Ir a: Inicio Capítulo 4 "Ella y yo"
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— Me estás volviendo loca — dijo Lía.
— Te deseo cariño. Te quiero dentro de mí.
Lía pasó sus manos por el cuerpo de Rebeca. Tocó sus pechos y pellizcó sus pezones. Lamió el pulso en el cuerpo y mordió. Su amante gritó con el placentero dolor. Sabía que era el momento perfecto, el lugar, la hora exacta para pedirle a Lía que la dominara. Tenía la necesidad de cambiar los roles, de ser la sumisa por una vez.
— Lía, cariño, ¿te apetece jugar un poco?
— Sabes que siempre estoy dispuesta a que me ates y a que me hagas lo que quieras — contestó Lía succionando un pezón.
— Oooohhhh. Quiero que lo hagamos al revés.
Lía se levantó mirando fijamente a su novia. La cara le cambió por la excitación que le sobrevino en aquel momento.
— Creí que nunca me lo pedirías.
Lía cogió a Rebeca de las muñecas. Le subió los brazos por encima de la cabeza y, con un movimiento rápido, le ató las manos al cabecero de la cama.
— ¿De dónde has sacado esas cuerdas? — preguntó Rebeca totalmente excitada.
— Las tenía escondidas para una ocasión especial.
— ¿Qué más tienes escondido pillina? — dijo Rebeca mientras su amante le ataba las piernas al camastro dejándolas abiertas, y exponiendo su sexo por completo.
Lía le ofreció una sonrisa de superioridad. Se levantó, se acercó a la mesilla de noche y sacó un arnés de grandes dimensiones. A Rebeca se le abrió la boca, deseando tener dentro aquella cosa.
— ¿Cuándo has comprado eso?
— ¿Quién dice que lo haya comprado?
La mujer se puso el arnés y se subió a la cama entre las piernas de su amante. Rebeca estaba encantada con la situación. Lía había entrado en el juego a la perfección, hasta le había cambiado la cara. "Debería haberle pedido esto antes", se dijo a sí misma, sin dejar de preguntarse cuándo había comprado su novia todas esas cosas.
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La tenía a mi merced, totalmente expuesta, anhelante, suplicando con su mirada que la tomara con mi polla, pero no le iba a dar lo que quería, todavía no. Me puse encima de ella. Mordisqueé su barbilla, bajé con mi lengua lamiendo su cuello, llegue a su yugular, y mordí haciéndola sangrar. Ella no se dio cuenta, estaba demasiado excitada. Seguí bajando por su cuerpo, chupando su piel, hasta llegar a sus dos pechos. Succioné su pezón izquierdo, pellizcando con fuerza el derecho.
— Auh! Nena cuidado.
— ¡Cállate, zorra! — le dije sonriendo.
Ella me miró sorprendida, pero excitada. Mientras, seguía lamiendo su carne. Llevé mi mano izquierda a su cuello y la estrangulé ligeramente. Ella gemía por la excitación, y yo me moría de puro deseo. Dejé atrás sus magníficos pechos, su cuello, deslizándome tortuosamente por su vientre, hasta llegar a su ya muy mojado sexo. Me detuve a contemplar su monte de Venus, apenas sin bello. Lo besé, acaricié sus muslos, y arañé subiendo por sus pantorrillas. Acerqué mi cara a su coño abierto, aspirando el olor almizclado que emanaba de él. La boca se me hizo agua, y pasé mi lengua desde su apertura hasta su clítoris. Ella se estremeció y volví al ataque con mi lengua, esta vez llegué más abajo, lamiendo su estrechez. Me gustó su sabor. Chupé uno de mis dedos, penetrando su culo mientras succionaba.
— ¡Oh, dios! — gimió ella.
Le mordí el clítoris, tirando hacia fuera.
— Por favor, fóllame — me suplicó.
Sonreí. Me puse de rodillas, acercándome a su sexo y agarrando el dildo del arnés. Paseé el falo de arriba hacia abajo por su apertura, penetrándola con fuerza y sin miramientos.
— Joder — gimió.
