Relato "Un café y un polvo". Parte 14 (Capítulo 41)

sábado, 12 de noviembre de 2016
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PARTE 14. ABRÁZAME Y QUE EL MUNDO SE VAYA A LA MIERDA.
CAPÍTULO 41. PARAD EL TREN, ME BAJO A DESAYUNAR.

"Cuando tu nombre me guía dejo de tener miedo. Siempre has olido a café recién hecho y a zumo de naranja recién exprimido. Hueles a mañanas, a desayunos mirando por la ventana. Hueles a valentía y a seguridad, a canela recién molida y a libertad. Mueves el pelo y tu melena al viento inunda la habitación del olor del mango y las flores. Cuentas hasta diez y mientras me levanto, las tostadas salen disparadas hacia el cielo. Bailas mientras la música llena la casa y la tetera suena. Me haces crecer entre sonrisas y sirope de caramelo. Consigues hacerme olvidar el mundo, mientras metes el dedo en el bote de chocolate y lo saboreas con esa característica sonrisa tuya.
Entre canción y canción y mirada y mirada, consigues que me siente a parar el mundo, bajarme del tren y poder desayunar en la estación.
Quizá siempre hayas sido así, quizá seas de esas mujeres que son como desayunos un domingo por la mañana. De esos que curan resacas, corazones rotos e insomnios. Quizá, y solo quizá, seas el sueño que sigue a la pesadilla."

MANU
Algo ha pasado. Lu no suele llamarme, me manda mensajes y dice cosas tiernas al terminar. Hoy no ha sido así. Un “Manu necesito hablar contigo. Quedamos en nuestra cafetería de la esquina” eso me hizo temblar de arriba a abajo. No podía pensar en otra cosa, me iba a dejar. Seguro que era eso. Pondría la mano en el fuego de que las imbéciles del insti le habían metido mierda sobre mí.
No lograba centrarme. Dudaba que ponerme. ¿Qué se pone uno cuando sabe que van a cortar con él? ¡Qué chorradas se me pasaban por la cabeza! Me puse cualquier cosa. Para recordar este momento, no necesitaba vestirme de Armani. Unos vaqueros desgastados y una camisa blanca. Me quedé minutos eternos mirándome al espejo, respirando aceleradamente, casi empezándome a doler el pecho. Suspiré profundo, conté hasta cinco y salí hacia la cafetería.
Miré el reloj. Había llegado un cuarto de hora antes. Entré y volví a salir de allí. Tenía unas ganas tremendas de fumar. Lo había dejado hace un año y me moría por un pitillo. No, no podía volver a fumar, se lo prometí a mi madre. Volví a entrar. Era temprano, no había casi gente, me senté en una mesa de dos al lado de la ventana, así podría ver cuando Lu llegara y sus gestos. Creía conocerla, y pensaba que viéndola podría adivinar de qué iba todo esto. Lu llegó justo a la hora que habíamos acordado. Tenía el pelo algo deshecho, me pareció raro, porque Lu siempre llevaba sus preciosas ondulaciones pelirrojas, totalmente bajo control. Además, tenía unas ojeras que hacían que sus ojos pareciesen más pequeños. Llevaba un vestido blanco, parecía una camiseta grande, sin embargo se le ajustaba perfectamente al cuerpo. Me gustaba ese vestido. Me miró y se acercó a mí, parecía que no quería avanzar hasta la mesa, lo hacía lentamente como si una fuerza invisible tirase de ella, de nuevo hacia la puerta.



