Ir a: Inicio Capítulo 46 "Un café y un polvo"
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PARTE 15. CAMBIANDO EL PENSAMIENTO, SE CAMBIA EL CUENTO.
CAPÍTULO 47. NOS RODEA EL SURREALISMO.
"Te conocí un mes de febrero, días después de que aquel chico con la flor y a los pocos segundos de aquellos besos en la estación. Al verte, supe que ibas a ser un antes y un después. Viniste con lágrimas en los ojos y torrentes de sinceridad que nadie quería escuchar, con aquella mirada misteriosa y limpia y aquella voz que podría hacer pecar al más puro. e inocente
Conocerte supuso redefinir términos. Cambiar la palabra sinónimo. Aplicar metáforas a todo un mundo de letras.
Del día a la mañana, los rayos de Sol se colocaron en tu pelo. Y el naranja, que siempre ha sido mi color, abandonó los atardeceres en el cielo y se escondió en tu melena, para acompañar tus ojos de color miel que me hacen perder la poca cordura que me queda entre parpadeo y parpadeo.
Que el mejor remedio para la resaca sigue siendo el café, el ibuprofeno o el yoga, para los que aún no tienen ni idea de la sonrisa que pones cuando te sientes segura.
La belleza cobra forma en cada centímetro de tu cuerpo. Y nadie puede comprender la peligrosidad de una tormenta en el mar si no ha sentido vértigo cada vez que tus lágrimas crean un océano diferente en nuestro mundo.
Supongo, que siempre has sido volcán, impredecible y poderosa, estallando en momentos inesperados y arrasando con el fuego que escondes en tu piel, tu mirada y tu pelo. Descubrí las fynbos, flores que nacen tras el fuego o las altas temperaturas, tras ese incendio que provocaste en mí. Y ahora me doy cuenta de que no me malinterpretaste cuando te dije que quería cambiar el jardín, solo lo redefiniste a tu manera, como siempre.
Y yo, que siempre me han dicho que era hielo, me vi envuelta entre tus llamas, que lamían mi cuerpo. Nos transformamos en vapor, creando historias en espejos y escapando en orgasmos de invierno.
Caricias calientes en noches frías.
Eso quiero. Seguir pensando en el surrealismo cuando nos juntamos y que sigas cumpliéndote cada vez que te susurro que me gustas libre, pelirroja."
Conocerte supuso redefinir términos. Cambiar la palabra sinónimo. Aplicar metáforas a todo un mundo de letras.
Del día a la mañana, los rayos de Sol se colocaron en tu pelo. Y el naranja, que siempre ha sido mi color, abandonó los atardeceres en el cielo y se escondió en tu melena, para acompañar tus ojos de color miel que me hacen perder la poca cordura que me queda entre parpadeo y parpadeo.
Que el mejor remedio para la resaca sigue siendo el café, el ibuprofeno o el yoga, para los que aún no tienen ni idea de la sonrisa que pones cuando te sientes segura.
La belleza cobra forma en cada centímetro de tu cuerpo. Y nadie puede comprender la peligrosidad de una tormenta en el mar si no ha sentido vértigo cada vez que tus lágrimas crean un océano diferente en nuestro mundo.
Supongo, que siempre has sido volcán, impredecible y poderosa, estallando en momentos inesperados y arrasando con el fuego que escondes en tu piel, tu mirada y tu pelo. Descubrí las fynbos, flores que nacen tras el fuego o las altas temperaturas, tras ese incendio que provocaste en mí. Y ahora me doy cuenta de que no me malinterpretaste cuando te dije que quería cambiar el jardín, solo lo redefiniste a tu manera, como siempre.
Y yo, que siempre me han dicho que era hielo, me vi envuelta entre tus llamas, que lamían mi cuerpo. Nos transformamos en vapor, creando historias en espejos y escapando en orgasmos de invierno.
Caricias calientes en noches frías.
Eso quiero. Seguir pensando en el surrealismo cuando nos juntamos y que sigas cumpliéndote cada vez que te susurro que me gustas libre, pelirroja."