La saqué de nuevo, volviendo a empujar más fuerte. Ella no dejaba de moverse y la cogí por el cuello con mis manos mientras seguía empujando. Mis dedos pulgares fueron directos a su faringe. Rebeca empezó a jadear cada vez más excitada, estrangulándola con más fuerza. Sus ojos me miraban con terror mientras mis caderas bombeaban dentro de su cuerpo, y mi manos oprimían su traquea. Ella no tenía apenas oxígeno, estaba a punto de morir entre mis dedos.
— ¡Policía! — escuché detrás de mí.
No vieron el cúter que saqué de debajo de la almohada. Ella me miraba con los ojos desorbitados mientras yo intentaba hundir la hoja afilada en su carne.
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Gritos, solo se escuchaban gritos. Rebeca notaba la sangre correr por su cuello. Vio como el agente Garrido se abalanzó sobre Lía. No sabía que estaba pasando.
Cortés tapó el cuerpo desnudo de Rebeca, presionando la herida que no parecía profunda. Desató a la mujer y la abrazó para tranquilizarla.
— ¿Qué está pasando? — preguntó Rebeca asustada.
— Lía Belmonte. Queda detenida por el asesinato de Regina del Olmo y Silvia Marcano.
— Me llamo Luz — gruñó Lía.
— Desde este momento está usted detenida. Se le imputa la comisión del delito de homicidio. Tiene derecho a guardar silencio. Todo lo que diga podría ser usado en su contra en el tribunal… — leyó sus derechos Garrido mientras le ponía las esposas a Lía.
— Garrido, aquí hay un picardías rojo parecido al que nos describió la novia de Silvia.
— ¡Hija de puta! Sabía que se me olvidaba algo — dijo Lía.
— ¿Lía? — preguntó Rebeca asustada.
— Lía no está, zorra. Está muy lejos. Yo soy Luz. Me llamo Luz — dijo la mujer chillando.
La policía le puso una manta por encima, sacándola de allí.
— ¿Qué le pasa a Lía? — preguntó Rebeca llorando.
— Señorita Castillo, su novia a matado a dos personas que sepamos. Ella tiene síndrome de personalidad disociativa. Su alter se llama Luz y… — explicó la policía.
Rebeca estaba totalmente descolocada. No podía creer que estuviera pasando esto.
— Pero, ¿cómo han sabido...?.
— Rebeca, cuando estuvieron la otra noche en la Bella y el Bollo, las amigas de Regina las vieron salir del baño. Reconocieron a Lía pero la llamaron Luz. Nos contaron como llevaba días seduciendo a Regina. Yo estaba allí esa noche. Vi como Lía se comportaba con usted totalmente sumisa — explicó la agente.
Rebeca se echó a llorar, no podía parar. La policía la abrazó para consolarla.
— No sé si lo sabe. La madre de Lía la maltrató durante años. Para evitar el dolor de los abusos y los golpes, Lía creó a Luz, una mujer fuerte, que se defendía y se vengaba — siguió explicando la mujer.
— Nunca me contó nada de eso. Me dijo que su madre era estricta, pero nunca hasta ese extremo.
— Creemos que Lía, bueno... Luz, también mató a su madre hace algunos años. Se encontró su cadáver degollado en un contenedor, pero hasta ahora no lo habíamos relacionado — dijo Cortés.
— ¿Pero como saben todo esto?
— El día que vinieron las amigas de Regina, investigamos a Lía. Llegamos hasta su terapeuta. Nos contó lo de la doble personalidad, y lo que le hacía su madre. La doctora nunca pensó que llegaría tan lejos.
— ¿Terapeuta? Creía que iba por el sonambulismo.
— Eso creía Lía, pero Luz dominaba las sesiones.
— ¿Qué va a pasar ahora? — preguntó Rebeca.
— Pues, por el momento, te vas a vestir y te llevaré a casa. Luego ya veremos — dijo mirándola con ternura.
FIN
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Escrito por Nika
Chan chan chaaaaaan
ResponderEliminarQue pasará ahora, madre mía que movida 😱😱
Os lo dejamos a vuestra imaginación. Gracias por tu comentario.
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