- Hola.- Su tono no era cantarín, dulce y alegre, como siempre. Era más bien… lento, la lengua parecía pesarle en la boca. Incluso me pareció distinguir algo de miedo, ¿o era tristeza? en su tono de voz.
-Hola, chata - le rocé los labios. Sentí que ese podría ser el último beso. Tuve que respirar hondo para que no me viera quebrarme delante de ella. - A ver… cuéntame - Quise que terminara pronto con todo.
Ella respiró lentamente, cogió una carta, que se sabía de memoria, y mirando fijamente los dibujos de los batidos, dejó escapar de sus labios la única frase que jamás habría esperado escuchar de su boca en ese momento.
-Estoy embarazada.
- ¿Qué? O sea… ¿Estás de broma, no? Yo… bueno… creí que venías a cortar conmigo y… - suspiré revolviéndome el pelo - Joder, ¿pero cómo? Lo hemos hecho siempre con… eso, ya me entiendes - no me gustaba hablar de esas cosas - Además, solo fueron tres veces.
-Y yo que sé, el hecho es que tengo… pues eso, creciendo en la tripa. Y no tengo ni puta idea de qué hacer o cómo reaccionar, ni siquiera quiero… bueno, ni siquiera… es decir, creo que no sería buena madre, no ahora, al menos. Y creo que debería en fin… dejarlo para más adelante. - Comencé a mover la rodilla inconscientemente de arriba a abajo, era signo evidente de mi nerviosismo. Me quedé mirándola, intentando entrar en ella, en lo que sentía ahora mismo. Quería saber si estaba tan asustada como yo. Fue imposible. Lu tenía la capacidad de ser hermética, me hablaba de que estaba embarazada como si me estuviera contando que para su cumple se iba a poner unos vaqueros nuevos.
-¿Qué van a tomar? - la camarera nos miraba, sonriente.
-Un batido de vainilla, muy frío, por favor.- Lu cerró la carta y me miró. Yo no conseguía reaccionar como ella.
- Lo siento. Necesito que me dé el aire, me asfixio. Tengo que salir. - me levanté sin más y corrí hacia la salida.



Le pedí un cigarrillo a una chica que paseaba por allí. Y me quedé fumándolo apoyado en la farola de enfrente. Ni siquiera podía pensar, estaba completamente bloqueado. Vi como a Lu le traían dos batidos, uno lo dejaban frente a ella y el otro en mi sitio. Ella cogió su vaso y bebió rápidamente de la pajita. Justo antes de sacar unos papeles, mirarlos fijamente y llevarse las manos a la cara, apoyando los codos en la mesa, supuse que se había echado a llorar. O al menos era un signo de que estaba igual de desesperada que yo. Tiré el cigarro y entré sin pensármelo dos veces. Fui hacia ella y la abracé. Era un problema de los dos. Lo pasaríamos juntos, pasara lo que pasase. La amaba, lo tenía claro, y estaría siempre con ella.
Me separé unos centímetros, vi que estaba llorando. Le sequé con mis dedos las lágrimas que descendían por sus mejillas y le sonreí. Quería calmarla, que supiera que contaba conmigo. Me senté a su lado y entrelacé mis dedos con los suyos.



-Venga, cálmate. ¿Desde cuándo lo sabes? - No contestó - ¿Por qué lo has pasado todo tú sola? Sabes que hubiera estado contigo en todo momento - Cogí su batido y se lo acerqué - Bebe un poco.
Mientras lo hacía, cogí los papeles que había dejado en la mesa. Los ojeé. Cómo me había imaginado, eran los análisis de embarazo. Me estremecí, se me puso la piel de gallina al ver la confirmación de todo. La miré, seguía sollozando, triste, no dejaba de apretarme la mano. Eso me desgarró el alma. Me acerqué a ella y le susurré al oído.



