Relato erótico: Ella y yo (capítulo 3)

martes, 23 de mayo de 2017
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Lía se despertó un poco alterada. Después del sueño que tuvo, era normal. Rebeca estaba rodeada de sangre y persiguiéndola con un cúter. Un escalofrío le recorrió todo el cuerpo.

— Es solo un sueño —  se dijo a si misma.

Agarró el teléfono y le mandó un WhatsApp a su novia.

Lía: Hola, nena. ¿Qué tal has dormido? Yo bastante mal. He tenido una pesadilla asquerosa y terrorífica.

Rebeca: Pues del tirón, como siempre. ¿Has vuelto a soñar que comías carne? ¿Qué era esta vez? ¿Un chuletón de Ávila? 😂😂

Lía: Muy graciosa, 😤. He soñado que me perseguías, con un cúter, para matarme, después de que yo viera como matabas a alguien. 😰😰😨

Rebeca: 😱 Ostras....

Lía: ¿Qué?

Rebeca: Solo es un sueño... Quedamos a tomar ☕? Hoy no curras, ¿verdad?

Lía: Me doy una ducha y voy.

Lía dejó el teléfono en la mesilla de noche y se dirigió a la ducha. Se enjabonó a conciencia. Se depiló, aunque no le hacía falta, y se lavó el pelo. Tenía esa manía desde pequeña. Su madre le había metido en la cabeza que el cuerpo era el templo del espíritu santo, y no debía estar corrupto.

— ¡Ay, mamá, si levantarás la cabeza! — le dijo al aire sonriendo.

Después de verse perfectamente limpia, cogió sus vaqueros favoritos, una camiseta escotada, y una chaqueta que le quedaba genial. Se peinó con una cola de caballo y se fue a buscar a su novia.

Cuando llegó al edificio de Rebeca, se encontró con tres coches de la Policía Nacional, un Zeta, y al menos diez tipos armados hasta los dientes. Lía se dirigió directamente al portal que estaba abierto, subiendo a casa de su chica.

— Nena, ¿has visto toda esa policía?
— Hola —  le dijo una mujer que no era su novia.

Lía se quedó de piedra al ver la pistola acoplada a su cintura. Detrás de ella había un hombre hablando con Rebeca.

— Si se acuerda de algo, aunque fuera tan solo un sonido, no dude en avisarnos, señorita Castillo. Tanto la agente Cortés, como yo mismo, le atenderemos encantados. Muchas gracias por atendernos — dijo el que parecía otro policía.

Seguidamente, pasaron por delante de Lía saludando.

— Cariño, ¿qué hacían esos agentes aquí?
— ¡No te lo vas a creer! Pero están buscando a un asesino. Han tomado declaración a todo el edificio — contestó Rebeca entusiasmada.
— ¡Vaya! ¿Y que les has dicho? — preguntó Lía besándola ligeramente.
— ¿Qué les voy a decir si no se nada?
— Pero si hubieras visto algo se lo dirías, ¿verdad? — preguntó conteniendo la respiración.
— Pues claro, mujer. No quiero que un asesino ande suelto por ahí.

Lía soltó el aire aliviada. Por un momento, recordó su sueño y se asustó.

— Vamos a desayunar — dijo Rebeca cogiéndola de la mano.

Fueron a una cafetería nueva en la que solo habían estado un par de veces. La camarera les tomó nota. Dos cafés con leche, una tostada con tomate y un croissant de jamón y queso.

— No te molesta que coma jamón, ¿verdad? — preguntó Rebeca.
— Cariño, que yo sea vegetariana no quiere decir que no puedas comer carne si estamos juntas. No me incomoda ni nada de eso.

La mujer sonrió, cogiendo el teléfono móvil.

— ¿Crees que habrá alguna noticia del asesino en Internet?
— Búscalo. Seguramente habrán publicado algo en alguna página — contestó Lía intrigada  también.

No los vieron acercarse, ni los habían escuchado, hasta que alguien habló.

— Señorita Castillo, ¿podría acompañarnos a la comisaría? — dijo una voz de hombre.

Rebeca alzó la mirada encontrándose con el agente Garrido.