LUCÍA
Escuchar música me relajaba las últimas semanas. Bueno, me había relajado siempre, pero últimamente tenía un efecto analgésico en mí. Me tranquilizaba y me ayudaba a no pensar. Pero ahora… no sabía qué hacer con dos bebés a mi cargo, yo no tenía nada. Sin embargo, la idea de que acabasen en una familia que no les quisiese o les tratara mal… me martirizaba. Alba dejaría de hablarme si decidiese quedármelos… Dos, ¿por qué dos? La madre de Manu quería una niña… ¿por qué no a ella? Era injusto.
Bajé las escaleras, lentamente, como si me costase mover las piernas. Martina y Alba preparaban la cena en la cocina y se las veía de un humor maravilloso, yo quería una historia así, poco a poco, viviendo felices juntos en la misma casa, sin biberones ni pañales...
- Hola.- irrumpí en la cocina.
- Hola, barrilete. Ni se te ocurra coger la caja de galletas o te cortaré esa mano. Quedas advertida. Y a ti… - Alba se quedó mirando a Martina - como vuelvas a comprarle más galletas…- Martina sonrió y depositó un pequeño beso en los labios de mi hermana. Haciendo que ella sonriera. Enarqué una ceja.
- No me lo puedo creer…- no pude evitar que una pequeña carcajada saliera de mis labios.
- ¿El qué? ¿De qué te ríes? Te lo estoy diciendo muy en serio. Quítate de en medio, Martina.
- Y te encanta.- Martina rió, cogiendo varios tomates de la nevera.
- Habéis…- sonreí y me acerqué a la cazuela para ver que estaban cocinando.
- Cocinado juntas, sí. Eres muy lista, enana.
- No me refiero a eso. Estás de buen humor desde hace semanas. Lo habéis hecho por fin, ¿eh? - guiñé un ojo a la vergonzosa Martina, que ya tenía sus característicos coloretes. El timbre sonó y consiguió que Martina pudiera escabullirse al ir a abrir la puerta. Alba comenzó a reír sin parar al ver como corría y huía de la conversación.
- Siempre será una niñata - me sonrió - Aunque aprende muy rápido. - Volvió a reír.
- Pues como tenga que aprender de la salida de mi hermana…- me reí sin poder evitarlo, uniéndome a su risa.
- Hola…- Manu apareció en la puerta de la cocina, acompañado de Carmen y Lola, las amigas de Alba y creo que se llamaba Gabi, la amiga de Martina. Yo miraba la escena sorprendida.
- ¿Y esta comitiva a qué viene ahora? Martina, no habrás sido tú y tus locas ideas, ¿no?
- Echaba de menos a mi chica.- Lola se acercó a Alba y en un rápido movimiento estaba dándole un beso que parecía sacado de una película. Yo me quedé boquiabierta. Pude ver como Carmen apretaba la mandíbula a la vez que apretaba la mano de Gabi que no apartaba la vista. Alba no se apartó de ese beso, sino que además le agarró bien fuerte del culo para acercarla a ella. Mi hermana nunca aprendería, joder. Me fijé en Martina, creo que nadie se había dado cuenta de que estaba en la puerta, con Almu en brazos.
- ¡Mesos! ¡Mesos pada todos! - la pequeña levantó los brazos y empezó a lanzar besos al aire mientras reía, muy feliz de la situación que había encontrado en la cocina. Al escucharla, Alba se separó de Lola y con su habitual sonrisa fue despejando la cocina de la multitud que se había formado en un minuto allí.
- Esta mocosa sabe mucho. Ligará más que yo. Vamos todos al salón. - Se dirigió donde se encontraba Martina y le dio una palmada en culo instándole a salir de la cocina - Tira, pequeña.
Me acerqué a Manu, que estaba con la boca abierta.
