¿Cómo una simple palabra tuya, un verbo conjugado, puede provocarme tanto?
Lograste conseguirlo, por primera vez, con una frase de únicamente dos palabras. En cuanto te escuché pronunciarla, las mariposillas comenzaron a revolotear en mí haciéndome estremecer y dejándome sin habla. Supiste que algo pasaba. Me preguntaste si estaba bien, pero no logré describirte esa sensación que, por vez primera, me recorrió todo el cuerpo de abajo a arriba. No dudaste, ni por un segundo, en la causa de mi silencio, Has sido tú, con solo palabras, la única que me la has despertado y revolucionado de esa manera.
Con el tiempo, me he dado cuenta que me has agudizado todos los sentidos. La vista y el tacto, como es normal, eran mis sentidos por antonomasia, dejando atrás los otros tres. Tú, y solo tú, has logrado que disfrute de todos ellos contigo.
Vista: uno de los sentidos principales, al menos, para mí. Cómo no quedarme embobada mirándote de pies a cabeza. Atolondrada al mirar tu rostro, tu mirada, tu risa. Quedar seducida por esa boca que me sonríe y me besa.
Tacto: principal como el anterior. Recorrerte por completo con las yemas de mis dedos, con besos o con mordisquitos, es todo un placer. Dibujarte con caricias. Memorizar tu cuerpo, tu silueta, es deleite para mí.
Gusto: sentido que no utilizaba habitualmente. Como diría Víctor Manuel: "Nada sabe tan dulce como tu boca". Saborearte, centímetro a centímetro, es una delicatessen de la cual siempre quiero más.
Olfato: era algo que tenía casi olvidado. El primer día, me puse a oler un jersey tuyo aprovechando que no estabas en ese momento. ¿Qué fue eso? ¿Por qué lo hice? Un impulso, un deseo, un "no sé que" hacía que quisiera oler tu aroma. Nunca en mi vida me había pasado algo parecido, y no fue la única vez, pero todas me las provocas tú. No habría imaginado jamás que escondiéndome en tu cuello, oliendo tu piel, tu pelo, tu perfume, solo deseara estar así por siempre.
Oído: qué decir de este sentido. Tu risa, tus ronroneos, tus susurros, tus sonidos, tus palabras... alimentan mi sentido del oído. Me encanta cerrar los ojos y escucharte. Oírte y sentir millones de mariposillas, sentir mi piel de gallina, ese escalofrío recorriendo mi cuerpo.
No es de extrañar entonces, que con solo un "ven" mi corazón galope como si no hubiera un mañana, mis pulsaciones vayan a mil y mi respiración se agite más y más.
Anhelo escuchar ese "ven" porque, os lo juro, cuando lo escucho de tu boca, el unicornio vomitando arcoíris se queda corto a mi lado. Es tanto el amor, el deseo, la necesidad, el echarte de menos... que el escuchar solo esa palabra, es explotar de alegría.
Dime "ven" y allí estaré. Muevo cielo y tierra, turnos, horas, la montaña de Mahoma si hace falta.
Dime "ven" y tendremos nuestras primeras vacaciones juntas, solas. Disfrutando de la gente, de los paisajes, de nosotras.
Dime "ven" y verás que no son solo palabras, que hay mucho más en esta cosita tan pequeña.
Dime "ven" y me faltarán sentidos para amarte.
Chiquinina