"Ella y yo"
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7:30 am.
"¿Dónde narices estoy?". Se preguntó Lía cuando abrió los ojos. Se encontraba desnuda. Todo estaba oscuro, silencioso, demasiado silencioso. No estaba en casa de Rebeca, no se escuchaba el agua, y siempre se duchaba cuando se levantaba. Giró su cabeza hacia la derecha y, con la mirada un poco borrosa, pudo reconocer la mesilla de noche.
— ¿Cómo coño llegué a casa?
Se levantó de la cama. Una terrible sensación de mareo se apoderó de ella.
— ¡Joder!, me va a reventar la cabeza — se dijo dirigiéndose hacia la ducha.
Al pasar junto al espejo, vio el rastro de sangre en su frente. Se acercó para examinar su rostro más de cerca. Tenía una pequeña brecha en el crecimiento del pelo y un arañazo en la mejilla. Se limpió cómo pudo, ya que se mareaba con la sangre.
— ¿Pero qué narices pasó anoche?
Lía salió del cuarto de baño, buscando su teléfono móvil.
Lía: Cariño, ¿qué pasó anoche?😵
Rebeca: Eso debería preguntarlo yo, ¿no crees? Me quedé esperando.😤
Lía miró el teléfono confundida. Juraría que había pasado la tarde y la noche anterior con su novia.
Lía: Estuvimos juntas ayer, cariño.
Rebeca: Nena, tomamos café. Fuiste a casa a descansar y cambiarte para llevarme a cenar... ¿Te quedaste dormida?😴😴😴😴
Lía: Sí, cielo. Es que dormí tanto que ni me acordaba... ¿Quedamos luego? Necesito abrazarte.
Rebeca: Mmmm... Sí. Aunque yo voy ha hacer algo más que abrazarte...😘😘😘😘 Luego te llamo.
Lía sonreía cuando dejó el teléfono, pero todavía no sabía cómo se había hecho las heridas. Le pasaba a menudo. Su madre le había explicado que era sonámbula y, más de una vez, se había golpeado contra algún mueble. El arañazo tampoco era nuevo. Estaba segura que se había rascado por la noche.
Después de una ducha reparadora, abrió las cortinas de su habitación.
— ¿Pero qué coño hago yo cuando estoy sonámbula?
La habitación estaba patas arriba. Un vaso roto, el armario abierto, la ropa tirada por todas partes, la silla volcada y una mancha de sangre en la esquina del escritorio.
— Vale, la brecha ya está clara — dijo mirando la mesa.
Recogió la silla y los cristales. Cogió toda su ropa del suelo volviéndola a guardar en el armario.
— ¿Y esto qué es?
Lía sostenía un picardías rojo transparente que no recordaba haber comprado, tal vez, se lo había dejado Rebeca. También recogió la ropa sucia del día anterior para poner una lavadora. La camiseta tenía manchas de sangre. El golpe tuvo que ser fuerte para mancharla. A media mañana, quedó con Rebeca para pasar el día. Cuando llegó a su casa, encontró la puerta abierta.
— Cariño, ¿estás ahí? — dijo entrando poco a poco.
— Lía, entra y cierra la puerta. Tengo una sorpresa para ti — contestó Rebeca desde algún lado de la casa.
Lía entró y buscó a su novia sabiendo de antemano que estaría en la habitación. La encontró totalmente desnuda en la cama, medio sentada con las piernas dobladas, unas esposas colgando de los dedos, y un arnés con un dildo bastante generoso.
— Desnúdate.
Lía sonrió y se quitó la ropa lentamente. Estaba totalmente mojada y dura solo de ver a su novia en esa posición y con esos juguetes. Ya desnuda, esperó a que su novia le diera la siguiente orden.
— Ven y chúpala — ordenó la mujer en la cama.
Lía hizo una mueca de asombro.
— Cariño, solo es un juego. Querías hacer algo nuevo pero si no quieres…
Antes de que pudiera decir nada más, Lía se acercó a Rebeca y lamió el dildo como si de un chupachups se tratara. La otra mujer no se esperaba aquello, excitándose ante la escena, escapando de sus labios un gemido. Lía seguía lamiéndolo con entusiasmo hasta que volvió a escuchar la voz de Rebeca.