— ¿A comisaría? ¿Por qué? — preguntó Lía asustada.
— Solo son unas preguntas rutinarias — dijo la agente Cortés.
— ¿Me están siguiendo? — pregunto Rebeca poniéndose a la defensiva.
— Señorita Castillo, tranquilícese. Hemos venido a pedir información, y... Mire, mejor se lo explico en comisaría — dijo el agente Garrido.
— ¿Estoy detenida? — preguntó Rebeca estirando los brazos.
— Todavía no — dijo la otra mujer.
— Cortés, no la acojones, joder. Señorita Castillo, si quiere su… — siguió hablando el agente mientras se dirigía a Lía.
— Novia, soy su novia. Y si no hay problema, me gustaría acompañarla.

El trayecto hacia la comisaría fue rápido y en silencio, roto solamente por la pregunta de Lía a su novia.

— Rebeca, ¿qué está pasando?

La mujer solo levanto los hombros negando con la cabeza, sin poder explicar qué estaba sucediendo.

— ¿Quiere un café o algo? — preguntó el agente Garrido.
— No, gracias. Solo me gustaría saber qué narices está pasando.
— Señorita Castillo, ¿conoce usted a Regina del Olmo? — preguntó Cortés.
— Conozco a una Regina, no sé su apellido. Es la camarera de la cafetería donde estaba.
— ¿Dónde estaba anoche, entre las 12  y las 5 de la madrugada? — preguntó la policía de nuevo.
— Durmiendo.
— ¿No fue ayer a un bar llamado la Bella y el Bollo?
— Ayer no salí. Me quedé viendo el Sálvame Deluxe. Le mandé un mensaje a mi novia, y me quedé frita en el sofá. ¿Quiere que le diga que pasó en el programa?
— Señorita Castillo, Regina del Olmo es la camarera de la cafetería, y apareció muerta esta mañana, en un contenedor cercano a su domicilio — explicó el agente Garrido.
— ¿Y eso que tiene que ver conmigo?
— Según sus compañeras de trabajo, usted estuvo coqueteando con Regina ayer por la tarde, en la cafetería. Ella les dijo que había quedado con alguien en la Bella y el Bollo.

Rebeca estaba con la boca abierta, negando con la cabeza.

— Yo no coqueteé con ella. Ella lo hizo conmigo y la rechace. Tengo novia y, además, no fui a ese bar. De hecho, no he ido nunca.
— Señorita Castillo, está bien. Solo estamos corroborando información. Ya puede marcharse — dijo el agente Garrido.

Rebeca no se lo pensó. Salió de la sala, como alma que lleva el diablo, blasfemando.
Lía ya no sabía que hacer. Llevaba al menos dos horas allí esperando. Solo podía pensar que su sueño era real, y estaba saliendo con una asesina. La puerta se abrió y Rebeca salió murmurando. Agarró del brazo a Lía, arrastrándola hacia la puerta seguida muy de cerca por la mirada de Cortés.

— Esa chica miente.
— Sí, pero no tenemos pruebas — contestó Garrido.

— ¿Qué ha pasado?
— Pues, a ver... ¿por dónde empiezo? Básicamente, han insinuado que he matado a Regina — contestó Rebeca mirándola.
— Espera... ¿Qué? ¿Quién es Regina?
— La camarera de la cafetería donde estábamos.
— ¿Y tu la conoces?
— Solo he hablado un par de veces con ella. Mira... El caso es que han matado a esa chica y...
— Cuéntame todo lo que ha pasado ahí dentro — le cortó Lía.
Rebeca le contó el interrogatorio con pelos y señales.

— ¿Le dijiste a la policía que no habías salido?
— No quería meterme en más líos.
— Joder, Rebeca. Tendrías que haberles dicho que estabas en el Silencio — se alteró Lía.
— Tendrías que haberte venido conmigo. Podría, al menos, haber tenido una coartada.
— Sabes como estoy de cansada después del trabajo. Podías haber venido a casa y nos hubiéramos evitado todo esto.
— Nena, tengo que contarte algo. Yo vi a la chavala en el Silencio. Estaba con sus amigas y bueno… quería tema y...
— ¿Cómo? — preguntó Lía con los ojos totalmente abiertos.
— No pasó nada. La rechacé y me fui a casa. Nunca te pondría los cuernos — explicó Rebeca mientras abrazaba a Lía.
— Vamos a contarle todo esto a la policía — dijo la chica agarrando del brazo a su novia.
— Vale, vale, vale. Pero iré mañana. Lo prometo. Déjame que disfrute de la noche contigo, por favor.

Lía la creyó, la besó en los labios y se fueron juntas a prepararse para una noche de baile y sexo.
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Escrito por Nika

Relato erótico: Ella y yo (capítulo 2)

martes, 16 de mayo de 2017
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—  Esta niñata de Lía se deja hacer de todo, la gilipollas. Me tiene harta.