-No te preocupes por nada. Lo pasaremos juntos.
-No voy a tenerlo. ¿Qué opinas?
-Creo que es lo mejor. Somos muy jóvenes, dependemos de nuestras familias y… no lo buscábamos. Pero… ¿cómo ha podido pasar, Lu?
-Supongo que el condón ha fallado
-¡Hostia! Ese que se rompió justo cuando… - miré hacia abajo algo avergonzado - Lo siento, Lu. De veras que lo siento muchísimo.- dejó de llorar y me miró con los ojos totalmente abiertos, muy fijamente, callada. Vi cómo tensaba la mandíbula.
-¿¿QUÉ?? ¡Nunca me dijiste nada! - gritaba en medio de la cafetería. Noté varios pares de ojos fijados en nosotros.
-Shhhh… baja la voz, Lu. Nos están mirando todos. Yo...- Me puse nervioso, no sabía que contestarle a eso. Tenía toda la razón del mundo, y por mi culpa estaba en esta situación.
-¡Me importa una mierda! ¿Me estás diciendo que podía haberme tomado la pastilla del día después, pero no te salió de la polla decirme que el condón había fallado?- su tono se elevaba por encima de la música de la cafetería. Las manos le temblaban y sus ojos se habían oscurecido.
-Yo… no creí que fuera necesario. Tenía una pequeña fisura pero en la parte alta, no en la…- Lu se levantó bruscamente y lo próximo que oí fue un golpe fuerte seguido de un escozor en mi mejilla.
-¡QUE TE FOLLEN! - cogió su bolso precipitadamente y salió de allí antes de que pudiera reaccionar.



