Relato erótico: "Secreto de confesión" (capítulo 1)

martes, 12 de abril de 2016
PRÓLOGO
Volvían de la capilla cuando me encontraron. Mi cadáver estaba descuartizado en el jardín del claustro. Las hermanas se escandalizaron al ver mis intestinos por el suelo; pero la hermana Sarah no se inmutó, no reaccionaba.


SARAH
Siempre sentí que era diferente, y cuando cumplí los 21 decidí ingresar en el convento de las benedictinas.
Al principio fue muy duro; levantarse tan pronto, rezar 7 veces al día, y el arduo trabajo en el campo para mantener la comunidad, no eran tarea fácil. Pero la madre Sofía siempre me ayudaba.
Tuve una conexión extraña con la abadesa desde el principio. Cuando entré en el convento mi primera visita fue al despacho de la madre superiora. Yo era postulante y esperaba encontrarme con una anciana de 70 años. Pero allí estaba Sofía, la Abadesa recién elegida, de 41 años. Sentí una punzada en el corazón cuando la miré a los ojos, unos ojos que me miraban con un brillo especial que me traspasaba el alma, no podía moverme y un calor que no había sentido antes se apoderó de mi entrepierna.
La madre Sofía seguía mirándome a los ojos mientras me explicaba las normas del convento y me ofreció su ayuda para cualquier cosa que necesitara.


- Hermana Sarah, ahora la acompañarán a su celda. Si no le importa pasaré en unos minutos para ver si se acomoda bien.


- Gracias Madre.- contesté tragando saliva.


Seguidamente. la hermana Catalina me hizo un gesto para que la siguiera. Caminamos por un pasillo largo lleno de puertas, subimos dos pisos por unas escaleras y entramos en otro pasillo con más puertas, nos paramos en la tercera y la hermana Catalina abrió. La celda apenas disponía de un camastro pequeño, una mesita de noche, un escritorio, un armario, y un pequeño lavabo.


-El hábito lo encontrara en el armario, tal vez le cueste un poco llevarlo al principio, pero las postulantes van mas cómodas.- dijo la hermana Catalina mientras movía un poco la prenda que apretaba su cuello.


-Gracias hermana, ¿hay mas postulantes?- Pregunté.


- No, está sola en el pasillo, el resto de las hermanas están abajo.- Miré a la hermana Catalina un poco asustada, y debió darse cuenta de mi inquietud porque enseguida me hizo un apunte.- No se preocupe hermana, la Abadesa está al final del pasillo, ella suele encargarse de las postulantes personalmente.- Sonreí, no solo por el alivio de no encontrarme sola en aquel oscuro y frío pasillo, si no por tener cerca a la madre Sofía. - Hermana, acomódese, deshaga la maleta y habitúese a su nueva vestimenta, recuerde que la cena se sirve a las 8, no se preocupe por llegar a la Letanía, entendemos que se tiene que acostumbrar. Y ahora si me disculpa debo ir a Vísperas.


La hermana Catalina me hizo una inclinación de cabeza y salió de mi celda cerrando la puerta tras ella.
Abrí el armario y allí estaba, un vestido de manga larga totalmente negro, el velo era sencillo de color blanco, a juego con el cuello blanco de la camisa interior, y no parecía ser tan agobiante como el de las hermanas, lo toqué y era áspero, austero, me vería como una mojigata.
Guardé las pocas cosas que llevaba en mi maleta, un cepillo del pelo, el de dientes, la biblia, y mucha ropa interior. Tal vez sea demasiado sexy, pensé mirando uno de los tangas.
Cuando guardé todas mis cosas, me quité la ropa y me dispuse a ponerme el hábito, estaba en ropa interior cuando entró la madre Sofía.


- Hola Hermana, llamé, pero no me escuchó - dijo mirándome de arriba abajo.


- No la escuché madre, discúlpeme- dije tapándome como pude con el hábito.


Mi ropa interior era demasiado atrevida y me dio vergüenza que la madre Sofía me viera así, ella me miraba fijamente y cerró la puerta sin apartar sus ojos de mi cuerpo. Allí estaba de nuevo, el calor en mi entrepierna, la humedad y la necesidad de acabar con la hinchazón que se apretaba contra la tela de mi ropa interior.


- ¿Necesitas ayuda?- me dijo mientras se acercaba.


- Gra... Gracias madre- balbuceé mientras le daba la espalda.


Ay Dios...Ahora me verá el culo, pensé al darme cuenta que llevaba tanga.


- Sarah, cuando estemos solas, puedes llamarme Sofía, nada de madre, ¿o.k.?


- Sí madre, perdón Sofía- contesté dándome la vuelta y encontrándome con la mujer cara a cara.


Ella cogió el hábito y lo estiró sobre la cama, tomó la camisa blanca, abrió los botones y me ayudo a ponérmela, quedando yo, de espaldas de nuevo. Metí los brazos por las mangas y Sofía sacó mi pelo de dentro del cuello acariciando mi piel con sus dedos. Me estremecí sin poder evitarlo y mis pezones se endurecieron.


- Deja que lo haga yo- dijo Sofía dándome la vuelta delicadamente.