Me levanté de la cama. Estaba dolorida por el sexo, pero no pensaba quedarme en casa.
Me enfundé los pantalones negros, un  chaleco de cuero, sin nada más debajo, y la chupa. Lista para arrasar, salí de casa.


— Todavía no sé cómo Lía no se ha dado cuenta de lo de la moto.


Me subí a la Harley, y fui en busca de acción. Llegué al garito de siempre, me acerqué a la barra y pedí una cerveza.


— Vamos a ver que se cuece por aquí —  me dije a mi misma mientras exploraba las caras y los cuerpos del local.


Y la vi. Una morena, rellenita, guapa y sonriente. Llevaba días trabajándomela. Se llamaba Regina y se parecía tanto a ella.


—  Hola guapa —  dije acercándome por detrás.
— ¡Hey! ¿Cómo estás? — me diijo mientras me daba un pico.
— Pues buscándote, bombón. Ya sabes que me gustas mucho —  le contesté acercándome más.


Regina me abrazó metiendo su muslo entre mis piernas.


—  Tú también me gustas mucho —  me susurró al oído.
— ¿Has venido sola? — pregunté pegando mis labios a su cuello.


Ella gimió ligeramente, y asintió contestando así a mi pregunta.


— Esperaba que hoy me acompañaras a casa —  dijo con voz sugerente.
— ¿Y si no hubiera venido? — le dije sonriendo.
— Me dijiste que vendrías y que te gustaría darme algo más que cuatro besos — me contestó agarrándome del culo.


Ya la tenía. Creía que me costaría más porque  siempre estaba con sus amigas y, aunque nos habíamos enrollado un par de veces, no parecía que yo le gustase pero, por fin, me la había ganado.


— ¿Quieres... que nos vayamos ya y nos tomamos algo en mi casa? —  pregunté.
— Creí que nunca me lo pedirías.


Salimos de allí cogidas de la mano y, en poco más de quince minutos, estábamos besándonos como locas en el ascensor de mi edificio. Abrí la puerta de casa, empujándola por el pasillo hasta la habitación. La desnudé rápida, salvajemente, y la empujé contra la cama.


— Espero que te guste esto.
— Duro, salvaje, caliente... Me encanta — contestó jadeando.


Sonreí con superioridad. Me quité la ropa, abalanzándome sobre ella, besándola bruscamente. Debajo del colchón, tenía escondidas unas cuerdas de bondage. "No entiendo como Lía no las ha encontrado", me dije a mi misma.


La obligué a ponerse de rodillas, atándole las muñecas a la espalda. La agarré del cuello y la besé fuerte. Ella no dejaba de jadear y gemir.


— Túmbate bocabajo —  le dije.


Regina no se lo pensó. Se tumbó en la cama como le indiqué, abriendo las piernas para mí. Su coño estaba húmedo, dispuesto. Me puse tras ella, acariciándote el culo. Le pegué una palmada con fuerza y gimió. Le gustaba, así que le volví a pegar.


— Date la vuelta —  le ordené.
— Me encanta lo que me estás haciendo.
— Tranquila, todavía hay más —  le dije sonriendo.


No me lo pensé y acaricie sus pechos, consiguiendo que los pezones se le endurecieran. Me gustó lo rápido que se excitaba, así que, pellizqué el duro apéndice y estiré retorciéndolo.


— ¡Dios! —  gritó Regina.
— ¿Te gusta?
— Sí — gimió.


Bajé poco a poco por su cuerpo, besando y mordiendo toda su piel. Sintiendo como se movía debajo de mí. Levanté sus rodillas y las abrí con fuerza, hundiendo mi boca en su sexo caliente. Gritó cuando notó mi lengua paseando por su clítoris. Si seguía moviéndose así, se correría demasiado rápido, y quería hacerle más cosas. Me levanté, mirándole a los ojos.


— No pares ahora — me suplicó.
— Regina, tengo más cosas para ti.
— ¿Qué cosas? — me dijo sonriendo con picardía.


Bajé de la cama y abrí el armario. En un doble fondo tenía dos arneses. Uno sin correas que tenía dos lados, uno más pequeño que tenía que introducir dentro de mí, y el otro más largo para poder penetrar a la otra persona. El otro arnés era clásico con correas. Le enseñé a la morena mis juguetes sonriendo.