ALBA
-¡Alba! El móvil no hace más que sonar, ¿te lo llevo?
- Estoy del móvil hasta el mismo coño - cerré el grifo de la ducha y me enrollé en una toalla - ¿Quién puñetas es, Martina?
-Creo que es tu madre, pone Helena.- la voz de Martina atravesó la habitación, seguida de la canción del móvil. En ese momento pensé que debía cambiar el nombre de mi madre en mi móvil. En aquella época estaba enfadada con ella, para mí la palabra papá o mamá no existían. Martina apareció por la puerta, apoyándose en el marco y enseñándome el móvil, que seguía sonando.- Deberías cogerlo, es la tercera vez que llama. Puede ser importante.
- Eres Pepito Grillo, siempre martilleándome la conciencia... Anda, trae aquí - me acerqué a ella arrebatándole el móvil pero comiéndole la boca con ansia, siempre querría más de ella, siempre. - Dime, mamá… ¿Cómo que no ha vuelto? Deja de llorar, tranquilízate, voy para allá.- colgué.
-¿Qué ha pasado? - dijo Martina, mirándome con preocupación. Me fijé en que sus ojos parecían más brillantes después del moreno que había cogido estos últimos días, continuamente en el jardín, tirada en el césped leyendo.
- Lu no ha aparecido en todo el día por casa. Ni siquiera ha llamado a mi madre. Nunca ha hecho nada así. Como ese capullo que la dejó embarazada esté de por medio, te juro que lo estrangulo con mis propias manos -vi cómo pensaba, siempre se notaba cuando había mil ideas en su cabeza, debajo de su pelo dorado. Me miró y no dijo nada, para ser ella no parecía preocupada. - ¿No dices nada? ¡Qué raro en ti!
-Son las diez de la noche y tiene 16 años. No creo que sea nada… simplemente. Quizá necesita momentos a solas. -se encogió de hombros.
- Voy a casa de mi madre. Que me explique bien si han tenido alguna discusión o algo, y ya veré dónde empezar a buscar. Seguramente estará con ese capullo. Le preguntaré si sabe donde vive, será donde iré primero. Quédate aquí si quieres, ya veo que estás tremendamente tranquila - no entendía tanta tranquilidad tratándose de Lu.
-No montes ningún pollo… - se quedó dubitativa.- ¿Voy contigo?
- ¡Yo no voy a montar nada! ¡Voy a buscar a mi hermana que es menor de edad y que un gilipollas ha dejado embarazada!
-Alba…- se acercó y me envolvió con sus brazos, rodeándome el cuello.- repito, son las 10 y tiene 16 años… además, es Lu. Deberíais fiaros más de ella…- dijo casi en un susurro, como si fuese para ella.
- ¡Claro! por eso está embarazada. No me jodas, Martina - apoyé mi frente en la de ella e intenté calmarme entre sus brazos.
-Ha sacado adelante a una niña pequeña durante años, con una madre ausente y un padre alcohólico. Además de sacarse el colegio. Yo confío en ella.- dijo mirándome seriamente.
- ¿Cómo lo haces, pequeña? - la besaba tiernamente en esos labios que me quitaban el sueño - ¿Cómo puedes solo con tu abrazo, con unas simples palabras, calmarme? No lo entiendo - La agarré de la cintura y la acerqué a mi cuerpo. Sonrió y posó sus labios en mi boca, tiernamente, dejando un pequeño beso hecho por un simple roce.
-¿Sabes? Creo que habría que preguntar a Almu, ella sabrá dónde está Lu...
- ¿A Almu? Está loca del coño, en serio. ¿A una mocosa voy a preguntarle? Martina, estás fatal.
- La enana es la que mejor conoce a Lu… la que ha visto a Lu buscar tranquilidad… la única que ha conocido esa parte de ella.- se quedó callada, de nuevo pensando.- Yo preguntaría a Almu.- dijo moviendo la cabeza en un golpe seco de afirmación.
- Deja de decir gilipolleces - me separé de ella, ya me estaba cabreando con sus estupideces. Terminé de vestirme.
-Bueno, hazlo a tu manera. - vi por el rabillo del ojo como cogía el bolso y las llaves de su coche.
- ¿Dónde coño vas tú ahora?
-Voy a hablar con Lu.- se la veía plenamente consciente y segura de lo que iba a hacer.
- ¿Qué qué? - fui hacia ella y le sujeté del brazo con intención de que se explicara. - Mira, Martina, sabes que me jode muchísimo cuando te pones así conmigo. Si sabes algo me lo cuentas, ¿entiendes? Es mi hermana, y está embarazada, joder.
-Tú quieres hacerlo a tu manera y lo mío son gilipolleces, pero yo confío más en mis gilipolleces. Y así es como voy a hacerlo.
- No me toques más el coño, Martina. Sabes dónde está, ¿verdad? - tenía el poder de sacarme de quicio en un segundo.
-Voy a preguntar a Almu, tú a tu madre. La pregunta es, ¿te llevo?
- Joder, me cago en la puta. Siempre hay que hacer las cosas a tu manera. Me tienes harta.
-No. Yo voy a hacerlo a mi manera, tú hazlo a la tuya. - se acercó y me pasó la lengua lentamente por los labios.- ¿Vienes o qué? - sonreí como una imbécil. Definitivamente Martina hacía de mí lo que quería.
- Sí. Pero que conste que voy porque no quiero tener que buscar a dos niñatas y no a una.
-¿También vas a buscarte a ti misma?- dijo guiñándome un ojo mientras bajaba las escaleras.
- Deja de jugar conmigo, niñatilla - fui detrás de ella como pude. Otra vez iba a dejarme los dientes bajando las escaleras.
-Si hubiera que buscarte a ti cada vez que necesitas respirar…- había atravesado la casa y el jardín hacia el coche a una velocidad fuera de lo normal, característica en ella.
- ¡Coño espérate un momento, joder! - cogí las llaves de casa y una vez cerrada, como siempre, me di cuenta que iba indocumentada, no había cogido nada más. Suspiré. Siempre me pasaba lo mismo cuando terminaba yendo tras ella. - Te digo una cosa, loca del coño. Como no tengas razón, me vas a dejar atarte y vendarte los ojos y… ya veré lo que hago después al respecto.
-¿Y si no la tienes tú? ¿Qué gano?
- Seguir viviendo en mi casa - le guiñé el ojo - Anda, conduce ya.
-No me convence… si tienes razón tú, te dejo atarme. Si tengo yo la razón… te ataré yo.- dijo sonriendo pícaramente, mientras arrancaba el coche.



No tardamos nada en llegar, la verdad es que Martina conducía como una puta loca. Apagó el coche y se bajó, de nuevo a la velocidad de la luz, y llamó al timbre.



