la nuca con la mano que le quedaba libre. Mis ojos se cerraron inconscientemente, quería concentrarme solo en ese roce. Mi cuerpo tembló y no hacía frío, mi estómago notó un cosquilleo y no tenía hambre. ¿Qué mierda era eso? La Alba de siempre ya hubiera abierto la boca y le hubiera metido la lengua hasta el esófago y sus manos ya hubieran explorado el 90% de su cuerpo más su interior. Pero no, allí estaba yo, quieta, inmóvil, dejando que una mojigata rozara sus labios con los míos y dejándome llevar por las sensaciones de ese momento.


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Buzzys
Arwenundomiel

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