— ¿Los dos? — me preguntó extasiada.
— Si tú quieres.


Asintió sonriendo y, como todavía estaba atada, la ayudé a ponerse como yo quería, de rodillas y con la cara contra la almohada. Se abría para mí. Me puse el arnés sin correas y me coloqué detrás de ella. Le pase la palma de la mano por su resbaladizo sexo, Regina estaba completamente empapada así que, sin pensármelo demasiado, la penetré.


— Joder que bien.


Empecé a moverme con fuerza, empujando cada vez más rápido. Agarré el bote de lubricante, echando un buen chorro sobre su culo. Cogí el otro arnés y lo masajeé con el líquido para que fuera más fácil. No me lo puse porque pensaba sacarlo justo antes de que se corriera.


— ¿Estás lista? — pregunté poniendo la punta del dildo en la estrecha apertura.
— Si, hazlo. Hazlo ya.


Empujé con fuerza y entró. Su culo lo aceptó sin problemas. Ella lo había hecho antes. Gimió fuerte. Sabía que estaba disfrutando, comenzando a mover las caderas rítmicamente, metiéndole el juguete anal cada vez más profundo y más duro. Regina no paraba de menearse. Estaba apunto de llegar, lo notaba.


— ¡Me corro! — gritó cuando llegaba al orgasmo.
— ¡ Si! — dije yo sacando el dildo de su estrechez sin dejar de empujar con mis caderas.


Se estaba corriendo escandalosamente cuando la ahogué con la correa del arnés. Apreté fuerte, ella no se podía mover. Se dio cuenta que no podía respirar, intentando zafarse, pero no podía con las manos atadas. Seguí apretando hasta que escuche el crack de su laringe. Dejó de moverse y yo tuve un maravilloso orgasmo.


Comprobé su pulso. Estaba muerta. Desenrollé las correas de su cuello, saqué el arnés de su sexo, y me lo quité con cuidado. Desaté sus manos y me vestí con un chándal negro.
Metí su cadáver en la bañera, enjaboné su cuerpo, le lavé el pelo, la sequé, la vestí y la peine.


— Estás preciosa — le dije al cuerpo inerte. — Regina, será mejor que nos vayamos antes de que entres en rigor mortis, y no pueda moverte.


Salí por la puerta cargándola en brazos. Si alguien me veía, pensaría que mi amiga estaba pedo. La cogí como si fuera un saco y la metí en el ascensor. Cuando llegué al portal me alegré de ver la silla de ruedas del abuelo del quinto. A las 4:27 a.m, después de haber pasado por dos intersecciones y no haberme encontrado con nadie, empujaba el carrito calle abajo. La última vez tuve que fingir que mi "novia" estaba súper colocada. Vi un contenedor gris de los de residuos orgánicos.

— ¿Eres orgánica? ¡Claro que lo eres! — le dije sonriendo y, sin más, la metí dentro. Me fui tranquilamente empujando la silla para dejarla donde estaba. Subí a mi piso, me duché y me eché a dormir después de esconder mis juguetitos.


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Escrito por Nika

I Concurso de Relatos Cortos Lésbicos

domingo, 14 de mayo de 2017
¡Chicas, habemus concurso!, ¿te lo vas a perder?

Sabéis que en Les y otras hierbas nos apasiona tanto escribir como leer. Por eso, pensamos que sería buena idea organizar nuestro I Concurso de Relatos Cortos Lésbicos. De esta manera, nos gustaría animaros a escribir, a que nos mostréis todo vuestro arte literario.

No importa si no te has sentado frente a una hoja en blanco, o si escribes un diario, nos da igual si es tu primera vez. ¿Te vas a perder la oportunidad de ser alguien distinto durante tres páginas? Crea, imagina, vive y mándanos tu relato. Nos encantará compartir contigo esta experiencia. Disfrutemos del momento de soledad rodeados de viajes, sueños, intrigas, emociones. En tu mano está. Despliega tus alas y ¡déjate volar!

Desde el día 15 de mayo hasta el 7 de julio de 2017, estará abierto el plazo de recepción de los relatos. Queremos visibilizar la literatura lésbica y, convocar este concurso, nos pareció una buena forma de hacerlo.

Este evento lo culminaremos en La Casona, situada en Jaraíz de la Vera (Cáceres), con la entrega de premios a los ganadores. Nos acompañará María José Díez para presentarnos su libro Fresas en almíbar y terminaremos con algo de música, que hay que liberar tensiones.