MARTINA
Estaba segura de que Almu tendría la respuesta. La madre de Alba nos abrió la puerta. Tenía los ojos llorosos y la cara llena de mocos. No sé porqué no conseguía cogerla un cariño especial. La respetaba, pero ni me gustaba ni me caía bien. Había intentado de mil formas cambiar la opinión respecto a ella, pero cada vez que la veía, pensaba en Alba y Lu y era incapaz de sentir ni un ápice de lástima o apego hacia ella.
-¡Alba! - Helena se abalanzó sobre Alba. Yo esperaba impaciente en la puerta.
-¡Admaa!- Almu apareció correteando hacia la puerta, con un conejo de peluche en la mano y una sonrisa de oreja a oreja. Llevaba el pelo negro completamente revuelto y un remolino le caía sobre la frente. Sus ojos brillaban de alegría, lo que les hacía aún más azules. La verdad es que no se podía negar que fuera hermana de Alba, parecía hasta su hija. Sonreí.
- Hola mocosa - Alba la cogió con un brazo y con el otro respondía al abrazo de su madre - Mamá, cálmate. La niña no debe verte así.- miré a Helena. El pelo revuelto y pelirrojo y los ojos completamente verdes. Lucía. Sin embargo, en los ojos de Lucía siempre se podía vislumbrar una mente inteligente, sensata y fuerte. Y en Helena… solo había… ¿miedo? ¿debilidad? No lo tenía claro. - Vamos para el salón, venga. Deja de llorar, por favor. - Entraron y Alba empezó a abrazar y hacerle carantoñas a Almu - Mocosa, ¿te estarás portando bien con mamá, no?
-Sí, aunque Boo es mejor.- enseguida Alba miró preocupada a Helena, que dio un sollozo.
- ¡Claro, no me extraña! Boo es que es una enana como tú. Vaya dos os habéis juntado - fingió una sonrisa.
-Boo es gande.- sonreí.
- No te creas. A veces actúa peor que tú - me miró y me entregó a Almu - Tómala. Toda tuya - me sonrió. Me olvidé de Helena y esperé mientras Almu se acomodaba en mis piernas.
-Almu.- me miró con sus enormes ojos azules.- ¿Boo tiene miedo a veces?- ella se quedó dubitativa y negó con la cabeza.
-¡Nunpa!- decidí cambiar la pregunta.
-¿Y tú? ¿Tienes miedo a veces, Almu?
-Tí.- asentía mirándome, era la imagen de la ternura.
-¿Y qué hacía Boo?- de nuevo pude observar cómo procesaba lo que le decía.
-Me llevaba a tomar un helado de nata… o a casa de Adba o al árbol. Y fubábamos. - sonreí. Aunque lo de Alba me llamó la atención, porque hasta hace nada, ellas no se veían…
-¿Qué árbol?
-El gande del camino.
-¡El sauce llorón!- exclamó Alba.
-¿Sabes dónde está?- dije dirigiéndome a ella.
- Sí. Está en el parque. Solíamos ir allí cuando… queríamos huir de… bueno, ya sabes - ella miraba a su madre y le apretaba la mano.
-¡Vamos! - dije evitando ese momento. Mirarlas me recordaba que era yo la que había acabado con su marido y su padre y me producía náuseas.
- ¿Y ya está, Martina? - dijo sorprendida, Alba.- También podemos ir a tomarnos un helado de nata, no te jode.
-Eso puede ser en cualquier lado… es el sauce. - su mirada era dubitativa pero se levantó como si el sofá tuviera un muelle que se hubiera activado de pronto.
- Venga vamos porque estoy segura que no dejarás de insistir si no lo hacemos. - se agachó para besar en la mejilla a su madre y, acariciándole el rostro le susurró “te quiero, mamá. No te preocupes por nada. La encontraremos” con ese tono sincero y tierno, que pocas veces dejaba ver. Ella sonrió. No me gustaba Helena… ¿Qué clase de mujer hacía que su hija buscase a su otra hija? Debería ir ella, Lucía era su hija…