- Gracias por haber venido…- le di un suave beso en los labios. Y le cogí del brazo, impidiendo que siguiera al resto hacia el salón.- Tengo que comentarte algo importante, no quiero que hables hasta que termine, ¿Vale? - él asintió y pude notar como cortaba la respiración. Cerré los ojos y los volví a abrir lentamente, inspirando mientras sentía como mis pulmones se llenaban de aire. Le miré fijamente a los ojos y solté el aire de golpe. - Cuando supe que estaba embarazada se me cayó el mundo sobre los hombros. Me pareció que la vida me cerraba un problema para abrir uno nuevo. Opiné que era injusto y no podía entender cómo podía pasarme aquello. Lo medité varias noches en mi cama, hablando sola con la almohada y con mi reflejo en el espejo. Cuando decidí abortar, sentí un nudo en el estómago, y allí sentada me di cuenta de que aquella presión en mi pecho me estaba diciendo que mi corazón o mi mente o yo que sé el qué, dentro de mí, no estaba de acuerdo. La opción de darlo en adopción me pareció una idea que por aquel momento consiguió relajarme. Yo le dejaría vivir, pero no lo criaría. - Volví a inspirar despacio y a dejar escapar el aire en un rápido suspiro.- Esa opción ya no me sirve. Durante las últimas semanas me he imaginado una familia horrible y desequilibrada donde el cariño brillaba por su ausencia. El pensar que podrían criarse con una familia como la que tuve yo me…- la voz de Alba interrumpió lo que tanto esfuerzo me estaba costando decir.
- ¡Venga, tortolitos, salid ya de la cocina!
- ¡Ya vamos! - grité. Vi como Manu me miraba fijamente, seguramente ya sabía por dónde me dirigía.
- Vamos para el salón, Lu. No quiero hacer esperar a tu hermana. Me tiene enfilado.
- Dame dos minutos, no pido más.
- No quiero que termines - me impidió seguir poniéndome un dedo en mis labios. Se dirigió hacia el salón.
- Voy a tenerlas - dije lo suficientemente alto para que me oyese desde la puerta de la cocina. Vi como se paraba, de espaldas a mí, y le oí un profundo suspiro mientras bajaba la mirada.- Y me las quedaré. Voy a ser madre. Y entiendo si tú no quieres o no puedes o no te sientes preparado para ser padre, no te pediré nada. Quiero que sepas que eres libre para hacer lo que quieras. Decidas lo que decidas, lo aceptaré. Pero mi decisión ya está tomada.- Se lo dije todo mirando a su nuca, sus manos temblorosas, intentando calmar el temblor apretando los puños.
- Ya veo. Tú siempre piensas en ti sin consultar siquiera a los demás, o al menos, a las personas que están involucradas.- Lo vi que en vez de dirigirse hacia el salón, donde se encontraban todos mirándonos como tontos, se dirigía hacia la salida - Lo siento, tengo que marcharme - Lo dijo más fuerte, disculpándose ante todos.
Alba saltó sobre el sofá, como si le quemara, yendo como una bala hacia donde se encontraba Manu.
- Te acompaño. Voy a fumarme algo que con ésta, embarazada, ya ni puedo fumar en mi propia casa.
- No. Te quedas.- dije mirándola fijamente a los ojos. Supe que iba a replicarme, así que hablé antes de que lo hiciese ella.- Necesito hablar contigo.
- Y yo necesito hablar con él. Te esperas tú.
- No necesitas nada de él.- le miré.- Él se va.
- Tú sí.- Alba me desafiaba con la mirada.
- Quiero tener la puta fiesta en paz. Cada uno elige lo que hace. Y él se va. Punto. Déjalo estar.- dije cortante.
- Me tienes hasta el coño, con la mierda de las hormonas de los cojones. Ahora te aguantas con el humo porque pienso fumar, que estoy en mi puta casa, ¿ok? - Cogió a Manu por el brazo, dirigiéndose los dos hacia la puerta. La oí susurrarle algo al oído y él asintió. Suspiré fuerte, haciendo notar que estaba cabreada. Manu salió y Alba volvió a su sitio del sofá junto con Martina
- ¿Qué coño le has dicho?
- Lo que a ti no te importa, barrilete. Siéntate y no me toques más las narices.- Quiso hacerse un porro pero vi como Martina se lo impedía mirando hacia mí.
- Alba. Ha decidido irse. ¿Lo entiendes? Se va. Y no me refiero de la casa. No le fuerces a nada, no te creas la celestina del Siglo XXI. No quiero que haga nada que no quiera.