¡Nos lo vamos a pasar en grande!

BASES DEL CONCURSO


Organiza:
Les y otras hierbas

Colabora:
Bendita Kanalla
El Andamio de Enfrente
La Casona
FELGTB

Colaboraciones especiales:
Marta Català Vila  (libros aquí)
María José Díez Lucas (libros aquí)
Clara Asunción García (libros aquí)
Marta Garzás (libros aquí)
Erika Hav (libros aquí)
Mari Ropero (libros aquí)

Relato erótico: Ella y yo (capítulo 1)

martes, 9 de mayo de 2017
"Ella y yo"

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7:30 am.

"¿Dónde narices estoy?". Se preguntó Lía cuando abrió los ojos. Se encontraba desnuda. Todo estaba oscuro, silencioso, demasiado silencioso. No estaba en casa de Rebeca, no se escuchaba el agua, y siempre se duchaba cuando se levantaba. Giró su cabeza hacia la derecha y, con la mirada un poco borrosa, pudo reconocer la mesilla de noche.


— ¿Cómo coño llegué a casa?


Se levantó de la cama. Una terrible sensación de mareo se apoderó de ella.


— ¡Joder!, me va a reventar la cabeza —  se dijo dirigiéndose hacia la ducha.


Al pasar junto al espejo, vio el rastro de sangre en su frente. Se acercó para examinar su rostro más de cerca. Tenía una pequeña brecha en el crecimiento del pelo y un arañazo en la mejilla. Se limpió cómo pudo, ya que se mareaba con la sangre.


— ¿Pero qué narices pasó anoche?


Lía salió del cuarto de baño, buscando su teléfono móvil.


Lía: Cariño, ¿qué pasó anoche?😵
Rebeca: Eso debería preguntarlo yo, ¿no crees? Me quedé esperando.😤


Lía miró el teléfono confundida. Juraría que había pasado la tarde y la noche anterior con su novia.


Lía: Estuvimos juntas ayer, cariño.
Rebeca: Nena, tomamos café. Fuiste a casa a descansar y cambiarte para llevarme a cenar... ¿Te quedaste dormida?😴😴😴😴
Lía: Sí, cielo. Es que dormí tanto que ni me acordaba... ¿Quedamos luego? Necesito abrazarte.
Rebeca: Mmmm... Sí. Aunque yo voy ha hacer algo más que abrazarte...😘😘😘😘 Luego te llamo.


Lía sonreía cuando dejó el teléfono, pero todavía no sabía cómo se había hecho las heridas. Le pasaba a menudo. Su madre le había explicado que era sonámbula y, más de una vez, se había golpeado contra algún mueble. El arañazo tampoco era nuevo. Estaba segura que se había rascado por la noche.


Después de una ducha reparadora, abrió las cortinas de su habitación.


— ¿Pero qué coño hago yo cuando estoy sonámbula?

La habitación estaba patas arriba. Un vaso roto,  el armario abierto, la ropa tirada por todas partes, la silla volcada y una mancha de sangre en la esquina del escritorio.


— Vale, la brecha ya está clara — dijo mirando la mesa.


Recogió la silla y los cristales. Cogió toda su ropa del suelo volviéndola a guardar en el armario.


— ¿Y esto qué es?


Lía sostenía un picardías rojo transparente que no  recordaba haber comprado, tal vez, se lo había dejado Rebeca. También recogió la ropa sucia del día anterior para poner una lavadora. La camiseta tenía manchas de sangre. El golpe tuvo que ser fuerte para mancharla. A media mañana, quedó con Rebeca para pasar el día. Cuando llegó a su casa, encontró la puerta abierta.


— Cariño, ¿estás ahí? — dijo entrando poco a poco.
— Lía, entra y cierra la puerta. Tengo una sorpresa para ti — contestó Rebeca desde algún lado de la casa.


Lía entró y buscó a su novia sabiendo de antemano que estaría en la habitación. La encontró totalmente desnuda en la cama, medio sentada con las piernas dobladas, unas esposas colgando de los dedos, y un arnés con un dildo bastante generoso.


—  Desnúdate.


Lía sonrió y se quitó la ropa lentamente. Estaba totalmente mojada y dura solo de ver a su novia en  esa posición y con esos juguetes. Ya desnuda, esperó a que su novia le diera la siguiente orden.


—  Ven y chúpala — ordenó la mujer en la cama.


Lía hizo una mueca de asombro.