ALBA
- ¿Estás preparada para someterte a mí, verdad? - en mi cara se dibujó una sonrisa pícara solo de imaginármela atada en la cama.
-La vamos a encontrar a mi manera, lo sé. Así que no cantes victoria tan pronto… - me guiñó un ojo mientras se mordía el labio inferior.
- ¡No hagas eso, capulla! Sabes que me pones a mil.
-¿El qué? - se lamió lentamente los labios. - ¿Esto? - Mientras yo miraba fijamente volvió a morderse los labios.- ¿o esto?
- Te odio. Que lo sepas.- la noche se inundó de su risa, que me dibujó una sonrisa boba en los labios.
Entrelacé mis dedos con los suyos y la hice seguirme. Nos adentramos en el parque situado justo enfrente de casa de mis padres. Era donde siempre salíamos a jugar Lu y yo cuando éramos unas mocosas, y donde ahora lo hacía Almu.
Me encantaba sobre todo por la noche, como ahora. Ese silencio, solo el ruido de los pasos de algunas ardillas o algún que otro gazapillo despistado. Los árboles inundados de hojas de mil colores; verdes, rojas e incluso moradas, me fascinaba aquel parque. Había una gran fuente en el centro del parque, y todo su alrededor se sumergía bajo el sonido del agua al caer sobre la dura piedra del suelo o de la fuente. A Lu le encantaba aquella fuente. Y siguiendo el sendero del centro, desviándose a la derecha, estaba el sauce. Un árbol que debía tener más de 150 años, enorme, precioso… lleno de todo tipo de pájaros e insectos que se habían formado allí un pequeño sitio al que llamar hogar. Toda la alegría de mi infancia recogida en un pequeño lugar de la naturaleza. Vi como Martina miraba fascinada ese lugar, parecía que el sauce envolviese el tronco y llorase en mitad de la noche, rodeado de miles de flores de todos los colores. No me extrañaba, era impresionante.
Recuerdo que nos gustaba estar debajo de ese sauce, y además a estas horas de la noche, porque la luz de la farola no llegaba a iluminar aquella zona del parque y quedaba apenas iluminado por la luz de la luna, lo que terminaba por dar el halo de magia que rodeaba a aquel árbol. Siempre había una intimidad, un recogimiento que nos hechizaba a Lu y a mí. Algo mágico.
Entrecerré los ojos para intentar enfocar mejor el lugar. No veía a nadie allí. Seguí avanzando hacia el centenario árbol, con Martina de la mano, intentando, deseando, rezando por encontrarla allí, sentada apoyando su espalda en el tronco y con los ojos cerrados para poder sentirlo todo con cualquier sentido que no fuera la vista. Era abrirnos a otras percepciones que casi no usábamos en la vida diaria.