Agarró el cuello de la camisa acercándose un poco más a mí y sin dejar de mirarme a los ojos, comenzó a abrocharme los botones, desde el cuello, despacio, y creo que disfrutando del momento, siguió con su labor y al pasar por mis pechos rozó mis pezones intencionadamente, provocándome un placentero escalofrío, ella se dió cuenta, pero terminó de abotonar la camisa, sin dejar de mirarme directamente.


- ¿Estás asustada Sarah?- me preguntó con un tono de voz distinto al que escuché en su despacho.


- No. Solo un poco nerviosa- contesté.


Esta mujer me producía sensaciones que nunca había experimentado, pero me gustaba la sensación, me gustaba como me miraba y el roce de su piel contra la mía.
Sofía agarró el hábito, me hizo levantar las manos y me vistió, acariciando con sus manos mis costados. Me contraje de golpe. Y Sofía me miro asustada.


- ¿Estás bien?- me preguntó tragando saliva.


- Me hiciste cosquillas- dije sonrojándome.


Ella sonrió y acaricio mi mejilla, no pude reaccionar y acabe sonriendo.


- Ven, te ayudaré a ponerte el velo, ¿te recojes el pelo en una cola o un moño bajo?- me dijo.


Me recogí el pelo en una cola baja y me dispuse a ponerme el velo. Sofía se acercó a mí y me ayudó colocando dos horquillas para sujetar la tela en su sitio, se alejó dos pasos y me miró de arriba a abajo.


- Estás lista.


Sonreí, y antes de que me diera cuenta, Sofía estaba tan cerca que podía olerla, me miraba a los ojos, cogió mi cara entre sus manos y su mirada bajo directamente a mis labios, por un momento creí que me besaría, y cerré los ojos esperando, no sabía que me pasaba, pero deseaba que Sofía me besara.


- Sarah, si tienes algún problema, quiero que me lo cuentes. Yo voy a estar aquí para lo que necesites, lo que sea y la hora que sea, mi celda está al final del pasillo, solo tienes que llamar.- me susurró dulcemente.


Estaba tan cerca de mis labios, que me puse a temblar, quería besarla, pero eso no estaba bien, yo quería ser monja, quería consagrar mi vida a Dios, no podía tener esos sentimientos tan mundanos. De repente, Sofía me abrazó. Me derretí, pero la tranquilidad inundó mi alma.


- Bienvenida Sarah... Hermana Sarah. Vayamos a cenar.


La cena consistía en una sopa de fideos y menudillos, un mendrugo de pan y agua, de postre teníamos peras.
Observé al resto de las hermanas. Yo era la más joven, el resto eran mujeres maduras o ancianas, salvo la madre Sofía y la hermana Catalina que debía rondar los 36 años, cenamos en silencio, y antes de la Completa, que era una media hora de oración y meditación, me presentaron como una nueva postulante y las hermanas me dieron la bienvenida.
La hermana Catalina me miraba con una sonrisa extraña que no llegué a entender, y la madre Sofía no dejaba de mirarme a los ojos. El rubor llenó mis mejillas y la Abadesa me guiñó un ojo. Después de la Completa nos fuimos a dormir, subí a las celdas hablando con la hermana Águeda, una señora de 58 años que me dio una afectuosa palmadita en la espalda, y quiso saber todo sobre mí. Era muy amable y le expliqué que quería ser monja desde pequeña, pero mis padres, aunque eran muy creyentes, prefirieron que terminara mis estudios. No quise contarle mis temores, el porqué creía que allí no iba a volver a sentir el deseo por otra mujer.
Me despedí de las hermanas, y subí al segundo piso donde estaba mi celda.


- Hermana- escuché detrás de mí.


Estaba llegando a mi puerta cuando la hermana Catalina me llamó, me di la vuelta para mirarla y antes de que me diera cuenta estaba enfrente de mi cara.


- ¿Qué tal tu primer día?, perdón hermana, ¿puedo tutearla?- me preguntó la hermana.


- Sí, claro. No pasa nada- contesté - ha sido un buen día, diferente. Me tengo que acostumbrar.


- Hermana, si necesitas cualquier cosa pídemelo. Estoy abajo al principio del pasillo...- me dijo acercándose más.


- Gracias hermana- dije amablemente.


Ella me cogió del mentón, pasó su dedo pulgar por mi labio inferior y susurró demasiado cerca de mi boca.


- Cualquier cosa.


Me aparté bruscamente y me golpeé contra la puerta de mi celda, buscando torpemente la manilla para entrar y escapar de la hermana Catalina. Ella se abalanzó hacia mí, sentí su aliento en mi cuello y cerca de mi oreja.


- Recuerda, al principio del pasillo- me dijo lasciva, mientras me abría la puerta.

Me miró con una sonrisa de superioridad, y se marchó.
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Escrito por Nika

2 comentarios:

  1. hola buenas, me vais a decir que soy una pesada, pero este relato dice que tiene 5 capitulos y solo me ha dejado leer 1 gracias y perdón por la molestia!!!

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    1. Buenos días, Alejandra.
      Pues tienes de nuevo toda la razón del mundo. ¿Qué haríamos sin ti? xDDDD. Muchas gracias por avisarnos. Ya está solucionado. Ya puedes disfrutar de la lectura de este relato.
      No te preocupes si nos tienes que volver a escribir por cualquier otro error que tuviéramos. Un enorme abrazo.

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