- Déjame en paz, Lucía. No me cabrees más de lo que estoy. Bueno… - cambió de tono de voz, de gesto en la cara.- ¿Qué coño hacéis todas aquí hoy?
-No puedes forzar a alguien a ser padre, Alba.- vi por el rabillo del ojo como Carmen se volvía de sopetón hacia mí, y como Alba clavaba fijamente su mirada en mí, mientras su mirada se oscurecía. Miré a Martina que me miraba con los ojos muy abiertos.
- ¡No me habéis contestado, capullas! ¿Hay fiesta sorpresa de pijamas en mi casa o qué? ¿Qué coño hacéis aquí? - quería zanjar el tema de Manu pero no podía permitir escapar la oportunidad de que estuviera rodeada por Carmen y Martina, era ahora o nunca.
- Voy a tener a las gemelas y él ha decidido irse. Solo quería que lo supieras.- cogí rápidamente el abrigo y salí por la puerta antes de que Alba estallara como una bomba.
MARTINA
Durante unos segundos el salón lo cubrió un profundo silencio. Creo que todas nos habíamos paralizado, intentando asimilar que Lucía iba a tener dos bebés y que Manu se había largado de su vida. Sin embargo, antes de que pudiera asimilarlo, la respiración agitada de Alba, cortó el silencio y antes de que nadie pudiese reaccionar, la copa que tenía en la mano, se estrelló contra la pared, haciendo que todas diéramos un respingo. Cerré los ojos, estábamos a punto de presenciar otro de sus malditos ataques de rabia. Vi como Almu dejaba de jugar y se giraba, pegando un chillido ante el ruido de la copa estrellándose y rompiéndose en mil pedazos. Miré a Gabi y le hice un gesto con la cabeza, ella asintió y cogió a la peque, susurrándole algo que no alcancé a escuchar y llevándosela del salón, seguida de Lola, haciendo caras a la peque, que se reía. Miré a Alba que apretaba firmemente los puños, fijando su mirada en la pared, manchada por el vino que contenía la copa.
- Martina, no empieces con tus gilipolleces, ¿entendido? No me comas el coco y a ponerte de su parte. Ya no es solo que quiera tenerlas, es que no quiere que esté el capullo ese a su lado.- No respondí, aunque probablemente, por cómo temblaba Lucía, el capullo, como Alba le llamaba, era el que había decidido irse y no Lu la que le había echado. Me limité a coger el mando de la tele y encenderla. No daría más juego a sus enfados, era como una bomba, y siempre que explotaba, se llevaba lo que hubiese por delante. Me senté en el sofá. Carmen me miraba sorprendida.
Alba cerró los ojos y noté como intentaba controlar su rabia y relajarse, al menos un poco. Carmen avanzó hacia ella, pero me levanté y la sujeté, impidiendo que llegase a Alba. Un documental de osos iluminaba la pantalla y el sonido tapaba la respiración de Alba. Vi como Carmen no estaba conforme con dejarla sola. Yo también sabía que había que acercarse a controlarla, pero quería que por una vez, fuese ella misma la que lidiase con su propio enfado. Tanta destrucción interna que la devoraba día sí y día también. Quería que la dejase salir a ver si ella misma podía con su propia furia.
-Voy a por una cerveza. ¿Queréis algo? - salió del salón sin tan siquiera esperar respuesta de ninguna de nosotras.
Miré a Carmen, empezaba a no saber cómo reaccionar ante Alba. Bebí de la copa de vino que sostenía en la mano y me dejé caer en el sofá, suspirando. Carmen se quedó mirándome y yo enarqué las cejas a modo de pregunta.
-Martina, cómo no vayas con Alba a la cocina, iré yo. Necesita a alguien que la calme. Sé lo que es salir con Alba, y la conozco muy bien. Y también sé lo que estás pensando ahora mismo, que es intentar que aprenda a calmarse por sí sola, porque estás hasta el coño de sus cabreos. Pero…
-Ha estampado la copa contra la pared, mientras estaba Almu. Ha pegado a su madre en un arrebato. Me pegó a mí hace tiempo ya. No voy a ir. Va a aprender a quemarse solita, porque si decide estallar como un bidón de gasolina con una ceniza, debe aprender a dejar de quemar a todo el que esté a su alcance.