- Joder, no está aquí - suspiré,  decepcionada. Aunque era lo que me esperaba encontrar. Martina lo veía todo de color de rosa siempre, ya era hora de que se diera cuenta que la vida no era tan fácil y tan sencilla como ella pensaba. Vi cómo movía su mirada de un sitio a otro, noté que ella también se había decepcionado. - No busques más, Martina. No está. Ya te lo dije, pero eres tan cabezona que...
-Sé que tengo razón… - de nuevo adoptó la postura con la que siempre pensaba, la cabeza ladeada hacia la derecha con la mirada hacia el suelo. La cadera girada, con las piernas colocadas en un triángulo rectángulo y una mano sacudiéndose el pelo.
- Martina, no me jodas más, ehhh. Te lo pido por favor. Me estoy empezando a cabrear.
-Es que…
- Es que nada. No está. ¿Es que no lo ves? - Le señalé con ambos brazos extendidos toda la zona del sauce. Vi como dejaba caer los hombros, su forma de indicar que se rendía.
-¿Dónde buscamos?- dijo con un tono neutral, demasiado horrible para ella.
- Voy a ir a casa del gilipollas ese que la dejó preñada. Seguramente estará allí, y si no está, y ese capullo no sepa dónde se encuentra, es que le parto la cara allí mismo. Me tienen hasta el coño Lu y ese imbécil que ni siquiera conozco.
-¿Te acompaño?
- Me da igual. Voy a partirle la cara de todas formas. - Sentencié dándome la vuelta con intención de volver a casa de mi madre para que me dijera la dirección y coger el coche. Martina me seguía con paso resignado.
-¡Alba! ¡Claro! ¡Joder, claro! ¡¡Alba!! - la sonrisa volvió a iluminar su cara.
- ¿Qué coño quieres ahora?
-¡Tengo que llevarme el coche! ¡Coge el de tu madre y ve a casa de Manu! ¡Ahora te llamo!- echó a correr hacia el coche, ya empezábamos...
- ¿Dónde demonios vas? ¡MARTINA! Oye, que vengas aquí, joder - fui detrás de ella y logré retenerla por la cintura. - Con una perdida ya tengo suficiente. No nos vamos a separar y menos a estas horas de la noche. Y tú sola por ahí… ¡Que no me da la gana dejarte sola!
-Alba… - su mano derecha se posó sobre mi mejilla.- Confía en mí… ¿No sabes eso de divide y vencerás? Te llamo en diez minutos, tengo una corazonada.
- Yo no divido una mierda. Tú no te vas sola. Y no empieces a mirarme de esa manera, joder.
-¡Deja de ser tan cabezota! Sé dónde vivimos y llevo móvil. Confía en alguien de una vez.
- No me pidas eso. Sabes que no puedo. No juegues sucio conmigo, Martina. Me jode mucho que lo hagas. - La solté de muy mala gana.
-¿No puedes confiar en mí?- vi en su mirada que la había dañado. Me rozó los labios ye apartó de mí, suavemente. - Voy a ir a comprobar algo, enseguida vuelvo… - se metió en el coche antes de que pudiera decirle nada y vi como desaparecía tras una esquina. Joder… me quedé quieta en medio de la calle durante unos segundos y decidí entrar en casa de mi madre a preguntar por el cabrón que había dejado embarazada a mi hermana.
Me estaba empezando a doler terriblemente la cabeza. Lo de Lu y ahora Martina me estaba jodiendo y bastante. Me tocaba la sien constantemente para intentar ese martilleo constante que tenía.
Mi madre no tardó ni medio segundo en abrir la puerta.



- ¿La habéis encontrado? Alba, dime que sí, por favor - las lágrimas volvieron a brotar por sus ojos.
- No. No estaba en el sauce.
- ¡Alba, por dios! Debes encontrarla. Algo le ha tenido que pasar - Me decía histérica y zarandeándome. Al verme en esa situación, se me vino muy malos recuerdos y la separé de mí con un fuerte empujón, dando varios pasos hacia atrás para aumentar la distancia.
- No me vuelvas a tratar de esta manera, ¿me has entendido? - la miré con rabia. Me di cuenta y quise suavizarlo aunque creo que sin buenos resultados. - Y lo único que le pasa a Lucía es que la han dejado preñada, con solo 16 años. Me cago en la puta. ¿Tú es q no te das cuenta de las cosas, mamá? Deberías haber estado más atenta desde que conoció a ese gilipollas, que no sé ni su nombre…
-Manu.
- Eso. El gilipollas de Manu que mete la polla donde no debe.
- Alba, no me hagas recordarte a la edad que empezaste a tontear tú.
- Mamá, no es lo mismo, joder. Lu… es Lu. Apenas ha vivido mundo. Mira el resultado - volví a tocarme la sien. Me dolía a rabiar.
- Alba, cariño. ¿Otra vez estás con esos dolores? - se me quiso acercar, la paré con un gesto de mano.
- Ya se me pasa. Supongo que al menos sabrás dónde vive ese imbécil, verdad.- asintió y fue un segundo a la cocina. Volvió con la dirección escrita en un papel.