— Ven. Bésame.
No se lo pensó, acercándose de rodillas a besar a su novia. Recorrió los labios con los suyos, abriendo ligeramente la boca al sentir la lengua de su amante adentrándose en la suya. Le encantaba el sabor de Rebeca. Llevaban un año juntas, y siempre la hacía vibrar con cada toque.
Lía llevó sus manos por los costados de Rebeca hasta llegar a sus pechos, apresándolos. Sintió los pezones endurecerse contra sus palmas. Cogió el duro apéndice con sus dedos y pellizcó suavemente.
— Ohhh, más fuerte — gimió Rebeca.
Lía volvió a pellizcar la carne, esta vez más fuerte y retorciendo los pezones. Su novia chilló con placer y se retorció. Lía bajó con sus labios hasta uno de sus pezones y lo mordió, consiguiendo otro gemido de la mujer. Metió su mano libre entre la piel sedosa de la vulva y el arnés que llevaba Rebeca.
— Aquí está — dijo Lía deslizando sus manos por la humedad. Acarició ligeramente el clítoris y penetró a la mujer duramente con dos dedos.
— Joder — gritó gimiendo Rebeca.
Lía siguió bombeando en el sexo de su novia, empujando con fuerza, cada vez más fuerte. Rebeca no dejaba de gemir y retorcerse.
— Voy a correrme.
— Córrete para mí nena — dijo Lía sintiendo los espasmos de su novia.
La mujer gritó el nombre de Lía mientras se corría violentamente. Cuando terminaron los espasmos de su orgasmo, tomó aire, cogió las esposas, y ató las manos de Lía a su espalda.
— Cabalga sobre mí — dijo Rebeca apoyándose contra el cabecero de la cama y adoptando una posición sentada.
Lía estaba tan mojada que no necesitaba lubricar el dildo. Abrió las piernas y se sentó a horcajadas sobre el arnés, enterrando en su sexo todo el juguete. Gimió al sentir el primer envite de Rebeca. No podía mover sus manos debido a las esposas, y sus pechos estaban expuestos a la boca de su amante que mordía y lamía sus pezones mientras empujaba hacia arriba sus caderas. Ya no aguantaba más aquella tensión, estaba apunto de correrse.
— Rebeca, me corro — gritó mientras explotaba en un orgasmo intenso y violento.
Cuando dejó de temblar, con los últimos restos de su placer, la mujer soltó sus muñecas y Lía bajo de su montura, liberando un ligero pero agradable dolor en su entrepierna.
— Buf, nena puedes sorprenderme así siempre — dijo Lía.
— Llevo esperando desde ayer.
— Lo siento. Me quedé dormida.
— No pasa nada. Oye, tienes un golpe en la cabeza. ¿Y eso es un arañazo? — preguntó acariciando la mejilla de Lía.
— Me levanté sonámbula y me golpeé contra la esquina del escritorio. Ohh... y saqué toda la ropa del armario, y rompí un vaso…— le explicó a su novia. — El escritorio, es una buena excusa y la ropa... vaya mierda de ropa — pensó en voz alta.
— ¿Qué has dicho?- preguntó Lía.
— No he dicho nada, preciosa.
— Juraría... Nada da igual.
— ¿Sabes que han encontrado el cadáver de una chica en un contenedor de basura por aquí cerca? — dijo Rebeca.
— Cariño, te encantan esas cosas… ¿Por qué eres tan morbosa?
— La policía vino por aquí preguntando si alguien había visto algo. La han degollado — explicó Rebeca.
— No me cuentes esas cosas. Sabes que me da mucho asco — contesto Lía levantándose para ir al baño, conteniendo una arcada.
— Cariño, perdona. Nunca me acuerdo el repelús que te dan estos rollos — dijo Rebeca entrando en el baño detrás de Lía.
Aquella noche, Lía tuvo unas pesadillas horribles. Soñaba que Rebeca degollaba a una mujer con un cúter y luego iba a por ella.
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Escrito por Nika
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