-Como quieras. Voy yo.- Me levanté y me interpuse entre la puerta y Carmen.
-No.
-Déjame pasar, Martina. Así no la ayudas. He estado años intentándolo. Alba es… - Carmen señaló a la cocina - Alba es Alba.- estaba a punto de replicarle cuando sonó el timbre. Mierda… Miré a Carmen.
- Abre, voy a la cocina.
Me dirigí, aún con la copa, a la cueva del dragón escupe fuego y cerré la puerta tras de mí. Alba había sacado toda la cerveza que había en la nevera y había abierto absolutamente todos los botellines, de los que iba dando sorbos, alternando las botellas. No dije nada y me senté sobre la encimera, al lado de la botella de vino tinto que habíamos dejado abierta, hace tan solo unos minutos. Bebí lo que quedaba en mi copa y me eché de nuevo. Miré a Alba, a veces me asustaba que pudiese tener esos pozos oscuros en su vida.
- ¿Qué coño miras?
- Te miro a ti.- decidí que no iba a alterarme. Alba era como una niña pequeña a la que hay que mostrar seguridad para que pueda sentirse tranquila. Y eso era, precisamente, lo que iba a hacer. Esta vez, no entraría en su juego.
- Pues deja de mirarme como si me perdonaras la vida. Estoy muy harta.
- Todos nos hartamos a veces.- me encogí de hombros y volví a llevarme la copa de vino a los labios.
- ¿Cómo puedes estar tan tranquila, Martina? ¿Cómo lo consigues? Todo esto me sobrepasa, no puedo. Mientras tanto, te veo ahí tomando el puto vino sin inmutarte.
- ¿Este es uno de los momentos en los que irías a ver a Doris? - no respondí a sus preguntas, sin embargo, pude ver que la había sorprendido, porque me miró a los ojos.
- Pues mira… sí.
- ¿Quieres ir? - no aguantaba a aquella mujer y me repateaba como acababa Alba después, pero si era lo que quería, no le pondría impedimento.
- ¿Qué coño pretendes? Si decido ir o no, es problema mío, no tuyo.
- Vale.- no iba a encararme a ella, ahora no.
- ¿Vale? ¿Me preguntas por Doris y después me sales con esas?
- Vale.- repetí.- Me has dicho que es asunto tuyo.
- Eres inaguantable cuando quieres. Ya que me has preguntado… sí, voy a ver a Doris. Ella, al menos, está a mi lado y me comprende. No me dejan de lado, ni impiden a otras que vengan a ayudarme. Pasa buena noche, Martina. Seguro que podrás dormir tranquilamente.
- ¿Sabes? No eres la única que tiene monstruos.- intenté no alterarme.- Por si no te has dado cuenta, desde el día de la cabaña, no duermo “tranquilamente”- dije recalcando mis palabras.
- Ya… bueno…
- Yo lo maté.- miraba por la ventana de la cocina. Era una verdad que me había quemado en las entrañas desde aquel día, pero que no me veía capaz de hacer real ni de decírselo a Alba.
- Enhorabuena por matar a tu monstruo. Yo, en cambio, vivo con ellos desde siempre.- no me había entendido. Esta chica me desesperaba. Salió de la cocina con la mirada baja.
- No maté a mi monstruo. Maté a uno de los tuyos.- dije lo suficientemente alto como para que me oyese. Vi que se había dejado el mechero y el paquete de tabaco sobre la mesa, lo cogí y salí hacia el jardín trasero de Alba, por la puerta de la cocina.
Mi respiración era agitada y nerviosa. Me senté en la hierba, con la copa de vino en una mano y el paquete de tabaco y el mechero en la otra. No sabía cómo reaccionar a ella. Yo no me mantenía calmada, ni tranquila como ella decía. Mis pesadillas me impedían dormir y mi culpa me impedía normalizar ver a Alba, Lucía y Almu cada día, en las mismas cuatro paredes en las que me encontraba. Acabaría por perder la poca cordura que me quedaba si cada vez que las miraba veía la mirada de su padre mientras se ahogaba en su propia sangre, bajo mi sombra.