Al menos algo sabía. Me di la vuelta sin pensármelo dos veces y, sin hablar más nada con mi madre, me dirigí a tener una conversación, o una buena ración de hostias, con el niñato de los cojones. Noté que mi móvil vibró. Supuse que sería Martina.



Martina: “Estoy con Lu, voy a casa de tu madre”



LUCÍA
Mirar la antigua casa de Alba era algo que siempre me relajaba. Hace varios años, cuando supe dónde vivía, venía muchas noches cuando el pánico me invadía, a verla. Quizá porque imaginaba que mi futuro podía ser así, quizá porque era mi hermana, o el recuerdo de ésta, y eso siempre me relajaba. Recordaba momentos idiotas con ella. Como aquel día de Navidad que papá volvió borracho y Alba cogió un pastelillo de la cocina y me sacó corriendo de casa, para acabar tomándonos el pastel sentadas en la acera de la calle, a un par de manzanas de casa, con los gritos y risas de júbilo del vecindario, de fondo. O cuando me regaló una flor azul y le pintó algunas hojas de verde con pintauñas para decirme que la flor tenía el color de nuestros ojos. O cuando yo la llevaba tostadas quemadas a la cama, porque aún no era capaz de cocinar nada sin quemarlo. Allí, viendo su vida ni siquiera me inundaba la rabia de que me hubiese abandonado. Solo había recuerdos, buenos recuerdos. Mientras las lágrimas fluían, los recuerdos me hacían olvidar cualquier pensamiento triste o inquietante. Vi como un coche aparcaba delante de su casa, sacándome de mis pensamientos. Me pegué más hacia el árbol en el que estaba apoyada, para evitar que me vieran, allí apenas llegaba la luz de la farola.
Reconocí enseguida a la persona que se bajó del coche, Martina. Me encantaba aquella chica, era perfecta para Alba.
-¿Lu? Lu sé que estás aquí…- miraba para todos lados. Sonreí. Me gustaba ella porque era capaz de hacer estas cosas, de encontrarme sin saber apenas nada de mí. Me levanté y me sacudí el vestido, mientras me acercaba a ella.
-Martina.- Ella se giró y sonrió.
-Menos mal…- vi que cogía su móvil.- Voy a avisar a Alba de que te he encontrado. Está preocupada.- ¿Alba estaba preocupada? ¿Por mí? De nuevo sonreí.
-¿Cómo has sabido dónde estaba?- Martina me miró como si le hubiese preguntado que si los cerdos vuelan.
-Por Almu, claro. Ya sabía yo que había que preguntar a la enana.- Almu… claro. Siempre llevaba a Almu conmigo, ella sabía lo que me relajaba a mí.-Tenemos que ir a casa de tu madre. Y luego hablaremos, ¿te parece bien?
-¿Tú y yo?- vi como la pregunta le pillaba de sorpresa.
-Eh…- cambió el gesto y sonrió.- Si es lo que quieres, sí.- confirmó, segura de lo que decía. Martina hacía eso, cuando ella estaba segura de algo te transmitía esa seguridad a ti. No era la primera vez que me pasaba con ella. Y sé que Alba notaba lo mismo. Me subí al coche.
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Buzzys
Arwenundomiel

2 comentarios:

  1. Waooooo como Martina produce y transmite TANTO? Estas siendo justa, mira q tantas maravillas en una persona es la suma de muchas malas superadas, o de una alma vieja muy evolucionada. Que no lo dudo tratándose del personaje Martina. Espero esta semana sea tan corta para él siguiente cap.
    Las amo chicas. Cuidense como siempre.
    La piky

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  2. Bueno, ya que me he leido lo que va de temporada voy a comentar.

    Pensaba que Alba había muerto. Mi gozo en un pozo.

    ¿Por qué aguanta toda esa mierda tóxica Martina?

    Lucía que aborte por el amor de Dios. Y a Manu se le avisa de que no vuelva a hacer algo así o le arranco los dientes uno a uno. (Soy permisiva en eso porque son jovenes e inexpertos)

    Y de momento nada más que añadir. :D

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