—  Cariño, solo es un juego. Querías hacer algo nuevo pero si no quieres…


Antes de que pudiera decir nada más, Lía se acercó a Rebeca y  lamió el dildo como si de un chupachups se tratara. La otra mujer no se esperaba aquello, excitándose ante la escena, escapando de sus labios un gemido. Lía seguía lamiéndolo con entusiasmo hasta que volvió a escuchar la voz de Rebeca.


— Ven. Bésame.


No se lo pensó, acercándose de rodillas a besar a su novia. Recorrió los labios con los suyos, abriendo ligeramente la boca al sentir la lengua de su amante adentrándose en la suya. Le encantaba el sabor de Rebeca. Llevaban un año juntas, y siempre la hacía vibrar con cada toque.
Lía llevó sus manos por los costados de Rebeca hasta llegar a sus pechos,  apresándolos. Sintió los pezones endurecerse contra  sus palmas. Cogió el duro apéndice con sus dedos y pellizcó suavemente.


— Ohhh, más fuerte —  gimió Rebeca.


Lía volvió a pellizcar la carne, esta vez más fuerte y retorciendo los pezones. Su novia chilló con placer y se retorció. Lía bajó con sus labios hasta uno de sus pezones y lo mordió, consiguiendo otro gemido de la mujer. Metió su mano libre entre la piel sedosa de  la vulva y el arnés que llevaba Rebeca.
—  Aquí está —  dijo Lía deslizando sus manos por la humedad. Acarició ligeramente el clítoris y penetró a la mujer duramente con dos dedos.
— Joder —  gritó gimiendo Rebeca.


Lía siguió bombeando en el sexo de su novia, empujando con fuerza, cada vez más fuerte. Rebeca no dejaba de gemir y retorcerse.


— Voy a correrme.
— Córrete para mí nena — dijo Lía sintiendo los espasmos de su novia.


La mujer gritó el nombre de Lía mientras se corría violentamente. Cuando terminaron los espasmos de su orgasmo, tomó aire, cogió las esposas, y ató las manos de Lía a su espalda.


Cabalga sobre mí —  dijo Rebeca apoyándose contra el cabecero de la cama y adoptando una posición sentada.


Lía estaba tan mojada que no necesitaba lubricar el dildo. Abrió las piernas y se sentó a horcajadas sobre el arnés, enterrando en su sexo todo el juguete. Gimió al sentir el primer envite de Rebeca. No podía mover sus manos debido a las esposas, y sus pechos estaban expuestos a la boca de su amante que mordía y lamía sus pezones mientras empujaba hacia arriba sus caderas. Ya no aguantaba más aquella tensión, estaba apunto de correrse.


—  Rebeca, me corro —  gritó mientras  explotaba en un orgasmo intenso y violento.


Cuando dejó de temblar, con los últimos restos de su placer, la mujer soltó sus muñecas y Lía bajo de su montura, liberando un ligero pero agradable dolor en su entrepierna.


— Buf, nena puedes sorprenderme así siempre —  dijo Lía.
— Llevo esperando desde ayer.
— Lo siento. Me quedé dormida.
— No pasa nada. Oye, tienes un golpe en la cabeza. ¿Y eso es un arañazo? —  preguntó acariciando la mejilla de Lía.
— Me levanté sonámbula y me golpeé contra la esquina del escritorio. Ohh... y saqué toda la ropa del armario, y rompí un vaso…—  le explicó a su novia. —  El escritorio, es una buena excusa y la ropa... vaya mierda de ropa — pensó en voz alta.
— ¿Qué has dicho?- preguntó Lía.
— No he dicho nada, preciosa.
— Juraría... Nada da igual.
— ¿Sabes que han encontrado el cadáver de una chica en un contenedor de basura por aquí cerca? —  dijo Rebeca.
— Cariño, te encantan esas cosas… ¿Por qué eres tan morbosa?
— La policía vino por aquí preguntando si alguien había visto algo. La han degollado — explicó Rebeca.
— No me cuentes esas cosas. Sabes que me da mucho asco — contesto Lía levantándose para ir al baño, conteniendo una arcada.
— Cariño, perdona. Nunca me acuerdo el repelús que te dan estos rollos — dijo Rebeca entrando en el baño detrás de Lía.

Aquella noche, Lía tuvo unas pesadillas horribles. Soñaba que Rebeca degollaba a una mujer con un cúter y luego iba a por ella.
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Escrito por Nika