No sabía cómo llevar aquello. Ni quería acabar como Helena, defendiendo lo indefendible y apagándome tras la sombra de la persona a la que amaba. Quizá esto no saldría jamás bien. Ella tenía a Doris y yo la tenía a ella. Ella era la que me calmaba, pero no lograba darse cuenta de ello. Sin embargo, también me hacía flaquear y perder la calma.
Pero ella seguía acudiendo a esa Doris, envuelta en cuero. Ella seguía prefiriendo que alguien la pegase.
Y yo… yo no me veía capaz de tener a una Alba, tumbada en la cama, dándole crema en aquellas espantosas heridas que se confundían con moratones.
Yo no era así. Y aquel no era mi mundo, ya no sabía abarcarlo. Estaba harta del dolor y del sufrimiento. Nadie podía con los monstruos de Alba, ni ella, ni yo, ni Carmen…
En estos momentos, solo podía pensar que los monstruos de Alba habían acabado con Cati dos veces, primero con todo lo que era y después con su vida. Quizá eso era lo que les esperaba a las chicas que acabasen en la vida de Alba, dolor, gritos, peleas, patadas y nudillos magullados.
Una parte de mí, se negaba a aceptar esto, pero la otra me decía a gritos. Que yo acabaría así, siendo las pesadillas de alguien.
No, no me preocupaba Lu. Lu era la más fuerte de todas nosotras. Me preocupaba Alba.
Encendí un cigarrillo, mientras notaba como la primera lágrima caía por mi mejilla.
ALBA
¡No me lo podía creer! Martina… Pero qué coño… Joder, así estaba todas las noches. Por más que la abrazaba, la acurrucaba en mí… esas pesadillas se le repetían una y otra vez. No me extraña que estuviera como estaba. Yo casi no podía soportar mi situación, ¿cómo debía sentirse ella, joder?
Me di la vuelta, sin pensármelo dos veces, dirigiéndome hacia el jardín. Allí estaba. Sentada en el césped, fumando y mirando las estrellas. Le encantaba mirar el firmamento, creo que eso siempre la calmaba. Pero… ¿Desde cuándo fumaba la muy capulla?
Me adelanté hasta que me encontré justo a su espalda. Me arrodillé, estrechándola entre mis brazos, dio un pequeño respingo, le besé el cuello y sentí como se relajaba entre mis brazos.
- Te quiero, pequeña. Que sepas que siempre estaré contigo.
- Eres idiota.- se limitó a decir mientras bebía de su copa. Vi que sonreía ligeramente.
- Lo sé. Soy una capulla por tratarte como te trato, y tú, no sé cómo, me sigues aguantando. Me has demostrado de lo que eres capaz de hacer por mí, en cambio yo sigo tratándote fatal. Lo siento. Lo siento mucho - me puse frente a ella y me arrodillé para estar a su altura.
No dejaba de mirarla, mientras que ella evitaba mirarme a mí. Le sequé, con mis pulgares, las lágrimas que iban descendiendo por sus mejillas. Ella rechazó el tacto, moviendo la cabeza en la dirección contraria en la que estaban mis dedos.
- Pequeña, déjame cuidarte.
- No necesito que me cuides, Alba. Necesito que dejes de actuar como si estuvieras sola en el mundo.- la copa de vino volvió a posarse en sus labios y dió un pequeño trago, sin mirarme.
- Mírame, Martina, por favor.
- ¿Alguna vez te has preguntado cómo se siente Lucía? Lleva toda la vida cuidando de una niña pequeña, sola, mientras la maltrataban. Y no huía por Almu, y cuando por fin parece que sale del círculo vicioso de violencia en el que estaba atrapada, se queda embarazada, nada más y nada menos que de dos. Y con apenas diecisiete años que va a cumplir, se encuentra con una madre destrozada que no es capaz de hacer mucho, con una hermana agresiva, con un novio gilipollas, una niña pequeña y otras dos en camino. Pero tú estampas el vino contra la puta pared, de los cojones.- Se impulsó y se levantó. - ¿Y Almu? ¿De quién es Almu? - esta vez sí que me miraba, bebió lo último que le quedaba de su copa y dio una última calada al cigarrillo que sostenía en su mano derecha.- No me vengas con monstruos. Ve junto a Doris si es lo que quieres.
- No metas a Doris en esto, joder. - Me levanté también.
- ¡Meto a quién me sale del coño! Ella es la que te va a zurrar, pero luego soy yo la que va a tener que aguantar a la Alba destrozada en la puta cama.- Los ojos oscuros de Martina, brillaban en la oscuridad de la noche.
-¡Pues no me aguantes, joder! - alcé la voz sin apenas darme cuenta. Ella quiso darse la vuelta pero la agarré del brazo. - Espera, espera. Perdona, no quise decir eso. Joder, no puedo controlar mi rabia. Mierda. - mi mirada se posó en el oscuro césped. No podía mirarle a la cara. Esa era yo. Alguien que no podía controlarse, y que podía hacer mucho daño, e incluso a las personas que más quería. Ella se deshizo de mi brazo, bruscamente. La miré, sorprendida. Ella me miraba duramente, retrocedí un paso para atrás, porque esta nueva expresión de Martina, era nueva para mí.
- Yo no soy Cati, Alba. Tampoco soy tu madre. Yo no me quedaré a pudrirme a tu lado. - su voz era fría. Se giró, dispuesta a irse si Carmen, Gabi y Lola no se hubieran encontrado en medio de la puerta de la cocina.
- Dame una oportunidad. Solo una más - miré hacia donde se encontraban las tres chismosas - Y vosotras… ¿Qué coño miráis? Echadme un cable, capullas.
- Yo solo os voy a decir, que tenéis a un chiquillo esperando en el salón. - Lola habló primero, como siempre. Me miró y luego miró a Martina, que agarraba fuertemente la copa que tenía en la mano.- Y ya que estoy,- se dirigió a Martina.- es cierto que Alba es insoportable e inaguantable, pero se la quiere. Habéis estado un año de aquí para allá, locas la una por la otra. Así que no tomaría decisiones en caliente.- hizo una pausa y me miró a mí.- Y tú, deja de hacer gilipolleces y aprende a controlar esa rabia que tienes dentro. Porque si no soy yo la que se va a liar con ella, - hizo un gesto hacia Martina, riéndose.- Tienes unos labios apetecibles.- los característicos coloretes de Martina, hicieron aparición en la escena y sonrió, vi como su cuerpo se relajaba, y, por unos instantes, sentí celos.
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Despertar y leer💜 las adoro jajaja desde Buenos Aires besos. Me gusta el cambio de Martina de yo también puedo cabrearme y enojarme contigo Alba. Son unas genias
ResponderEliminarCreo que Martina está dando un cambio importante. ¿Para bien o para mal? pues no lo sé. Gracias por comentar.
EliminarBueno a ver que decir.... Muy bien escrito.. ya era hora que Alba supiera quien se cargó a uno de sus "monstruos".
ResponderEliminarLa historia?,sabéis que es buena capullas,así que no os puedo decir nada. Seguir así chicas.
Poco a poco se va desvelando todo. La cuestión es la forma de actuar y adaptarse a todo eso. Me alegro de que te guste. Gracias por comentar en cada capítulo. Bss
EliminarAhhh... esto de estar al día con los capítulos no me gusta, xq tengo que esperar jajaja. Me encanta la historia, me siento super identificada con la personalidad de un personaje. Sigan así, yo sigo esperando el próximo!
ResponderEliminarYa me has dejado intrigada queriendo saber cual es el personaje con la que te sientes identificada xDDD. Ehmmmm, ¿una pista? o mejor... dime quien es jajajja.
EliminarSoy nuevo a por casualidad encontré esta página y en un día me he leído tu relato me me
ResponderEliminarha dejado con saber más ya que me siento un poco identificada con alba por favor sigue escribiendo me encanta tu relato. Un saludo.
Buenos días
EliminarGracias por seguirnos y por comentar. Del relato, por problemas personales, profesionales y estudios, nos es imposible publicar más capítulos por ahora.
Os informaremos cuando podamos continuarlo.
Un saludo.